Cómica y a la vez aterradora “ESCUCHA MENTAL” 5/5 (2)

Nos referimos a ella cuando escuchamos desde nuestros juicios y creencias, desde las etiquetas que ponemos a los demás. A través del dialogo interno de los personajes del vídeo, vemos cómo se van prejuzgando el uno al otro, dando interpretaciones erróneas a acciones sin importancia. Y tan siquiera se hacen preguntas para intentar averiguar lo que sucede en realidad. La escucha previa suele traducirse en conversaciones internas que mantenemos con nosotros mismos, en nuestra cabeza y que, en muchas ocasiones, alimentan nuestro enfado y rabia y no nos dan oportunidad de contrastar lo que creemos con lo que realmente sucede. Nos osurre, por ejemplo, antes de hablar con nuestra pareja sobre un tema importante. Es como si ya fuéramos predispuestos a escuchar “lo que ya sabemos”. De nuestra boca salen cosas como “ya sé lo que me vas a decir”. Esta escucha previa no nos ayuda porque escuchamos sesgados por nuestras creencias, no nos permite construir un diálogo para el entendimiento.

Una situación tan cómica como real que nos sirve para darnos cuenta cómo muchas veces, por no preguntar, por no contrastar con la realidad, perdemos oportunidades o simplemente no somos capaces de arreglar una discusión con un amigo o con nuestra pareja.

También interesante la interpretación que hacemos del otro como amenaza, la emoción del miedo que acompaña a ambos protagonistas. Un temor infundado, muchas veces reflejo del miedo y de la desconfianza que se instalan en la sociedad y que en ocasiones nos impiden construir desde la plena confianza en el otro. Si ninguno de los dos confía en el otro, ¿por dónde empieza a construirse la confianza?

Un hombre quiere colgar un cuadro. Tiene un clavo, pero le falta el martillo. El vecino tiene uno, de modo que decide pedirle al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda:
– ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó como distraído. Quizá tenía prisa. Pero quizá la prisa no era más que un pretexto, y el hombre alberga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no he hecho nada. Algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada cualquier herramienta yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno a negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como este le amargan a uno la vida. Y seguro que se piensa que dependo de él. Y todo porque tiene un martillo. Desde luego, es el colmo.
De modo que el hombre sale precipitadamente hacia la casa del vecino. Toca el timbre. Se abre la puerta, y antes de que el vecino tenga tiempo de decir “buenos días”, el hombre le grita furioso:
-¿Sabe lo que le digo? ¡Que se puede usted quedar con su martillo, sinvergüenza!
(Extraído de “El arte de amargarse la vida“, Paul Watzlawick. Título original: “Anleitung zum Unglücklich sein“)

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