En la REALIDAD no caben las diferencias
- publicado por Icaro Dedaloson
- Categorías Extracto Libro
- Fecha 05/30/2022
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- Etiquetas José Díez Faixat, no diferenciacion, no dualidad
Siempre me ha parecido extraordinario y revelador cuando la NO DUALIDAD se descubre no siendo sujeto ni objeto. ¿Qué puede ser, si no es el sujeto que observa ni tampoco es el objeto observado?. Para la psicología no hay nada más allá de estas dos categorías, el observador (yo), lo observado (mundo) y la observación (acción). No pareciese posible entender nada más allá de estos términos hasta que apareció la NO DUALIDAD. ¿Y qué es tan revelador?, ¿Qué aporta más allá de todo lo dicho la NO DUALIDAD?, algo tan sencillo como el “no-dos”. La dualidad sujeto y objeto son dos, la no dualidad rompe este esquema y te presenta una perspectiva integral donde no existe dos sino uno aparentemente diferenciado en multiplicidad. No dualidad borra todas las fronteras y divisiones existentes entre sujeto y objeto y lo unifica pero en sí misma sin ser sujeto y sin ser objeto es incognoscible. Cuando tu miras un collar de perlas ves sólo las bellísimas perlas pero no ves el hilo que las engarza, pero sabes que su existencia es imprescindible para que exista el collar. No dualidad es la REALIDAD que nunca aprecias pero que sostiene sujeto y objetos en lo que llamamos vida. No dualidad NO es algo separado de sujeto, NO es algo separado a objeto, de hecho es sujeto y objeto y todo lo que los une al mismo tiempo. Por más palabras que pueda poner aquí intentando conectarme esta tarde con esa percepción no dual, nunca podremos alcanzar a describirla, como no podemos describir el infinito, lo absoluto o el vacío. José Díez Faixat dejó muchas comprensiones en mi sobre esta NO DIFERENCIACIÓN, y le agradezco enormemente las veces que sus textos me han hecho que tiempo y espacio se detengan. Dejó aquí una de esas inolvidables huellas. Ícaro Dedaloson |
La plenitud vacía no puede salir fuera de sí misma para contemplarse desde el exterior, porque no hay nada más allá de ella. Si quiere verse de algún modo, no tiene más remedio, por tanto, que autolimitarse, al menos aparentemente, identificándose con aspectos parciales de sí misma, y, desde esas perspectivas finitas, observar el juego de sus relaciones con el entorno. Un entorno que, de hecho, no es sino un conjunto de facetas objetivadas de sí misma. La progresiva complejización de esta trama de interacciones entre los organismos y su medio, irá desvelando, paso a paso, la infinita potencialidad de la realidad originaria.
Según se afirma en la filosofía advaita: “La dualidad que consiste en un sujeto que conoce y un objeto conocido no es más que una producción de la mente”. El conocimiento dualista, que parte de esta dicotomía ilusoria entre el conocedor y lo conocido, sólo es capaz de acceder a unas verdades relativas que, si bien manifiestan en alguna medida la realidad incognoscible del origen, de igual modo la ocultan con esas artificiosas fragmentaciones sucesivas que crean dos mundos donde sólo hay uno. Porque la realidad última, en definitiva, no es ni sujeto ni objeto, ni tampoco una relación entre ambos, sino la unidad o la identidad que subyace y trasciende tanto a uno como a otro. El gran hallazgo de las místicas no duales es, precisamente, esta vivencia no relativa en la que el sujeto y el objeto, el contemplador y lo contemplado, se trascienden y unifican.
La vacuidad primordial, que, como decimos, está más allá de todo dualismo de sujeto y objeto, en su manifestación fenoménica necesita dividirse, ilusoriamente, de forma multitudinaria según esas dos facetas antagonistas, para contemplarse a sí misma desde un sinfín de puntos de vista. El vacío infinito se refleja, así, en cada rincón de sí mismo, e, identificado con esos aspectos parciales y finitos, aparenta convertirse en una muchedumbre de sujetos enfrentados a un mundo de objetos exteriores y ajenos. Esta ficticia fragmentación de la realidad indivisible es el precio que tiene que pagar para manifestar su inagotable riqueza.
El mundo se percibe como una realidad objetiva cuando el ojo que lo mira se considera a sí mismo como un sujeto separado. Según sea la complejidad y profundidad de este sujeto o individuo observador, así será la complejidad y profundidad del objeto o mundo observado. La naturaleza de lo contemplado siempre está, pues, en el mismo plano del contemplador. La realidad última es, en todos los casos, la misma, la plenitud inefable, pero hay un sinfín de maneras de percibirla, dependiendo de las características de la estructura a través de la cual se realiza la indagación. Por esta razón, todo conocimiento “objetivo” de la realidad es intrínseca e invariablemente “subjetivo” al mismo tiempo.
Dice un clásico poema zen: “Las cosas son objetos debido al sujeto, y la mente es tal debida a las cosas. Entiende la relatividad de ambos, así como la realidad básica: la unidad del vacío. En este vacío son indistinguibles”. Sujeto y objeto están inextricablemente interrelacionados entre sí. Cualquiera de ellos no tiene sentido sin el otro. Son aspectos distinguibles en el mundo relativo, pero resultan intrínsecamente inseparables en lo absoluto. El yo y lo otro, el individuo y el mundo, constituyen los polos aparentes de una misma y única realidad no dual. Si no fuera por el observador, el universo fenoménico no existiría, y, recíprocamente, si no fuera por el universo, no sería posible tampoco el observador. No hay objeto si no es con respecto a un sujeto que lo percibe, y no hay sujeto si no es en relación a un entorno objetivo que le permite reconocerse. El organismo y el entorno se crean mutuamente y, por tanto, son constitutivos el uno del otro.
Aunque la realidad es, como decimos, invariablemente no dual, la identificación exclusiva con el aspecto de sujeto, establece una peligrosa disociación ilusoria allí donde sólo existe una mera diferencia polar. La vida parece escindirse, entonces, entre el yo y el no-yo, y el sujeto cognoscente concibe su fantasmagórica pseudoentidad como si tuviera una existencia propia, independiente y aparte de todo lo demás, y, desde ella se imagina actuar libremente sobre un universo ajeno. Olvida que, en última instancia, jamás existe la más mínima separación entre el sujeto y el objeto en la inmediata lucidez del momento presente.
Nos encontramos, pues, básicamente, con dos ámbitos diferenciados de la realidad: por un lado, un fundamento no dual, incognoscible e inmanifestado, y, por otro, una manifestación multitudinaria de sujetos enfrentados a un mundo de objetos ajenos. Según nuestro planteamiento, el fundamento vacío es la identidad real de todos y cada uno de esos supuestos sujetos autónomos que pueblan el universo fenoménico. Un único Yo real que se refleja en un sinfín de yoes aparentes. Si esto es así, podría entreverse que, al igual que todos los puntos diferenciados de la superficie de una esfera, si se deslizan a lo largo de sus radios correspondientes, se encuentran en el centro en una unidad indiferenciada, así todos los individuos aparentemente independientes del mundo manifestado, pueden descubrir en el fondo más íntimo de sí mismos su identidad común. Luego volveremos sobre esto.
La vivencia de esa identidad común desvela, de forma inequívoca, la realidad no dual previa al desdoblamiento aparente entre sujeto y objeto. Pero cuando se intenta escribir esta vivencia no dual desde el lenguaje dualista, parece que sólo cabe hacerlo negando torpemente uno de ambos polos. Así es como, por ejemplo, el budismo primitivo, con su doctrina del anatman, decide negar el sujeto disolviéndolo en el objeto, o como, por el contrario, el vedanta hindú opta por negar el objeto disolviéndolo en el sujeto.
En cualquier caso, resulta evidente que, a pesar de esta radical oposición entre sus planteamientos, tanto unos como otros no intentan otra cosa que expresar su inefable experiencia de la no diferenciación última entre la conciencia interior y el mundo exterior. Porque, en verdad, aunque le resulte incomprensible a la mente dual, sujeto y objeto nunca han sido dos.
José Díez Faixat
LIBRO: Siendo nada soy todo
Etiqueta:José Díez Faixat, no diferenciacion, no dualidad
¿Quién soy?
Esta pregunta no es fácil de responder.
Podría deciros mi nombre, la dirección donde vivo, mi fecha de nacimiento, mi estado civil, mi estatura, mi peso, los nombre de mis padres, los nombres de mis hijos, mis enfermedades, mi profesión, mis estudios, la trayectoria de mi vida y hasta el nombre de mi perro…Y con todo esto, ¿Estaría realmente diciendo quien soy?