Martes 14 de julio de 1981. Un grupo de tres personas visitaba a Maharaj por vez primera. Aunque languidecía en la cama dada su condición de debilidad extrema, les preguntó si tenían alguna pregunta. Tuvieron una breve plática entre ellos y decidieron hacer sólo una: “Maharaj, los tres hemos hecho durante algún tiempo un cierto sadhana, pero el progreso no parece el adecuado, ¿qué debemos hacer?” Maharaj respondió que el propósito de cualquier esfuerzo es conseguir algo, un beneficio que no se tiene. “¿Qué es lo que ustedes tratan de conseguir?” La respuesta fue rápida y categórica: “Queremos volvernos, como tú, iluminados”. Maharaj se rió incorporándose en la cama. Cuando se le ayudó a ponerse un poco más cómodo con un par de cojines para apoyar su espalda, conminó:
“Es aquí donde radica el error de comprensión: en pensar que ustedes son una entidad que debe lograr algo que los convierta en una entidad semejante a la que creen que yo soy. Es éste el pensamiento que constituye la “esclavitud”, el identificarse con una entidad, siendo que nada, absolutamente nada que no sea dejar de identificarse podrá “liberarlos”.
“Como dije, se ven a sí mismos y a mí como entidades, como entidades independientes; yo los veo, en cambio, como me veo a mí mismo. Ustedes son lo que yo soy, pero ustedes se han identificado con lo que piensan que son -un objeto-y buscan liberarse de ese objeto. ¿No es una gran ironía? ¿Puede un objeto tener una existencia independiente y voluntad para actuar? ¿Puede un objeto estar esclavizado? ¿ Y acaso puede ser liberado?”
El consultante juntó sus manos en un gesto de namaskar y de manera sumamente respetuosa señaló que lo que Maharaj había dicho podía ser incuestionable como ideal teórico, pero que seguramente, aun cuando las personas no puedan ser más que entidades ficticias, meras apariencias en la conciencia, ¿cómo hemos de vivir en el mundo si no es aceptando como bastante “reales” en la vida a las diferentes entidades?
Esta discusión al parecer animó de manera extraordinaria a Maharaj: poco a poco fue desapareciendo la debilidad en su voz. Dijo: “Te das cuenta de lo delicado que es este tema. Te has respondido en tu pregunta misma, pero se te ha escapado la respuesta. Lo que has afirmado es que sabes que la entidad como tal es totalmente ficticia y no tiene voluntad propia; es sólo un concepto. Pero esta entidad ficticia tiene que tener una vida normal. ¿Dónde está el problema? ¿Es tan, tan difícil llevar una vida normal sabiendo que la vida en sí es un concepto? ¿Has comprendido el punto? Una vez que hayas visto lo falso como falso, una vez que te percates de la naturaleza dual de lo que llamas “vida” -que en realidad es vivirlo demás será simple; tan simple como la actuación de su papel que desempeña con entusiasmo el actor, a sabiendas de que sólo desempeña un papel en una obra teatral o en una película, nada más.
“Reconocer este hecho con convicción, apercibir la situación, es la única verdad. El resto es mera actuación”.