Algún tiempo después tuvo una experiencia extraordinaria. De repente, sólo en su habitación, le abrumó el terrible temor de su muerte. El joven Venkataraman, en perfecta salud y sin ningún sufrimiento externo, sintió que su última hora había llegado. Su reacción fue enteramente diferente de lo que cabría esperar. No pidió ayuda, ni buscó a un doctor, sino que tranquilamente se tumbó sobre el suelo, diciéndose a sí mismo: «Me llega la muerte, pero ¿muerte de qué? Mi cuerpo yace sin movimiento, se está volviendo frío y agarrotado, pero yo, mi conciencia, no se ve afectada en absoluto. Yo por lo tanto soy independiente de esta forma agonizante. Yo no soy este cuerpo». Al cabo de un tiempo la vida volvió al cuerpo cadavérico, pero su habitante había cambiado. Su experiencia le trajo la convicción de que su Ser Real era independiente de la forma temporal a la que falsamente llamaba «Yo».
Poco después abandonó Madura, sin dar indicación alguna de su destino, dejando tan sólo una nota para su familia en la que les pedía que no se preocuparan y que no le buscaran, pues les aseguraba que se había embarcado en una empresa virtuosa. Tomando sólo el suficiente dinero para pagar parte de su viaje, viajó por tren y a pie hasta Tiruvannamalai, la ciudad más cercana al Monte Arunachala. Permaneció entonces en los numerosos templos y capillas de alrededor, cortando sus cabellos y rechazando sus vestiduras brahmínes como signo de su renuncia al mundo. Nadie le conocía; estuvo sentado durante días inconsciente de su cuerpo, inmerso en un profundo Samādhi, y al principio él nuevo despertar espiritual trajo consigo una negligencia absoluta acerca de su personalidad externa.
Hambriento y enflaquecido, comiendo sólo los restos de comida que le traían los visitantes que sentían compasión del joven asceta, y sin hablar palabra alguna en su observancia del silencio (mouna), el futuro Gran Rishi empleó largos años de vida extremadamente penosa a los pies del sagrado Arunachala.
La fama del muchacho creció. Ahora se le ofrecía alimento en cantidad, pero él sólo tomaba lo necesario para mantener encendida la llama de su vida física. Su espiritualidad era tal que nadie que tuviera un mínimo de percepción podía acercársele sin reconocer su cualidad única.
Entonces llegaron los primeros discípulos en la persona de diversos Swamis y devotos. En aquellos años de completo silencio nos dejó sus primeras enseñanzas escritas, dirigidas a algunos asistentes fieles que deseaban sus instrucciones. En forma extremadamente concentrada el joven Sabio dio su enseñanza al mundo en dos pequeños libros titulados ¿Quién soy Yo? e Instrucción espiritual.
Esta fase de vida estrictamente ascética en las cuevas de la sagrada colina de Arunachala concluyó ante los repetidos ruegos de sus asistentes, y tomó su morada en un pequeño cobertizo de un claro de la jungla a los pies de la colina.
Mientras tanto su madre y su único hermano viviente, más joven que él, futuro superintendente del Āshram, le encontraron, y le rogaron que volviera a su hogar. Rehusó, pero cuando su madre perdió la casa en la que él nació, y no tuvo a nadie que mantuviera sus días de ancianidad, accedió a que viviera en su Āshram. Se encargó de cocinar para él, sus ayudantes y visitantes, y se convirtió en su alumna. Bajo su guía se cree que ella alcanzó el Samādhi.
Un nuevo período de vida comenzó para el Sabio. De cerca y de lejos llegaron peregrinos y devotos que habían oído hablar de la espiritualidad única de Maharshi. Este nombre le fue conferido por un instruido pandit, Ganapati Sastri, que se sentó a sus pies acosándole a preguntas. Por las respuestas que le dio, reconoció que el joven Santo era del orden más elevado, conocido en la India Como Grandes Rishis o «videntes». Tras la publicación de un libro de Narasimha Swami acerca de la vida y enseñanzas de Maharshi, y tras Viaje a la India Secreta de Paul Brunton aparecido en Londres, comenzó un ininterrumpido flujo de visitantes desde todas las partes del mundo.
Las charlas con peregrinos de todo el país, y sus respuestas a los problemas de éstos, se volvieron famosas. Eminentes intelectuales de Occidente también se sentaron a sus pies, y alguna de sus reminiscencias han aparecido en At the Foot of Arunachala (Al Pie de Arunachala), publicado en el jubileo de sus cincuenta años.
Su hermano se había hecho cargo de administrar los asuntos del Āshram, llevándolos con gran capacidad. Pero Maharshi nunca se preocupó de las cosas temporales y evanescentes. Todas sus posesiones terrenales eran un báculo de bambú, un cuenco de madera para el agua y un taparrabos.
Aparte de los dos pequeños libros antes mencionados, Maharshi escribió algunos himnos con comentarios, en sánscrito, tamil y telugú. Estos han sido traducidos al inglés, algunos con prefacios de eminentes escritores ingleses.
A todo lo largo de su vida el Gran Rishi fue siempre accesible a cualquier visitante. En su presencia no se hacía distinción alguna de casta, tan rígidamente seguida en la India. Los brahmínes se sentaban junto a parias, musulmanes y occidentales. La presencia visible del Espíritu-en-el-Hombre unía al conturbado mundo bajo sus pies. El era supremo, muy por encima de los niveles del entendimiento humano. Esa intangible atmósfera de paz espiritual disolvía todas las dudas en su presencia.
Shadu Mouni
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