Aunque parezca sorprendente, Maharaj es un magnífico actor. Sus facciones son versátiles y tiene ojos grandes y expresivos.
Cuando está narrando un incidente o discutiendo algún tema, sus rasgos responden de modo inmediato a sus palabras y acciones. Su hablar es fluido, claro y coherente, y al hablar emplea gestos con gran naturalidad. Por consiguiente, una cosa es escuchar una grabación de sus pláticas y otra muy distinta oír su voz vibrante acompañada de los ademanes adecuados. Es, en verdad, un gran actor.
Una mañana, se encontraba entre la audiencia un actor europeo famoso. Maharaj estaba explicando que la imagen que uno tiene de sí mismo es variable; que cambia de un momento a otro conforme varían las circunstancias. Pasó por toda la gama de etapas normales de la vida, describiendo la imagen que de nosotros mismos tenemos cuando niños, en la que nos alimentamos de nuestra madre sin necesitar nada más; después, como adolescentes, rebosando de salud y fuerza y con ambiciones de conquistar el mundo; después viene la etapa de enamoramiento a la que sigue un cansancio por ser el sostén de una familia y tener responsabilidades y, finalmente, la de vejez y enfermedad, con dificultad para abrir la boca e incluso para controlar las funciones corporales. “¿Cuál es el tú real? ¿Cuál de estas distintas imágenes?”, preguntó Maharaj.
La narración de Maharaj estuvo llena de actitudes y efectos de sonido adecuados a las diversas etapas de la vida que iba describiendo. ¡Fue una verdadera dramatización! Nosotros lo escuchábamos con muda admiración, mientras el actor profesional se hallaba pasmado. “Nunca antes había visto una actuación tan brillante”, dijo, aunque no entendió una palabra del tan elocuente lenguaje de Maharaj, estaba simplemente fascinado. En tanto el actor no cabía en su asombro, Maharaj, con un destello malicioso en los ojos, le dijo:
“Soy un buen actor, ¿no?”, y añadió: “¿De verdad entiendes lo que pretendo decir? Se que has apreciado esta breve actuación que he realizado, pero lo que has visto en este momento no es siquiera una parte infinitesimal de lo que soy capaz de hacer.
Todo el universo es mi escenario. No sólo actúo, sino que creo el escenario y los accesorios; escribo el guión y dirijo a los actores. Sí, soy un solo actor que representa los papeles de millones de personas; y, lo que es más, ¡esta función nunca termina!
El guión se está escribiendo todo el tiempo, nuevos papeles se van concibiendo y nuevos escenarios se colocan para muy diversas situaciones. ¿No soy un actor, director y productor maravilloso?
“La verdad -añadió- es que cada uno de ustedes puede decir lo mismo sobre sí mismo.
Pero lo verdaderamente irónico es que, una vez que sean capaces de sentir con profunda convicción que así es, el espectáculo terminará para ustedes.
¿Pueden percibir que cada uno de ustedes es quien representa el papel de todos los personajes de este mundo, o se limitarán al restringido papel individual que se han asignado, viviendo y muriendo en ese papel insignificante?”
Ramesh Balsekar: “El buscador es lo buscado”