Habla Krisnhamurti:
Algunos de ustedes creen en la idea de la reencarnación. Vienen y me preguntan qué creo yo, si la reencarnación es un hecho o no, si recuerdo mis vidas pasadas, etc. Ahora bien, ¿por qué me lo preguntan? ¿Por qué desean saber lo que pienso al respecto? Desean una confirmación más amplia de su propia creencia, a la que consideran un hecho, una ley, porque les brinda una esperanza, un propósito en la vida.
De este modo, la creencia se convierte para ustedes en un hecho, en una ley, y van de un sitio a otro buscando la confirmación de su esperanza. Aun cuando pudieran confirmarla, no puede ser de importancia vital para ustedes, Cualquier cosa que ello pudiera ser para mí, verdadero o falso, lo importante para ustedes es que, por medio de la acción, del vivir, disciernan por sí mismos estos conceptos y no acepten ninguna clase de afirmaciones.
Para la mente, existen tres estadias: “Yo sé”, “yo creo” y “yo no sé”. Cuando ustedes dicen “yo sé”, quieren decir que saben gracias a la experiencia, y que por medio de esa experiencia se han asegurado y convencido respecto de una idea, de una creencia. Pero esa seguridad, esa convicción puede basarse en la imaginación, en un deseo de realizarse personalmente, deseo que poco a poco se convierte para ustedes en un hecho; por eso afirman “yo sé”.
Algunos dicen que la reencarnación es un hecho., y para ellos quizá lo sea, tal como dicen que pueden ver sus vidas pasadas; pero a ustedes, que anhelan la continuidad, la reencarnación les brinda una esperanza y un propósito, y así se aferran a la idea diciendo que es la intuición lo que los impulsa a aceptar la reencarnación como un hecho, como una ley, Aceptan la idea del renacimiento basados en la afirmación de otro, sin cuestionar el conocimiento de esa persona, el cual puede ser imaginación, alucinación o la proyección de un desea.
Al anhelar la propia perpetuación, la inmortalidad, son ustedes incapaces de tener un genuino discernimiento. Si no dicen “yo sé”, declaran:
“Creo en la reencarnación porque explica las desigualdades de la vida”. Nuevamente, esta creencia que, según ustedes, ha sido inspirada por la intuición, es el resultado de una oculta esperanza con su anhelo de continuidad.
Así que, tanto el “yo sé” como el “yo creo” son inseguros, inciertos y no confiarse en ellos. Pero si ustedes dicen: “No sé”, comprendiendo plenamente el significado que ello tiene, entonces hay una posibilidad de percibir “lo que es”.
Hallarse en un estado de no saber, exige un gran desposeimiento y un esfuerzo persistente, pero ése no es un estado negativo; es el más vital y serio de los estados para la mente-corazón que no se aferra a explicaciones y afirmaciones.
Uno puede decir casualmente y con facilidad que no sabe, y la mayoría lo dice Uno oye y lee tanto acerca de la causa del sufrimiento que, inconscientemente, empieza a aceptar esta explicación y a rechazar aquella otra, conforme a los dictados de la satisfacción y la esperanza. Como casi todos tienen mentes obstruidas por creencias, prejuicios, esperanzas y exigencias secretas, es casi imposible para ellos decir “no sé”. Debido a sus anhelos profundos, están tan atados a ciertas creencias que jamás se hallan en un estado de total bancarrota interna; nunca se encuentran en ese estado de absoluto desposeimiento, cuando todos los apegos, las explicaciones, esperanzas e influencias han cesado por completo.
Empezamos a discernir qué es lo verdadero, sólo cuando todo deseo ha llegado a su fin, porque el deseo origina creencias, ideales, esperanzas, que son meros escapes.
Cuando la mente ya no busca seguridad en ninguna forma ni reclama explicaciones ni confía en influencias sutiles, entonces, en ese estado de desnudez interna, existe lo verdadero, lo permanente. Si la mente es capaz de discernir que está creando su propia actividad generada en el deseo, la conciencia cambia con respecto a la realidad. Entonces existe lo permanente; entonces hay un final para la transitoriedad de la conciencia. La conciencia es la acción o fricción entre la ignorancia y las provocaciones externas de la vida, del mundo; y esta conciencia, esta lucha, este dolor se perpetúan mediante el deseo, el anhelo, los cuales crean su propia ignorancia.
Krisnhamurti