El INTENTO por alcanzar el silencio del BOSQUE DE LA MENTE 5/5 (3)

Cuando la mente y el sentir llegan al estado de Testigo, comprenden que ni sujetos ni objetos son reales, que lo único que existe es el Testigo, porque lo que es, es el puro “no-dos”.

¿Quién es ese testigo que aquí aparece?

Sé que está ahí, no quién está ahí. Jamás podré ponerle un nombre.

¿Cómo saber quién es?

Cuando aparece, los animales del bosque enmudecen. Cuando el testigo se levanta y mira, todo patrón de pensamiento y de sentir y todo discurso calla.

La presencia poderosa del testigo impone el silencio completo. Ese silencio dura mientras él está presente. Cuando reanudo el discurso, él ya no está.

El camino es una indagación, una creación irrepetible. Sólo el testigo indaga al testigo, sólo la guía del testigo cuenta.

El testigo guía al testigo incluso cuando no hay silencio en el bosque.

Nada que sea propio del yo puede guiar: ni sus criterios, ni su razón, ni sus deseos, ni su sentir, ni su voluntad.

Lo único que se puede hacer es intentar silenciarse para que aparezca y guíe, sabiendo que la voluntad de silenciarse no será jamás capaz de evocar al testigo.

Otra cosa hay que hacer:

  • – comprender y sentir, con toda claridad, que el testigo siempre está en el bosque, aunque el bosque no se silencie;
  • – comprender que el testigo siempre guía aunque el barullo del bosque impida advertirlo;
  • – comprender que lo que salga de mí, descarría y que lo que salga de mi silencio y de la confianza en el guía, conduce.

¿Qué más se puede hacer?

Tener confianza completa en los niveles innombrables de mí mismo; soltar las riendas del yo para que sea el testigo el que conduzca.

La conmoción del testigo

Cuando se calla el ego, que es callar los recuerdos y es callar los proyectos, ahí está el testigo advirtiendo que la belleza, la inmensidad, la complejidad, la sabiduría y la mente lo invaden todo.

El testigo comprende de inmediato que no hay sujetos ni objetos, que sólo hay “eso no-dual” que yo también soy.

Cuando el testigo que hay en mí, que yo soy, despierta y advierte, el sentirse queda quieto y extrañado.

Ese extrañamiento es una conmoción peculiar, no es como las conmociones a las que el sentir está acostumbrado.

Las conmociones habituales del sentir son semejantes a seísmos de la carne.

Esos seísmos han de tener una intensidad en la escala, suficiente para ser recono­cidos y para generar una incitación a la acción.

El seísmo que provoca el testigo no puede medirse por la escala habitual.

Cuando se han callado los temblores de la escala habitual, la conmoción que provoca el testigo es perceptible, pero más como un aquietamiento que como una sacudida. Es una conmoción que se resuelve en un aquietamiento poderoso. Ese aquietamiento no está ordenado a la acción.

La conmoción del testigo, calla y aquieta el bosque. El bosque quedo y alerta, es transparente y vacío.

Ahí está la presencia. ¿Presencia de qué? ¡Ah, quién lo sabe! Misterio del existir, claro, directo, patente.

El testigo está en mí, no es otro, soy yo mismo. Cuando él se me muestra, el yo se queda quieto, vacío y transparente como los seres del bosque.

 

¿Cómo acceder al testigo y adentrarse en él?

Sólo el testigo lleva al testigo.

Los esfuerzos, las acciones y los métodos del yo están enclaustrados en él y son incapaces de escapar a su giro egocentrado.

¿Qué puedo hacer yo en ese camino?

¿Debo ser conducido y llevado, abandonándome para ello pasivamente a la acción del testigo que conduce al testigo?

Lo único que se puede hacer para acceder al gran silencio es intentar callar las charlas y los barullos del bosque de la mente y del sentir para poder estar así intensamente atento a la posible aparición del Testigo. Él es el único que puede provocar el gran silencio del bosque.

Sólo en el gran silencio del bosque aparece, inmediatamente patente, la gran presencia innombrable.

Hay métodos y procedimientos construidos para callar las charlas del bosque y mantenerse en estado de alerta.

A todos esos métodos se les podrían llamar “métodos de intento” del silencio completo del bosque, porque aunque tengan éxito no llegan más que al intento.

Además de los “métodos de intento” del silencio y la vigilancia, hay otro tipo de procedimientos ofrecidos por los maestros para adentrarse en el gran silencio.

Este segundo tipo de procedimientos, también pueden emplearse como métodos de intento, aunque propiamente no lo sean: consisten en la utilización de lo que dicen los maestros cuando hablan desde el otro lado de la frontera del gran silencio; consisten en la utilización de los símbolos, narraciones, figuras y expresiones que construyen y emplean e incitan a adentrase en el gran silencio del bosque. Esos símbolos, narraciones, figuras y expresiones, despiertan la aten­ción y la vigilancia y motivan y fortalecen el intento.

Esa oferta de los maestros invita a una indagación que conduce a verificar por sí mismo lo que dicen. La verificación supondría la aparición del gran silencio.

Lo que debe quedar claro es que los esfuerzos y la indagación que se pueda realizar desde las capacidades del ego no podrán ir nunca más allá de la línea que marca la categoría de “intento”; siempre serán sólo intentos.

 

Seguir las incitaciones e invitaciones de los maestros, usar los métodos y ofer­tas que hacen, no supone repetir lo que ellos hicieron hasta el punto de llegar a poner los pies en las huellas que ellos dejaron. Es afirmación general de todas las tradiciones religiosas que no hay dos caminos in tenores iguales.

Cuando uno se adentra en el gran silencio del bosque, no deja huellas, porque cuando todo calla, también la posibilidad de dejar y seguir huellas desaparece.

Mientras se está en el estadio de “intentar callar” las charlas del bosque, se puede imitar y se puede seguir a otros. Pero cuando uno ha empezado a andar por el bosque del gran silencio, se pueden utilizar los símbolos, narraciones y expresiones de los grandes maestros para enriquecer y profundizar la indagación, pero se está forzado a hacer el propio camino y, por tanto, se está obligado a tener que reconstruir los propios medios con los que orientar la propia indagación.

El bosque del gran silencio es un reino de gran sutilidad. Quien camina por él, aunque es un viviente, ni sigue huellas ni deja huellas.

Sin embargo, porque es carne y percepción, precisa dar algún tipo de forma al camino que ya ha recorrido para poder poner los pies en él y poder así orientar y esbozar el camino que le queda por recorrer. Su proceder se asemeja al del poeta que cuando expe­rimenta la sutilidad de la belleza precisa darle una forma para poder seguir inda­gándola.

Sin embargo, esas formas que el caminante va dejando detrás de sí y las que utiliza para esbozar su camino en el bosque del gran silencio, que serán una invi­tación y una incitación para los caminantes que vengan detrás de él, no propor­cionan a los que le siguen más que “métodos de intento” para que ellos mismos indaguen y experimenten al Testigo del bosque.

El silencio de la memoria

Silenciar la memoria es la operación clave del silencio.

En el recuerdo del pasado se apoyan los patrones de interpretación de la reali­dad y los proyectos que deciden la comprensión y la acción del presente. Desde la memoria, especialmente desde la memoria inconsciente, el ego lee la realidad para llevarla a su servicio, y construye las expectativas que dirigirán su vida.

Silenciando la memoria se calla todo el aparato de interpretación de lo real que rige el sentir y la actuación. La memoria es el instrumento primero del ego para guiarlo todo a sus intereses.

¿ En qué consiste el silencio de la mente?

Hui Neng sostiene que el término “ausencia de pensamiento” no se refiere a la mente vacía de todo pensamiento sino a la mente libre de toda identificación. La persona silenciada continúa asistiendo a la emergencia de pensamientos, pero ya no se aferra a ellos, no se identifica con ellos.

Los pensamientos sin pensamientos, como la acción sin acción, no es vacío mental y vacío de actuación sino pensamiento no dual y acción no dual.

Extracto del libro: Por los caminos del silencio, Mariá Corbí

Por favor puntúa este artículo