¿Cuál es la diferencia entre uno que está iluminado y otro que no lo está?
No hay diferencia. Todo el mundo está iluminado. Realizar esto es todo lo que se necesita.
¿Eso es todo? ¿Para eso he estado leyendo libros durante tantos años?
Nos gusta estar ocupados: hacer cosas, mejorarnos y resolver problemas. Nos gusta establecer metas y tratar de alcanzarlas. Este hábito también se aplica a nuestra búsqueda de libertad y eso al principio nos da ideas y un poco de espacio interior.
Pero un día te das cuenta de que a través de tu proceso, el progreso y el “trabajar en ello”, realmente se va abandonando. Que lo que anhelas es ya lo que eres. No niegas esto por más tiempo.
Esencialmente no hay nada que adquirir, la auto-realización está más allá de cualquier dominio de alcanzar o hacer.
¿Entonces qué es?
Es una revelación, una realización del misterio indivisible y omnipresente. Es un cambio de perspectiva, un cambio de “Yo” a “Tú”.
Tu punto de referencia se evapora y ya no estás anclado en el “yo”, sino en el corazón de todo.
Entonces, ¿qué le sucede al “yo”?
Te das cuenta de que el “yo” es una suposición, una idea, la primera idea de la cual brotan todas las ideas. El “yo” nunca ha sido. Sólo es imaginado.
El “yo”, la raíz de toda ilusión y sufrimiento, es una separación imaginaria de la totalidad. Hemos llegado a vernos a nosotros mismos como un aspecto de la vida, pero somos la vida misma.
La soledad resultante y el deseo constante empujan a más y más personas a un viaje en busca de la parte que le falta, mientras que todo lo que se necesita es un cambio de perspectiva.
¿Cuál es la diferencia después de haber hecho el cambio?
Tú no haces este cambio. Este cambio se produce cuando tú ya no interfieres. En este cambio, yo no puedo continuar. Simplemente yo me disuelvo y tu ser descansa en Todo.
¿Cómo funciona uno cuando el yo se disuelve?
Llegas a vivir tu mejor vida, donde todas tus cualidades florecen plenamente. Ya nada necesita ser censurado, evitado o suprimido. Estás simplemente presente, simplemente consciente. No hay más lucha ni más miedo.
Entonces, ¿cuál es la diferencia?
“Yo” es la diferencia.
Toda diferencia es resultado de la comparación. Siempre necesitas “dos” para comparar.
“Yo” es el punto de referencia desde donde se mide y compara. Todas tus ideas están determinadas por el punto de vista desde donde miras. Así que todo el mundo siempre tiene razón, porque lo que percibes está relacionado con la posición desde la que miras. Una vez que este punto de vista se disuelve, tu visión se expande completamente y las ideas se convierten en objetos con los que jugar.
¿Qué significa esto?
El “yo” es nuestra entrada al mundo, al conocimiento y al tiempo. Definimos todo basándonos en esta suposición y todos los pensamientos, ideas y opiniones fluyen de ella. Al mismo tiempo, el “yo” es también la entrada al misterio abierto del corazón realizado, el reino del Uno, tu verdadero hogar.
Viviendo este misterio, descansando en ti mismo, produce una cualidad de percepción diferente. Es una presencia abierta donde queda eliminada la necesidad de comentarios compulsivos. Cuando este doloroso sentido de separación y de soledad se evapora y cuando ya no estás gobernado por el punto de vista de carencia, tu vida se vuelve suave, ligera y alegre. Te fundes con todos y todo. Permites que todo sea, y ya nada necesita ser protegido.
¿No es ese el deseo de cada uno?
Cabría esperar que sí. Y muchos entran en el gran viaje interior. Pero, ¿qué ocurre cuando llega el miedo? ¿Te sentirás impresionado y el miedo definirá y dominará tus decisiones? ¿Estás dispuesto a sentirlo todo? ¿Deseas la libertad más que nada? ¿Permites que el amor en todas partes te impregne totalmente?
¿Estás preparado para ser nadie?
Necesitas piernas muy fuertes para poder llevar nada.
¿Qué quieres decir con eso?
Experimentando, sintiendo y pensando, nos damos cuenta de que somos, de que estamos vivos. Buscamos estímulos todo el tiempo en un intento de tranquilizarnos y mantener a distancia el no-ser, la no existencia. Pero un día llegarás a estar cara a cara con el vacío, con la nada y eso puede ser aterrador. Asociamos la “nada” con no estar ahí nunca más, con la muerte. Esto, sin embargo, es un gran malentendido: ¡la nada es una idea!
El vacío es estar sin ideas, o ver la transparencia de absolutamente toda idea. Es morir a la realidad imaginaria del “yo”. Lo que muere en el despertar no eres tú, sino la ignorancia. Lo que muere es la muerte.
¿Y la vida?
Este vacío es llenado con la plenitud de la vida, con todo. Vives como la vida misma y te das cuenta de que la vida no necesita ningún apoyo de ninguna idea o conclusión. Tú eres pura presencia, sin principio ni fin, sin frontera ni centro.
La interpretación, la proyección y la identificación ya no son necesarias. Esta inmediatez, vivir el misterio, es la experiencia directa. Esto es muy íntimo y, al mismo tiempo, muy profundo.
¿Es entonces cuando todo dolor y sufrimiento desaparece?
El dolor es parte de la vida; todo el mundo tiene que lidiar con ello. El sufrimiento es otra cosa; es una identificación con el dolor o resistencia contra él. Ni la identificación ni la resistencia permanecen una vez que te has abierto a la extensión plena y abierta de la vida, tal como es.
Simplemente permite y acepta lo que experimentas y date cuenta de que, esencialmente, no eres afectado por lo que sientes o lo que piensas.
Cuán claramente lo expresó el Mahasiddha Tilopa hace mil años, cuando dijo a su discípulo Naropa: “No estás limitado por lo que estás percibiendo, sino porque te estás aferrando a ello. Así que corta tu apego Naropa!” Y cuando estás capacitado para no aferrarte, no se necesita mucho para despertar a la realización de que nunca has estado limitado y que no hay nadie que se vaya.
¡Qué alivio, al fin en casa, sin duda descansando en la realización liberadora de que nunca has estado lejos de ti mismo!
http://www.advaitainfo.com/dialogos/despertar-un-cambio-de-percepcion.html