Maharaj expresa a menudo la idea de que la conciencia es el único “capital” con que nace un ser sensible. Esto, dice, es así sólo en apariencia. La situación real, empero, es que lo que nace es la conciencia, la cual necesita de un organismo para manifestarse, y ese organismo es el cuerpo físico.
¿Qué es lo que da sensibilidad a un ser sensible, es decir, lo que le permite tener sensaciones, responder a estímulos? ¿Qué es lo que distingue a una persona viva de una muerta? Es, claro está, el sentido de ser, el conocimiento de estar presente, la conciencia, el espíritu vitalizante que anima la estructura física que es el cuerpo.
En verdad es la conciencia lo que se manifiesta en formas particulares y da a éstas una existencia aparente. De dicha manifestación surge en los seres humanos la idea de un “yo” separado.
En cada individuo el Absoluto se halla reflejado como conciencia y, por lo tanto, la Conciencia en sí pura se convierte en autoconciencia, o conciencia.
El universo objetivo está en continuo flujo, constantemente se crean y se disuelven un sinnúmero de formas. Siempre que se crea una forma y se infunde vida (Prana) en ella, aparece la conciencia (Chetana) de manera simultánea y automática, como reflejo del Absoluto en la superficie de la materia, lo cual produce un sentido de dualidad.
En tanto algo distinto de la materia, la Conciencia en sí pura, el estado Absoluto, no tiene principio ni fin, no necesita ningún soporte a no ser ella misma. La Conciencia en sí se vuelve conciencia únicamente cuando tiene un objeto en el cual reflejarse. Entre la Conciencia en sí pura y la Conciencia en sí reflejada como conciencia, dice Maharaj, hay un abismo que la mente no puede traspasar. ¡El reflejo del sol en la gota de rocío no es el sol!
La conciencia manifestada está atada al tiempo, ya que desaparece tan pronto como llega a su fin la estructura física que habita. No obstante según Maharaj, es el único “capital” con que nace un ser sensible. Y dado que la conciencia manifestada es su único vínculo con el Absoluto, se convierte en el único medio por el cual el ser sensible puede esperar conseguir una liberación ilusoria del “individuo” que cree ser. Siendo uno con su conciencia y tomándola como su Atma, su Dios, el ser sensible puede confiar en alcanzar lo que considera inalcanzable.
¿Cuál es la sustancia real de esta conciencia animante? Debe ser, claro está, un material físico, pues no puede sobrevivir en ausencia de una forma de este tipo. La conciencia manifestada puede existir sólo mientras su morada, el cuerpo, se conserve sana y habitable. Aunque la conciencia es un reflejo del Absoluto, está atada al tiempo y requiere para su sostén del alimento material, compuesto por los cinco elementos, que forman el cuerpo físico. La conciencia reside en un cuerpo saludable y lo abandona cuando éste va a morir y se deteriora. El reflejo del sol únicamente puede ser visto en una gota de agua clara, nunca en una de agua turbia.
Maharaj dice a menudo que podemos observar la naturaleza y función de la conciencia en nuestros estados cotidianos de sueño profundo, sueño y vigilia.
- En el sueño profundo, la conciencia se recoge, por así decirlo, en un estado de reposo. Cuando se encuentra ausente la conciencia, no hay sentido de la existencia o presencia de uno mismo, mucho menos de la existencia del mundo y sus habitantes, ni idea alguna de liberación y esclavitud. Esto sucede porque el concepto mismo de “yo” se halla ausente.
- En el estado de sueño con sueños, comienza a moverse una chispa de conciencia -uno no está del todo despierto aún- y entonces, en una fracción de segundo, se crea en esa chispa de conciencia un mundo entero de montañas, valles, ríos, lagos, ciudades y pueblos con construcciones y gente de edades diversas, Un mundo en que aparece la persona misma que sueña. Y, lo que es más importante, ¡el que sueña no tiene control sobre lo que hacen las imágenes que ve en su sueño! En otras palabras, en una fracción de segundo se crea un nuevo mundo viviente producto tan sólo de la memoria y la imaginación con un solo movimiento de esa chispa de conciencia. Imagínense, dice Maharaj, por lo tanto, el extraordinario poder que tiene esta conciencia, una sola chispa de la cual puede contener y proyectar un universo entero. Cuando despierta el que sueña, desaparecen el mundo y los personajes soñados.
¿Qué sucede cuando terminan tanto el estado de sueño como el de sueño profundo y reaparece la conciencia?
La sensación inmediata es entonces la de existencia y presencia, pero no de “mi” presencia sino de la presencia como tal. Empero, en seguida se hace cargo la mente y crea el “yo”, concepto que da lugar a la conciencia del cuerpo.
Maharaj dice con frecuencia que estamos tan acostumbrados a concebirnos como cuerpos con conciencia que nos resulta muy difícil aceptar, o al menos entender, la condición real. En realidad, es la conciencia la que se manifiesta en un sinfín de cuerpos. Por consiguiente, es esencial percatarse de que nacimiento y muerte no son sino el principio y el fin de una serie de movimientos de la conciencia, los cuales se interpretan como sucesos en el tiempo y el espacio. Si podemos darnos cuenta de esto, podremos darnos cuenta también de que somos Ser, Conciencia y Bienaventuranza puros en nuestro estado original, y cuando estamos en contacto con la conciencia, sólo somos testigos, completamente separados, de los diversos cambios que en ella se operan. Este es un hecho indiscutible, pues es obvio que no podemos ser lo que percibimos; el que percibe tiene que ser distinto de lo que percibe.
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