Hilos de las marionetas
Imagínate un grupo de viejecitas en un banco, echando pestes contra el gobierno del país. Las viejecitas no son partidarias del péndulo del gobierno; lo odian por una serie de razones. Sin embargo, ¿qué es lo que ocurre? Las viejecitas maldicen el gobierno: lo mediocre, corrupto, cínico y estúpido que es. De esta manera, ellas emiten intensivamente su energía mental en la frecuencia de este péndulo.
Pero al péndulo, en realidad, no le importa desde qué lado lo mecen. Le resulta tan válida la energía positiva como la negativa; lo importante que esta frecuencia de emisión sea la de su resonancia.
Por tanto, el objetivo principal de un péndulo es enganchar, tocar al hombre en lo vivo no importa de qué manera, con tal de poder ocupar sus pensamientos.
Con la aparición de los medios de comunicación, los métodos de los péndulos se hacen cada vez más refinados. El hombre se encuentra en una fuerte dependencia. ¿Has notado que en los informativos normalmente predominan las malas noticias? Estas provocan emociones fuertes: inquietud, miedo, indignación, cólera, odio. El objetivo de los corresponsales es atraer la atención. Los medios de información, al ser péndulos por sí mismos, están al servicio de los péndulos más poderosos. El objetivo proclamado es el libre acceso a cualquier información. Pero el verdadero propósito consiste en sintonizarse de todas las maneras posibles con las frecuencias necesarias.
Uno de los métodos preferidos de un péndulo para obtener el acceso a tu energía es sacarte del equilibrio. Al desviarte del equilibrio empiezas a «balancearte» en la frecuencia del péndulo y de este modo le oscilas a él.
Supongamos que los precios han subido. Reaccionas negativamente: empiezas a indignarte, a quejarte, a intercambiar información con tus conocidos. Una reacción bastante corriente y adecuada. Pero es justo lo que espera el péndulo. Emites energía negativa hacia el mundo circundante en la frecuencia del péndulo, él recibe la energía y oscila más fuerte: la situación se agrava.
El hilo más fuerte por el que un péndulo puede tirar de ti es el miedo. Es el sentimiento más antiguo y más fuerte. No importa a qué temas, exactamente, pero si tu miedo está relacionado con cualquier aspecto del péndulo, él recibirá tu energía. La inquietud y la angustia son los hilos más débiles, pero todavía son lo bastante resistentes. Estos sentimientos fijan bien fuerte la emisión de energía mental en la frecuencia del péndulo. Si te inquietas por algo, te cuesta mucho concentrarte en otra cosa.
El sentimiento de culpabilidad también es uno de los canales más amplios por los que el péndulo extrae la energía de ti. Este sentimiento nos lo imponen desde la infancia. Es un método de manipulación muy cómodo: «Si la culpa es tuya, harás lo que yo te diga». Vivir con una sensación de culpa es muy incómodo, por lo que las personas intentan librarse de ella. ¿Pero de qué manera? Sufrir un castigo o pagar la culpa con el propio trabajo. Tanto una cosa como la otra suponen sumisión, obediencia y trabajo de los pensamientos en una dirección determinada. La sensación del deber es un caso particular de sensación de culpa.
Debes, por ende estás constreñido a algo, obligado a cumplir. Como resultado, los «culpables», tanto verdaderos como imaginados, caminan cabizbajos, arrastrando los pies, y llevan al péndulo su diezmo en forma de energía. La culpabilidad inducida, imbuida, es el arma predilecta de los manipuladores. De ella volveremos a hablar.
Debemos señalar especialmente los complejos psicológicos de todo tipo.
- El complejo de inferioridad: soy de aspecto poco atractivo, no tengo capacidades ni talento, me falta sentido del humor o gracia, no sé relacionarme con la gente, no valgo para nada.
- El complejo de la culpabilidad: soy culpable de algo, todos me están juzgando mal, debo llevar mi cruz.
- El complejo de guerrero: debo ser muy duro, declaro la guerra contra mí y contra todos los que me rodean, lucharé para conseguir mi sitio bajo el sol, tomaré lo mío con fuerza.
- El complejo de amante de la verdad: a cualquier precio demostraré mi razón y demostraré a los demás que ellos no tienen razón.
Estos y otros complejos son las llaves personales de acceso a la energía de cada persona. El péndulo, tocando al hombre en lo vivo, le saca la energía intensivamente.
Tú mismo puedes continuar la lista de los hilos con los que los péndulos tiran de sus marionetas: justicia, orgullo, vanidad, honra, amor, odio, avaricia, generosidad, curiosidad, interés, hambre…, y los demás sentimientos y necesidades. Los sentimientos y el interés permiten fijar el flujo de los pensamientos en una dirección determinada. Si un tema no despierta el interés ni las emociones, es muy difícil concentrarse en él. Por eso los péndulos se apoderan del flujo de los pensamientos hiriendo los sentimientos y las necesidades del hombre.
A la irritación externa, como norma general, las personas reaccionan de una manera estándar. Las noticias negativas producen un disgusto; las noticias alarmantes, una reacción de inquietud o miedo; la ofensa provoca aversión, etcétera. Las costumbres sirven de palanca de arranque para poner en marcha el mecanismo de apoderamiento. Como, por ejemplo, la costumbre de irritarse o inquietarse por cualquier motivo poco importante; replicar a la provocación; en resumen, responder con una reacción negativa a un irritante negativo. El hombre puede ser consciente de que los pensamientos negativos no conducen a nada bueno, no obstante, por costumbre comete los mismos viejos errores.
De esta manera, las costumbres frecuentemente crean problemas y obligan a actuar de modo ineficaz; librarse de estos hábitos resulta muy difícil. Todas esas costumbres son una ilusión del confort.
El hombre confía más en lo que conoce desde siempre. Todo lo nuevo le despierta recelos. Lo viejo y lo acostumbrado ha adquirido su reputación con la experiencia. Es como el viejo sillón donde te gusta descansar después del trabajo. Tal vez el nuevo sea más cómodo, pero el viejo es más acogedor.
El confort se caracteriza por conceptos tales como comodidad, confianza, la experiencia positiva, lo predecible. Lo nuevo posee a estas cualidades en un grado mucho menor, por lo que se requiere mucho más tiempo para que la nueva costumbre se convierta en una costumbre vieja.
Y bien, en términos generales hemos examinado los métodos de influencia de los péndulos sobre las personas. ¿Será posible para el hombre deshacerse de la influencia del péndulo? Sobre los métodos de liberación hablaremos más adelante.
También sucede con frecuencia que se alguien subleva y se alza abiertamente contra el péndulo avasallador. En tal duelo, el hombre siempre sufre la derrota. El péndulo puede ser vencido sólo por otro péndulo. Un hombre no es capaz de hacer nada. Si desobedece y empieza la lucha, sólo perderá la energía y, en el mejor de los casos, será arrojado fuera de las bandas del sistema; en el peor, será aplastado.
El partidario que se atreve a infringir las reglas establecidas por el péndulo se proclama fuera de la ley. Desde el exterior se revela un desequilibrio causado por su acto. En realidad, la culpa no consiste en el acto en sí, sino en que el partidario se insubordinó, lo cual significa que dejó de suministrar energía al péndulo.
¿Por qué a la «cabeza agachada no la corta la espada»?[1] Porque el hombre que aceptó la culpa está totalmente dispuesto a someterse al poder del péndulo. Para el péndulo no tiene ninguna importancia el arrepentimiento del partidario por el acto cometido. Le importa sólo el restablecimiento del control perdido. El péndulo enseguida se muestra más bondadoso, si le dejas la posibilidad de que te manipule. Y si el culpable no se somete, se le puede suprimir, pues ya no habrá nada que sacar de él. Los auténticos motivos de un péndulo, normalmente, se enmascaran con los principios morales. Al parecer, el arrepentido del hecho no es tan malvado. Puedes distinguir fácilmente por ti mismo dónde está actuando el principio moral y dónde se afectan los intereses del sistema, si recuerdas siempre qué es lo que representan los péndulos en sí y cuáles son sus verdaderos objetivos.
Obtienes lo que no quieres
Como ya habíamos hablado más arriba, los péndulos pueden recibir la energía tanto de sus partidarios como de sus adversarios. Pero la pérdida de la energía aún no es un mal tan grande. Si el péndulo es destructivo en un grado suficiente, los daños los sufren el bienestar y el destino del hombre.
Toda persona se enfrenta, de cuando en cuando, con información negativa o con acontecimientos poco deseados. Todo esto son provocaciones de los péndulos.
El hombre no quiere que suceda esto en su vida, pero siempre reacciona por una de las dos variantes.
Si la información no le importa mucho, no le presta ninguna atención y pronto se olvida de ello. Mas si la información provocativa le irrita o le asusta (en otras palabras, se le graba en el alma), es entonces cuando se produce el apoderamiento de la energía mental en el lazo del péndulo y el hombre se sintoniza con la frecuencia de resonancia de este péndulo.
Supongamos que dejas pasar, sin prestarle atención, la información sobre catástrofes y cataclismos. Si esto no te importa, ¿para qué quieres amarguras innecesarias? En este caso, como regla general, la catástrofe sucede en una parte cualquiera, pero personalmente tú estás en la línea de la vida donde eres un observador, no la víctima. Aquella línea donde tú eres la víctima quedó aparte. Y al contrario, si dejas entrar en ti la información sobre las catástrofes y desgracias, lo lamentas y lo discutes con tus conocidos, es muy probable que pronto te desplaces a la línea donde tú mismo serás una víctima.
En conclusión: cuanto más fuerte sea tu deseo de evitar algo, más posibilidades tienes de obtenerlo. Luchar activamente contra lo que no quieres significa poner todos tus esfuerzos para que ocurra eso en tu vida. Para trasladarse a las líneas indeseables de la vida ni siquiera es necesario emprender ninguna acción. Será suficiente con los pensamientos negativos, condimentados con las emociones. No te gusta el mal tiempo y piensas lo mucho que no te gusta la lluvia.
Te enfadan los vecinos ruidosos y siempre riñes con ellos o los odias en silencio. Temes algo y eso te preocupa mucho. Estás harto de tu trabajo actual y saboreas tu antipatía hacia él.
Por todas partes te persigue lo que no quieres activamente; en otras palabras, lo que temes, odias, desprecias. Por otra parte, hay mucho de lo indeseado que también te gustaría evitar, pero en este momento no te preocupa tanto. Por tanto, esto no te pasa. Pero apenas dejes que lo indeseado entre en ti, te compenetres con la aversión y empieces a mimar este sentimiento, lo indeseado se materializará en tu vida sin falta.
El único método de evitar lo indeseado en tu vida es librarse de la influencia del péndulo que se apoderó de tu energía mental. Y en el futuro, no sucumbir a sus provocaciones y no entrar en ese juego. Hay dos modos posibles para salvarse de la influencia del péndulo: hundirlo o extinguirlo. Veamos con más detalles cómo se hace.
Hundimiento del péndulo
Es inútil luchar contra el péndulo. Como ya habíamos dicho más arriba, luchar contra él significa darle tu energía. La primera y más importante condición del éxito es renunciar a la lucha con él.
En primer lugar, cuanto más rechazas a los péndulos enfadosos, más activamente te van a fastidiar. Puedes repetir continuamente: «¡Dejadme tranquilo! ¡Pero, que me dejen todos en paz!». Te parece que los rechazas, pero en realidad, les suministras a los péndulos tu energía y éstos se te pegan más todavía.
En segundo lugar, no tienes derecho ni a juzgar ni a cambiar nada en este mundo. Tienes que aceptar todo como si fueran los cuadros de la exposición, te gusten o no. En una exposición pueden exponerse muchos cuadros que te parezcan poco atrayentes. Sin embargo, no se te pasa por la cabeza exigir que se los quite de ahí. Después de haber aceptado el derecho del péndulo a existir, tienes derecho de abandonarlo y no dejarte influenciar. Lo importante es no luchar con el péndulo, no censurarlo, no perder los nervios, pues todo eso significará tu participación en el juego. Al contrario: debes aceptarlo tranquilamente como algo debido, como un mal inevitable y después retirarte. Al expresar el rechazo de cualquier manera, das la energía al péndulo.
Antes de llegar a comprender lo que significa elegir tienes que aprender a negar. Normalmente, las personas no imaginan con claridad qué es lo que quieren. Pero todos saben con exactitud qué es lo que no quieren. En el intento de librarse de las cosas o sucesos indeseables, la mayoría actúa de manera que todo le resulte justo al revés. Para negar es necesario aceptar.
La palabra «aceptar» aquí no significa estar dispuesto a recibir o conformarse, sino es reconocer el derecho de existir y, por tanto, indiferentemente pasar por alto. Aceptar y soltar, significa: dejar que lo indeseable pase a través de ti y despedirlo diciéndole adiós y hasta nunca. De lo contrarío, aceptar y retener, significa: dejar que entre en ti y luego tomarle afecto u oponerse.
Si te molesten los pensamientos sobre lo que a ti no te gusta, eso habrá en tu vida. Imagínate que a uno no le gustan manzanas. Las odia con toda su alma, le dan asco. El hombre podría simplemente dejar de prestar atención a las manzanas, pero no le sirve el hecho de que en el mundo donde él vive, exista una asquerosidad tal como las manzanas.
Se molesta sólo con que aparezcan ante sus ojos, y en cada ocasión el hombre expresa su repugnancia de forma muy activa. Así se ve a nivel material. A nivel energético, sin embargo, el hombre se lanza ansiosamente sobre las manzanas, llena su boca, las come chascando y con mucho ruido, chilla que las odia, se llena los bolsillos con manzanas, se atraganta y otra vez se queja que está harto de manzanas. Al hombre no se le ocurre que él puede simplemente excluir las manzanas de su vida si no las quiere.
Quieres algo o lo odias: eso no tiene importancia. Lo importante es: si tus pensamientos se concentran en el objeto de tus sentimientos, la energía de los pensamientos se fija en una frecuencia determinada como consecuencia, te encuentras dominado por un péndulo y te trasladas a las líneas de la vida correspondientes, donde el objetivo de fijación está presente en abundancia.
Si no quieres tener algo, simplemente deja de pensar en ello, pásalo por alto con indiferencia, y eso desaparecerá de tu vida. Excluir de la vida no significa evitar, significa ignorar. Evitar es dejar que entre en tu vida y luego intentar muy activamente deshacerse de eso. En cambio, ignorar significa no reaccionar de manera ninguna y, por tanto, no tener.
Imagínate que eres un radiorreceptor. Cada día te despiertas y escuchas una emisora de radio que detestas, y esta emisora es el mundo que te rodea. ¡Pues, sintonízate a otra frecuencia!
El principal objetivo del péndulo: atraer a todos los partidarios posibles y obtener su energía. Si ignoras al péndulo, te dejará en paz y pasará a los otros, pues el péndulo influye sólo en los que aceptan su juego, es decir, en los que empiezan a emitir en su frecuencia.
Un ejemplo muy burdo: te sigue un perro ladrador. Si das la vuelta, el perro ladrará con más fuerza. Si lo tomas en serio y empiezas a porfiar con él, el perro aún correrá detrás de ti durante mucho tiempo, porque es justamente su objetivo: encontrar a alguien con quien armar el escándalo. Pero si lo ignoras, el perro pasará a otro objeto. Y toma nota: al perro ni se le ocurrirá ofenderse contigo por no prestarle atención. Está tan absorbido en su objetivo de obtener energía que no piensa en otra cosa. En lugar de un perro puede ser una persona cizañera, pero el modelo funcionará de la misma manera.
Si te molesta alguien, intenta probar en él el modelo de péndulo destructivo; seguramente le sentará bien. Si no puedes detener al «cataplasma», en tal caso, simplemente no contestes a sus provocaciones, ignóralas. Él no te dejará en paz mientras no dejes de darle tu energía. Y la energía se la estás dando tanto de modo directo, entrando en disputa con él, como de modo indirecto, odiándole en silencio. Dejar de dar energía significa no pensar en esa persona en absoluto, quitarle de tu cabeza. Decide simplemente para tus adentros: «¡Qué te den morcilla!», y éste abandonará tu vida.
Sin embargo, ocurre frecuentemente que es imposible tan sólo ignorar al péndulo. Por ejemplo: tu jefe te llama para que pases por su despacho. Negarte o defenderte significará una pérdida de energía, porque tanto una actitud como la otra representan la lucha contra el péndulo. En tales casos, puedes fingir que aceptas el juego del péndulo. Lo importante es que te mantengas consciente de no hacerlo en serio.
La técnica de tal retirada suave está en que respondes con un consentimiento al primer ataque del péndulo, y luego retrocedes con diplomacia o rediriges suavemente el movimiento en la dirección que crees más oportuna. Por ejemplo: el jefe excitado quiere cargarte con un trabajo y te exige enérgicamente que el trabajo esté hecho tal como él lo dice. Pero tú sabes que ese trabajo se hace de otra manera o, más aún, no crees que esté dentro de tus obligaciones. Si empiezas a contradecirle, discutir o defenderte, él, sin más, te exigirá obediencia.
Es él quien ha tomado la decisión y tú actúas en su contra. Haz todo lo contrario. Escúchale con atención, confórmate con todo y deja que se agote el primer impulso. Y después, con tranquilidad, empieza a hablarle sobre los detalles del trabajo. En este momento has aceptado la energía de tu jefe y estás emitiendo en su frecuencia. Su impulso, al no encontrar resistencia, se atasca por un momento. No le digas que tú sabes mejor cómo se hace este tipo de trabajo, no te niegues a hacerlo y no entres en la discusión. Simplemente pide a tu jefe que te aconseje el modo de hacer el trabajo de la mejor forma y lo más rápido posible, o, tal vez, otro hará el mismo trabajo con más eficacia. Estás oscilando junto con el péndulo, pero lo haces teniendo plena conciencia de ello y sin participar en él juego, como observándolo todo desde fuera. El péndulo oscila totalmente sumergido en el juego. Éste es su juego: él toma decisiones y todos están de acuerdo con él y le piden consejos. Y verás como toda la energía, antes apuntada a ti, se desviará hacia otra decisión u otro subordinado. De esta manera, personalmente para ti, el péndulo estará hundido.
Extinción del péndulo
Hay casos en que es imposible hundir el péndulo. Es decir, no resulta posible ignorarlo ni evitarlo.
Tengo un compañero, un chaval complaciente, muy bondadoso, y con todo, dotado con una increíble fuerza física. Una noche, íbamos juntos en un tranvía; ahí mismo iba un grupo de pendencieros agresivos, un auténtico péndulo destructivo. Eran muchos y se alimentaban mutuamente con su energía negativa, por lo que sentían una impunidad total. Y como regla general, a fin de multiplicar esa energía, semejantes grupos tienen la necesidad constante de incordiar a alguien para obtener el suministro desde fuera.
Empezaron a molestar a mi compañero, pues la bondadosa y pacífica expresión de su cara no sugería ningún peligro. Intentaban pincharle de cualquier manera: burlándose de él, ofendiéndole; pero él guardaba silencio y no reaccionaba a sus provocaciones; en otras palabras, intentaba hundir el péndulo. Yo tampoco interfería, pues sabía que mi compañero no arriesgaba nada, y los matones, en cambio, corrían un gran peligro. Por fin, él, sin poder aguantar más, se dirigió hacia la salida, pero el más caradura del grupo le cerró el paso. Fue entonces cuando mi compañero, acorralado, agarró al canalla por las solapas y descargó sobre él un golpe colosal.
Inmediatamente la cara de la víctima se convirtió en una masa amorfa. Los otros héroes se quedaron pasmados de asombro y terror.
Mi compañero se dio la vuelta y agarró al siguiente, pero éste, con voz trémula, empezó a mascullar: «Basta, hooombre, baaasta, ya nooo…». La energía del péndulo se extinguió instantáneamente y los partidarios de este péndulo, dándose codazos y retrocediendo, se descolgaron del tranvía.
Por supuesto, está bien si eres capaz de defenderte. Y si no, ¿entonces qué? Si realmente no tienes adonde retroceder, en este caso, para extinguir el péndulo puedes hacer algo extraordinario, algo lo que nadie espere de ti.
El siguiente caso me lo contaron. Los «atrevidos» partidarios de una pandilla acorralaron a un chaval e intentaron pegarle. Entonces éste se acercó al cabecilla, le miró con los ojos de loco y le preguntó: «¿Qué quieres que te rompa: la nariz o la mandíbula?». Evidentemente, tal planteamiento del asunto no encajaba en el escenario y el cabecilla por un momento se quedó boquiabierto. Sin perder el ánimo, el chaval, con un entusiasmo insano, lanzó una exclamación: «¡Venga, te voy a arrancar la oreja!» Y con los cinco dedos le agarró la oreja. El cabecilla empezó a chillar como un desesperado. Todo el espectáculo al que la pandilla estaba acostumbrada se había derrumbado. El cabecilla ya no tenía en la mente el pegar a nadie; lo único que le preocupaba era liberar su oreja. Al chaval le dejaron en paz por chiflado; en cambio él evitó la violencia.
Así que, si te encuentras en una situación donde se conoce el escenario estándar de desarrollo de los acontecimientos, haz algo —no importa qué- que no quepa en este escenario. El péndulo se extinguirá. El caso es que, mientras actúas según el escenario, aceptas el juego del péndulo y en esta frecuencia le das tu energía. En cambio, si tu frecuencia se diferencia mucho, entras en disonancia con el péndulo y de este modo rompes su ritmo.
Pero al mismo tiempo, tampoco hay que buscar tres pies al gato si se trata de un péndulo que no tiene nada que perder. Si te atracaron con el fin de robarte el dinero, es mejor entregarlo sin más. Hay algunos que llevan un par de decenas de dólares (euros) en metálico especialmente para estos casos. Por ejemplo, si el ladrón es un drogadicto o un chiflado, no le cuesta nada quitarte la vida, aunque seas maestro en artes marciales. Por lo que es mejor no meterse con él, como si se tratase de un perro rabioso. En caso contrario, tu muerte será absurda y disparatada.
Para extinguir un péndulo te pueden ayudar el sentido de humor y la imaginación. Trasforma tu irritación en un juego. Por ejemplo, te fastidia la muchedumbre de la gente en la calle o en el trasporte público; todos andan de prisa e impiden tus movimientos. Imagínate que estás en la Antártida, en una colonia de aves. Las personas son pingüinos; tienen un andar muy gracioso, se bambolean, trajinan y pululan. ¿Y quién eres tú? Eres también un pingüino. Después de esta trasformación las personas inspiran más simpatía y curiosidad que irritación.
Por supuesto, es muy difícil mantener la calma cuando, literalmente, quieres echar sapos y culebras. En estos momentos lo más difícil es recordar que se trata sólo de un péndulo que intenta sacarte la energía. No cedas ante sus provocaciones. El péndulo, como el vampiro, utiliza una especie de anestesia, que es tu costumbre de reaccionar siempre de modo negativo contra algo irritante. Incluso después de leer estas líneas, puedes distraerte por un momento y contestar con irritación a una llamada telefónica no deseada. Pero si te propones como objetivo adquirir la costumbre de recordar, con el tiempo serás inmune a las provocaciones de los péndulos.
Como recordarás, la costumbre de reaccionar de modo negativo a las circunstancias enojosas es la palanca de arranque del mecanismo por el cual un péndulo se apodera de tu energía mental. Esta costumbre irá desapareciendo si juegas a un juego peculiar, donde con intención harás los siguientes cambios: miedo-seguridad, melancolía-entusiasmo, indignación-indeferencia, irritación-alegría. Intenta reaccionar, aunque sea ante los pequeños disgustos, de forma «inadecuada». ¿Qué puedes perder? Da igual que parezca absurdo, pero tal estilo de juego no le deja ninguna posibilidad al péndulo. Precisamente por eso este método parece absurdo: porque los péndulos nos acostumbraron a jugar a los juegos que sólo los benefician a ellos. Ahora intenta imponerles tu juego; te complacerá, y para tu asombro descubrirás que es una técnica muy potente. La regla aquí es única: emitiendo en una frecuencia distinta de la frecuencia de resonancia, entras en disonancia con el péndulo, respecto a ti el péndulo se extingue y te deja en paz.
Existe otro método más de la extinción suave. Si alguien te molesta, es decir, te está creando un problema, intenta determinar qué es lo que le falta a esta persona, de qué tiene necesidad. Ahora imagina que esta persona tiene lo que le falte. Eso puede ser: salud, seguridad, tranquilidad. Reflexionando bien, son tres cosas básicas que necesitamos para sentirnos satisfechos. Piensa: ¿qué necesidad real tiene esa persona en este momento?
Supongamos que tu jefe te ha montado una bronca. ¿Puede que esté cansado o tenga problemas en su familia? Entonces lo que él necesita es tranquilidad. Imagínalo descansando en un sillón cómodo frente a un televisor o una chimenea, o con una caña de pescar a la orilla del río; o tomando una jarra de cerveza con los amigos. ¿Sabes qué es lo que más le gusta? Puede que le presionaran sus superiores y él tema tanta responsabilidad. Entonces lo que necesita él es seguridad. Imagínalo deslizándose con seguridad por una pista de esquí, o dentro dé un coche deportivo, o en un banquete donde él sea el centro de atención. ¿Puede que le duela algo? Imagínalo alegre y vigoroso, bañándose en el mar; montando en una bicicleta; jugando al fútbol. Por supuesto, será mejor imaginar lo qué en verdad le apasione. Pero tampoco tienes que adivinar, que eso no te preocupe. Bastará con imaginar una situación en que esa persona esté contenta.
¿Qué pasa con todo eso? Aquí está, apareció tu jefe en el horizonte con un problema para ti. (Entre otras cosas, además de tu jefe también ser un ladrón.) Tienes que abstraerte del problema que te trae.
De esta manera, al primer envite evitarás meter la cabeza en el lazo de apoderamiento de la frecuencia. Imagínate a este hombre obteniendo todo lo que él necesita. (¿Qué es lo que quiere un ladrón? ¿Comer, beber, pincharse?) Visualiza la situación en que todas sus necesidades estén satisfechas. Si has logrado hacerlo, considera que tu problema se acabó. Es que este péndulo no empezó a oscilar porque sí; algo le hizo perder el equilibrio. Consciente o inconscientemente, esta persona busca lo que pueda restablecerlo. Y esto se lo da, aunque de manera indirecta, la energía de tus pensamientos, que tienen una frecuencia determinada. De inmediato reemplazará su agresión por la benevolencia. ¿Qué es difícil de creer? ¡Compruébalo!
El fundamento de esta técnica se basa en el principio de la extinción de un péndulo. Un hombre-péndulo viene a ti con un problema y tú le satisfaces, pero no de manera evidente, sino en el plano energético. Le has dado tu energía, pero una parte mínima comparada con lo que pudiste perder. Y de paso hiciste una acción buena: siquiera por un momento, has ayudado a un necesitado. Lo interesante es que luego su trato para contigo se tornará más amistoso. Y no podrá comprender por qué se siente cómodo en tu compañía. Pero esto será tu pequeño secreto.
Puedes utilizar con éxito esta técnica cuando tienes que conseguir algo de una persona que esté preocupada con sus problemas y no esté dispuesta a dártelo. ¿Necesitas la firma de un funcionario? Antes «sobórnale» con una visualización benéfica y él te lo hará todo.
Y por último: ¿dónde crees que se mete la energía de un péndulo parado? Se pasa a ti. Dominando el problema te vuelves más fuerte. Lá próxima vez esto ya no supondrá ninguna dificultad para ti. ¿No es así? Luchando contra el problema, en cambio, le das energía al péndulo que ha creado este mismo problema.
Las prácticas de hundimiento y extinción de péndulo son también conocidas por psicólogos y psicoterapeutas como técnicas profesionales. En este sentido, los métodos expuestos aquí no son especialmente nuevos. Sin embargo, para una persona que desconoce las técnicas de la psicología práctica tienen un gran valor, puesto que le aportan la claridad y comprensión de cómo y por qué funciona la defensa psicológica.
Transurfing (volumen 1): Vadim Zeland