Un anciano empresario le regaló a su nieto el juego del Monopoly por su decimoctavo aniversario. Era verano y el joven disfrutaba de sus vacaciones antes de comenzar la carrera de Económicas. Era un chico ambicioso. Quería superar la fortuna acumulada por su abuelo. Por las tardes, los dos se sentaban junto al tablero y pasaban horas jugando. A pesar de la frustración de su nieto, el empresario seguía ganándole todas las partidas, pues conocía perfectamente las leyes que regían aquel juego.
Una mañana, el joven por fin comprendió que el Monopoly consistía en arruinar al contrincante y quedarse con todo. Y hacia el final del verano, ganó finalmente su primera partida. Tras quedarse con la última posesión de su mentor, se enorgulleció de ver al anciano derrotado. «Soy mejor que tú, abuelo. Ya no tienes nada qué enseñarme», farfulló, acunando en sus brazos el botín acumulado.
Sonriente, el empresario le contestó: «Te felicito, has ganado la partida. Pero ahora devuelve todo lo que tienes en tus manos a la caja. Todos esos billetes, casas y hoteles. Todos los ferrocarriles y compañías de servicios públicos. Todas esas propiedades y todo ese dinero… Ahora todo lo que has ganado vuelve a la caja del Monopoly». Al escuchar sus palabras, el joven perdió la compostura.
Y el abuelo, con un tono cariñoso, añadió: «Nada de esto fue realmente tuyo. Tan solo te emocionaste por un rato. Todas estas fichas estaban aquí mucho antes de que te sentaras a jugar, y seguirán ahí después de que te hayas ido. El juego de la vida es exactamente el mismo. Los jugadores vienen y se van. Interactúan en el mismo tablero en el que lo hacemos tú y yo. Pero recuerda: tu dinero, tu casa, tu coche, tu televisión… Nada de eso te pertenece. Todo lo que tienes. Todo lo que posees. Y todo lo que acumules. Tarde o temprano, todo lo que crees que es tuyo irá a parar nuevamente a la caja. Y te quedarás sin nada».
El joven escuchaba cada vez con más atención. Y al captar su interés, el anciano empresario compartió con él una última lección: «Te voy a decir lo que me hubiera gustado que alguien me hubiera dicho cuando tenía tu edad. Piénsalo con detenimiento. ¿Qué sucederá cuando consigas el ascenso profesional definitivo? ¿Cuando hayas comprado todo lo que deseas? ¿Cuando tengas suficiente seguridad financiera? ¿Cuando hayas subido la escalera del éxito hasta el peldaño más alto que puedas alcanzar? ¿Qué pasará cuando la excitación desaparezca? Y créeme, desaparecerá. Entonces, ¿qué? ¿Cuántos pasos tienes que caminar por esta senda antes de que veas a dónde conduce? Nada de lo que tengas va a ser nunca suficiente. Así que hazte a ti mismo una sola pregunta:
¿Qué es lo verdaderamente importante en la vida?».
¿Que harías tú si no tuvieras miedo?: Borja Vilaseca