Toda persona involucrada en estos asuntos, sin excepción, pasa por la etapa del Ego espiritual. Los “budas” y otros “entes iluminados” han tenido que recorrer esa etapa para luego transcenderla. Pero la mayor parte de las personas se queda allí.
Cuando un ser emprende un recorrido de deshacimiento del miedo, de auto-investigación o sendero espiritual (llamémoslo como queramos) lo hace siempre con su ego al mando.
El falso yo urdirá en seguida un plan para confundirnos. Así, cuando nuestra voluntad desea comenzar una investigación seria que bien podría acabar con nuestro ego, este inquiere: “¿Quieres empezar un camino espiritual de verdad? De acuerdo, vamos a estudiarlo juntos”… La trampa está tendida y resulta inevitable caer en ella. El ego oculta las pistas para impedir que mires demasiado cerca. Lo hará usando la lógica y eficacia que le caracteriza. Y la primera herramienta que usará para confundirte es la del tiempo.
Lo que buscas se encontrará siempre en el futuro. ¿Me sigues? Lo que deseas alcanzar, este reencuentro con tu Ser, debe exigirte tiempo. Así queda fuera de tu alcance. ¿Algunas reencarnaciones, quizás? Tiempo supone prácticas y espacio entre tu yo y lo que realmente eres. Y practicar cualquier disciplina supone dedicación y esfuerzo… He aquí un engaño brillante: la salvación se encuentra delante, allí donde te faltan todavía mucha información que asimilar, cantidad de maestros que escuchar y numerosas asanas que pulir…
Su segunda artimaña se llama: identidad. El ego, lo sabemos de sobra, no es más que la identificación con una serie de condicionamientos, adquiridos e impuestos, que da lugar a una ilusión de identidad: yo soy…
Al usar el concepto de “la identificación con”, el falso yo acicala tu identidad egoica, de la que te quieres desprender, con maquillaje espiritual para presentarla más tolerable, más bondadosa. Pero lo único que conseguirás será adornar excrementos con pintura dorada.
Veamos más concretamente algunos de los rasgos del tiempo y de la identidad.
¿El Ser Universal es acaso oriental? ¿Tiene que ver con algún cuenco tibetano? ¿Has de estudiar sánscrito siendo occidental viviendo en el siglo veintiuno para que te alcance la luz divina? Examina estos conceptos con muchísima atención. Si abrazas un dogma estás dividiendo obligatoriamente. Estás en la dualidad aunque te proclames no-dual. Mira atentamente detrás de los disfraces de monjes y las mecánicas ocultas en doctrinas. Si “eres” budista, zen, católico, etc… ya te habrás identificado. Y, al hacerlo, perpetras la ilusión de la separación. En el momento en que “eres” espiritual, sigues alimentando la tragicomedia de una frontera entre tú y tu semejante. “Si soy budista, este otro no lo es”.
¿Necesitas subir a los Himalayas para estar en paz? ¿Llevar un hábito naranja o retar al frío para demostrar que el cuerpo no es nada? ¡Por supuesto que no! Pero el ego espiritual hará que creas necesitar todo este teatro y mucho más. Porque mientras lo creas, tu ego estará perfectamente a salvo.
¿Qué clase de seguridad te brinda tu mundillo espiritual? Hay demasiadas personas que experimentan un tremendo miedo si las sacas de sus oraciones, sus grupos de amigos y dogmas. Sólo hay que observar lo incongruente que resulta un puñado de occidentales en búsqueda del nirvana “orientalizándose” para parecer místicos. No hay ninguna diferencia entre un monje budista y otro católico y si la ves es que no estás viendo en absoluto. Así pues, ahórrate el viaje a la India para las ilusiones reconfortantes. Todos estos artificios fueron inventados para tratar de esconder el miedo y no difieren en nada del humo que nos vende la sociedad con el mismo fin; salvo que en lugar de consumir Armani, se consumen gurús, inciensos, oraciones e indumentaria anti-morbo. Llega pues, el momento de ser serios.
El ego sin los cuerpos no tiene ningún significado. Y la ausencia de ego ignora a su vez por completo al mundo de los cuerpos. ¡Menudo dilema! Pero es todavía una ecuación dualista que será necesario trascender. Así que numerosas personas, al darse cuenta de la estrecha relación ego-cuerpo, se mortifican rechazando las tentaciones que emanan de la materia. Y siempre vienen de ella puesto que el espíritu no necesita nada mientras los cuerpos necesitan todo. Esta vía, ciertamente, puede parecer honorable y hasta admirable pero uno no puede renunciar de forma artificial ni gradualmente. El retorno a casa se produce inmediatamente y de modo involuntario, de lo contrario es un vano sacrificio. Ocurre en el presente y bien podría ocurrir ahora mismo. Aquellos métodos de choque: celibato forzado, ayuno, vegetarianismo, disfraz vestimentario… (la lista es larga) resultan ser tediosos, incluso dolorosos, mas no tienen nada que ver con lo que tú eres.
Algunas prácticas ciertamente podrán brindarte paz de forma momentánea. Pero si lo que realmente deseas es un reencuentro auténtico contigo y con la Unidad, tendrás que transcender las trampas del ego y volver al presente para desprenderte de cualquier identidad, fuese esta espiritual.
Volverás, cuando hayas dejado de desear hacerlo.
Comprenderás, cuando hayas dejado de querer entender con el intelecto.
Frédéric Gasc