La continuación de nuestra charla llegó años más tarde. En esa ocasión, Carlos Castaneda trajo a una de sus reuniones un concepto enteramente nuevo y escalofriante, que despertó las más apasionadas controversias. “El hombre -dijo- es un ser mágico, tiene la capacidad de volar por el universo al igual que cualquiera de los millones de conciencias que existen. Pero, en algún momento de su historia, perdió su libertad. Ahora su mente ya no es suya, es una intrusión.” Afirmó que los seres humanos somos rehenes de un conjunto de entidades cósmicas que se dedican a la depredación, a las cuales los brujos llaman “los voladores.” Dijo que este era un tema muy secreto de los antiguos videntes, pero que, debido a un augurio, él había entendido que ya era tiempo de divulgarlo. El augurio fue una fotografía que había tomado Tony, un budista cristiano amigo suyo. En ella aparecía nítidamente la figura de un ser oscuro y ominoso flotando sobre una multitud de fieles reunida en las pirámides de Teotihuacán.
Mis compañeros y yo determinamos que ya era tiempo de dar a conocer nuestra verdadera situación como seres sociales, aun a costa de toda la suspicacia que tal información pueda generar en el público.” Cuando se me presentó la oportunidad, le pedí que me dijese algo más sobre los voladores, y entonces me contó que uno de los aspectos más terroríficos del mundo de don Juan; que somos prisioneros de seres venidos de los confines del universo, quienes nos usan con el mismo desenfado con que nosotros usamos a los pollos.
Explicó: “La porción del universo a la que tenemos acceso es el campo de operaciones de dos formas radicalmente diferentes de conciencia. Una, a la que pertenecen las plantas y los animales, incluso el hombre, es una conciencia blanquecina, joven, generadora de energía. La otra es una conciencia infinitamente más vieja y parasitaria, poseedora de una cantidad inmensa de conocimientos.” “Además de los hombres y otros seres que habitan esta tierra, hay en el universo una inmensa gama de entidades inorgánicas. Están presentes entre nosotros y en ciertas ocasiones se nos hacen visibles. Una de esas especies, que los videntes describen como enormes bultos voladores de color negro, llegó en algún momento de la profundidad del Cosmos y encontró un oasis de conciencia en nuestro mundo. Ellos se han especializado en ordeñarnos’.”
“¡Eso es increíble!” -exclamé. “
Lo sé, pero es la más pura y aterradora verdad. ¿Nunca te has preguntado el por qué de algunos altibajos energéticos y emocionales de la gente? Es el predador que viene periódicamente a recoger su cuota de conciencia. Sólo dejan lo suficiente para que sigamos viviendo, y a veces ni para eso.”
“¿Qué quieres decir?”
“Que a veces se pasan y la persona enferma de gravedad, y hasta muere.”
Yo no daba crédito a mis oídos. “¿Quieres decir que estamos siendo devorados en vida?” -le pregunté.
Sonrió. “Bueno, ellos no nos ‘comen’ literalmente, lo que hacen es una transferencia vibratoria. La conciencia es energía y ellos pueden alinearse con nosotros. Como por naturaleza están siempre hambrientos, y nosotros, por el contrario, exudamos luz, el resultado de ese alineamiento solo puede ser descrito como depredación energética.” “Pero, ¿por qué hacen eso?” “Porque, en un plano cósmico, la energía es la moneda más fuerte y todos la quieren, y nosotros somos una raza vital, repleta de alimento. Cada cosa viva come a otra, y siempre el más poderoso sale ganando. ¿Quién dijo que el hombre está en la cúspide de la cadena alimenticia? Esa visión solo pudo ocurrírsele a un ser humano. Para los inorgánicos, nosotros somos la presa.”
Le comenté que se me hacía inconcebible que entidades más conscientes que nosotros llegasen a ese grado de rapiña.
Replicó: “Pero, ¿qué crees que haces tú cuando comes una lechuga o un bistec? ¡Estás comiendo vida! Tu sensibilidad es hipócrita. Los depredadores cósmicos no son ni más ni menos crueles que nosotros. Cuando una raza más fuerte consume a otra inferior, está ayudando a que su energía evolucione.” “Ya te he dicho que en el universo sólo hay guerra. Los enfrentamientos de los hombres son un reflejo de lo que pasa ahí fuera. Es normal que una especie intente consumir a otra; lo propio de un guerrero es no lamentarse por ello y procurar sobrevivir.”
“¿Y cómo nos consumen?”
“A través de nuestras emociones, debidamente encauzadas por el parloteo interior. Han diseñado el entorno social en tal forma que estamos todo el tiempo disparando oleadas de emociones que son inmediatamente absorbidas. Sobre todo, les gustan los ataque de ego; para ellos, ése es el bocado más exquisito. Tales emociones son iguales en cualquier lugar del universo donde se presenten, y ellos han aprendido a metabolizarlas.” “Algunos nos consumen por la lujuria, la ira o el temor; otros prefieren sentimientos más delicados, como el amor o la ternura. Pero todos ellos están interesados en lo mismo. Lo normal es que nos ataquen por la zona de la cabeza, el corazón o el vientre, allí donde guardamos el grueso de nuestra energía.”
“¿Atacan también a los animales?”
“Esos seres usan a todo lo que esté disponible, pero prefieren la conciencia organizada. Drenan a los animales y a las plantas en la medida de su atención, que no es demasiado fija. Atacan incluso a los demás seres inorgánicos, sólo que aquellos sí los ven y los esquivan, como nosotros esquivamos a los mosquitos. El único que cae completito en su trampa es el hombre.”
“¿Cómo es posible que todo eso esté ocurriendo sin que nos demos cuenta?”
“Porque heredamos el intercambio con esos seres casi como una condición genética, y a estas alturas nos parece algo natural. Cuando nace la criatura, la madre la ofrece como comida, sin darse cuenta, pues la mente de ella también está dominada. Al bautizarla esta firmando un convenio. A partir de ahí, se esfuerza por inculcarle modales de conducta aceptables, la doma, cercena su lado guerrero y la convierte en mansa oveja.”Cuando un niño sale suficientemente energético para rechazar esa imposición, pero no lo suficiente como para entrar en el camino del guerrero, se vuelve un rebelde o un desajustado social.” “La ventaja de los voladores radica en la diferencia entre nuestros niveles de conciencia. Ellos son entidades muy poderosas y vastas; la idea que tenemos de ellos es equivalente a la que tiene una hormiga de nosotros.” “Sin embargo, su presencia es dolorosa y se puede medir en diversas maneras. Por ejemplo, cuando nos provocan ataques de racionalidad o desconfianza, o nos sentimos tentados a violar nuestras propias decisiones. Los locos pueden detectarlos muy fácilmente -demasiado, diría yo-, ya que sienten físicamente cómo estos seres se posan sobre sus hombros, generando paranoias. El suicidio es el sello del volador, pues su mente es homicida potencial.”
“Dices que se trata de un intercambio, pero, ¿qué ganamos nosotros con semejante despojo?”
“A cambio de nuestra energía, los voladores nos han dado la mente, los apegos y el ego. Para ellos, no somos sus esclavos, sino una especie de obreros asalariados. Privilegiaron a una raza primitiva y le dieron el don de pensar, lo cual nos hizo evolucionar; más aún, nos ha civilizado. De no ser por ellos, aun estaríamos escondidos en cuevas o haciendo nidos en las copas de los árboles.” “Los voladores nos dominan a través de nuestras tradiciones y costumbres. Son los amos de las religiones, los creadores de las Historia. Escuchamos su voz en la radio y leemos sus ideas en los periódicos. Ellos manejan todos nuestros medios de información y nuestros sistemas de creencia. Su estrategia es magnífica. Por ejemplo, hubo un hombre honesto que habló de amor y libertad; ellos lo han convertido en autocompasión y servilismo.
Lo hacen con todos, incluso con los naguales. Por eso el trabajo de un brujo es solitario.”
“Durante milenios, los voladores han urdido planes para colectivizarnos. Hubo una época en que se hicieron tan descarados, que hasta se mostraban en público y las gentes los representaron en piedra. Eran tiempos oscuros, pululaban por doquier. Pero ahora su estrategia se ha hecho tan inteligente que ni sabemos que existen. En el pasado nos enganchaban por la credulidad, hoy, por el materialismo. Ellos son responsables de que la aspiración del hombre actual sea no tener que pensar por sí mismo; ¡observa no más cuánto tiempo aguanta alguien en silencio!.”
“¿Porqué ese cambio en su estrategia?”
“Por que, en este momento, ellos están corriendo un gran riesgo. La humanidad está en un contacto muy rápido y cualquiera puede informarse. O nos llenan la cabeza, bombardeándonos día y noche con todo tipo de sugestiones, o habrá algunos que se den cuenta y avisen a los demás.”
“¿Qué ocurriría si lográsemos repeler a esas entidades?”
“En una semana recuperaríamos nuestra vitalidad y estaríamos brillando de nuevo. Pero, como seres humanos normales, no podemos plantearnos esa posibilidad, porque ello implicaría ir en contra de todo lo que es socialmente aceptable.
Afortunadamente, los brujos tenemos un arma: la disciplina.” “El encuentro con los inorgánicos es gradual. Al principio no los notamos. Pero un aprendiz comienza a verlos en su ensueño y luego en su vigilia -algo que puede enloquecerle si no aprende a actuar como un guerrero (*guerrero: aquel que no tiene miedo de sí mismo). Después de que se da cuenta, puede confrontarlos.” “Los brujos manipulan la mente foránea haciéndose cazadores de energía. Es con ese fin que mis compañeros y yo hemos diseñado para las masas los ejercicios de tensegridad, que tienen la virtud de liberarnos de la mente del volador.” “En ese sentido, el brujo es oportunista. Aprovecha el empujón que le dieron y dice a sus captores: ‘¡Gracias por todo, ahí nos vemos! El acuerdo que ustedes hicieron fue con mis antepasados, no conmigo’. Al recapitular su vida, literalmente está sacándole al volador la comida de la boca. Es como si llegásemos a la tienda y devolviésemos el producto al tendero, exigiéndole: ‘¡Devuélveme mi dinero!’ A los inorgánicos no les gusta eso, pero no pueden hacer nada.” “Nuestra ventaja es que somos prescindibles, ¡hay mucha comida por ahí! Una posición de alerta total, que no es otra cosa que disciplina, crea condiciones tales en nuestra atención, que dejamos de ser sabrosos para esos seres. En tal caso, dan media vuelta y nos dejan tranquilos.”
“El lado activo del infinito“ de Carlos Castaneda