Cuando conduce un avión el piloto está al mando. En caso de una tormenta, es decir, de una crisis, se le activarán, como a todos nosotros, los mecanismos fisiológicos del estrés de los que se encarga el sistema nervioso simpático, el impulso de «luchar o huir» ( aceleración del corazón y del pulmón, aumento de la visión, inhibición del estómago y acción intestinal superior al punto de que la digestión se ralentiza o se detiene, dilatación de los vasos sanguíneos de los músculos, etc.). Literalmente no pensamos, solo actuamos, ya que estos son mecanismos que se activan en momentos de crisis. Sin embargo, cualquiera de estos mecanismos pondría en riesgo el avión. Entonces, lo que hace el piloto es activar su capacidad de raciocinio para resolver el problema.
Estar «al mando» no es estar «en control», porque no podemos controlar las circunstancias, sin embargo, sí podemos responder adecuadamente a lo que sucede.
El sistema nervioso autónomo del ser humano consta de dos mecanismos antagonistas: el sistema simpático y el sistema parasimpático. Mientras que el primero es el responsable del aumento de la actividad del organismo bajo condiciones de estrés, el segundo controla el descanso y la relajación, haciendo que el cuerpo genere calma y equilibrio interior. Estos dos sistemas no pueden actuar al mismo tiempo, es decir, funciona uno o funciona el otro. En caso de crisis, el piloto del avión siempre buscará activar el sistema parasimpático a fin de tranquilizarse para pensar inteligentemente cómo llevar al avión a destino.
Ahora bien, ¿qué deberíamos hacer para activar el sistema parasimpático? Veamos:
- Reconocer que estamos nerviosos.
Si el piloto dice: «No siento nada, yo soy un experto», niega su miedo, tiene una actitud arrogante que puede llevar a que el avión se estrelle. Si por el contrario dice: «No puedo, ¡socorro!», tiene una respuesta emocional casi infantil. El miedo lo lleva a huir. La actitud de una persona madura es decir: «Sí, estoy nervioso y siento miedo, pero tengo que pensar cuál es el problema y resolverlo.» Al aceptar sus emociones, el piloto se relaja (se activa el sistema parasimpático) y puede pensar en el problema para hallar una solución.
- Tomar conciencia de que con estrés no se resuelve el problema.
Como dije anteriormente, en una situación de estrés aparece la respuesta lucha/huida, pero ninguna de las dos sirve. Para poder mantener el equilibrio y decir: «Tengo ganas de huir, siento miedo, pero así no se resuelve el problema», debemos enfocarnos en la solución de ese problema y no dejar que el estrés nos gane. Para lograr esto los pilotos tienen que aprender por experiencia, y para eso se entrenan con simuladores de vuelo. Durante el entrenamiento, ellos aprenden que para hacer frente a determinada emergencia es indispensable que actúen racionalmente. En el simulador practican lo que deben hacer en diferentes situaciones de emergencia para luego estar preparados si tienen que verlas en directo alguna vez. Ganar experiencia y aplomo es la clave. No solo para el piloto, también para el cirujano que tiene que operar o para el futbolista que ya no corre como loco en la cancha, sino que está «bien posicionado». La recompensa es excelencia, aplomo y paz. Así como los pilotos de avión tienen que recordar cuál es su rol, tú también has de saber que eres el piloto que hará que tu casa, tus hijos y tu trabajo prosperen, «lleguen a destino». Otros pueden gritar, enojarse, deprimirse y huir, pero tú tienes que tomar conciencia de que con estrés no se resuelve el problema.
En la antigüedad las espadas para la guerra eran forjadas pasándolas por fuego y agua. Las llamaban «espadas dentadas». Si pasaste por tentaciones y pruebas, estás listo para la batalla.
- Utilizar la racionalidad para determinar cuál es el problema.
En la noche, el piloto de avión se guía por los instrumentos, ellos son el punto de referencia, el punto «racional» que lo guía.
Supongamos que una mujer entra en una panadería a comprar pan y empieza a gritarle a la dependienta. Ante esta situación la dependienta no tiene que poner el foco en la emoción, sino preguntarse rápidamente: «¿Cuál es el problema?» Si el problema está en el pan, ella podría decirle a la mujer: «Señora, no se preocupe, le cambio el pan, pero no me grite.» En este ejemplo estaría poniendo el foco en el verdadero problema, en lugar de responder con emocionalidad ante los gritos de la clienta.
Manejar las crisis
Hay cuatro tipos de crisis que tenemos que aprender a atravesar:
- Crisis evolutivas.
Son las que todos pasamos, como el paso del tiempo, el paso de los veinte a los treinta, de los treinta a los cuarenta, que traen consigo el noviazgo, el casamiento, la llegada del primer hijo, etc. Para enfrentar estas crisis hay que tener flexibilidad para adaptarse y transformarlas en crecimiento, de lo contrario la rigidez nos mantendrá estancados en esa etapa sin poder pasar a la siguiente. Cada etapa tiene su encanto, el secreto es encontrarlo y disfrutarlo. ¡No eches el ancla en ninguna etapa de la vida!
- Crisis accidentales.
Son las inesperadas que sobrevienen de repente por fuerzas ajenas a nosotros, por ejemplo, enfermedades, mudanzas, accidentes. Un error común en este tipo de crisis es querer encontrar un culpable. El foco nunca debe ser encontrar un culpable sino activarnos y hacer algo.
¿ Qué hacer ante una crisis accidental?
Es útil buscar un colchón afectivo, es decir, tenemos que armar redes afectivas que nos acompañen en esos momentos difíciles.
La alimentación psíquica (afecto, ternura, amor) es en estas circunstancias tan importante como la alimentación física.
Usar el FMI, fondo monetario interno, nuestra caja de recursos para sacar las herramientas, las capacidades, el potencial guardado que todos tenemos para afrontar estas situaciones.
Una de las peores amenazas para un submarino es un incendio. El mayor peligro y lo que puede provocar la muerte de las personas a bordo no es el fuego en sí, sino el humo y el dióxido de carbono resultantes de la combustión. Es por esta razón que inmediatamente después de detectado un incendio se pone en marcha un procedimiento llamado «control de averías e incendios». Ya sea que el submarino esté en superficie, en inmersión, en movimiento a profundidad, etc., cada uno de los tripulantes tiene asignada una posición y una tarea específica, por lo que se coloca su máscara y cumple con el rol que tiene asignado para combatir el incendio tal como se ensayó previamente.
- Crisis estructurales.
Son las producidas por nuestro carácter. Por ejemplo, cuando a una persona se la despide de varios trabajos o tiene conflictos con mucha gente, lo más probable es que esa crisis sea provocada por su mismo carácter, por lo que solo puede resolverse con la introspección.
- Crisis de cuidado.
Estas suceden cuando una familia tiene un hijo enfermo o un padre anciano que cuidar. La clave en estas crisis es «cuidar al cuidador», generar un espacio de placer, de diversión, de actividades que energicen al que cuida, a fin de que tenga fuerzas para el momento del cuidado. Es importante que el cuidador busque información profesional para atravesar esa crisis, porque eso lo aliviará y le dará claridad respecto a los pasos a seguir.
Salidas de emergencia
Imagina que estamos en una habitación donde solo hay una salida. Si ocurriese un incendio solo tendríamos una alternativa para escapar, pero si hubiera cuatro salidas, tendríamos más alternativas. Lo mismo ocurre en las crisis: si solo tenemos una salida, estaremos más dificultados para poder escapar. Cuantas más salidas construyamos, más alternativas tendremos para salir de la crisis.
Tres salidas de emergencia que todos debemos construir
- Tener en la agenda diaria tres cosas que nos llenan de energía.
No tenemos que esperar el fin de semana o las vacaciones para hacer las cosas que nos gustan, todos los días debemos hacer tres pequeñas cosas que nos produzcan placer y nos energicen. Dice un refrán griego: «Si usted siempre mantiene el arco tenso, lo romperá.»
- Las amistades.
Cuanto más amplio sea el colchón afectivo, más recursos tendremos para salir de una situación complicada.
- Los espacios sagrados.
Ir a la iglesia, visitar a cierto familiar, ir al gimnasio, salir a correr, etc., son espacios que funcionan como disyuntores. Así como los disyuntores sirven para apagar y evitar la sobrecarga, todos debemos tener varios espacios que nos ayuden frente a las presiones. ¡Valla tus espacios sagrados y no los pierdas por nada!
PREGUNTAS
- ¿ Cómo tenemos que actuar si por algún motivo una pelea no pudo evitarse?
Es aconsejable esperar un tiempo antes de volver a hablar con nuestro «contrincante». Cuando estemos peleados con alguien, intentemos escribirle una carta a esa persona, y en lugar de enviarla, guardémosla un par de días para luego releerla. Si seguimos pensando lo mismo, podemos enviarla. ¡Pero nadie envía esas cartas! La racionalidad nos hace ver las cosas con otro enfoque.
- ¿La respiración puede ayudar a tranquilizarme?
¡Siempre! Respira de manera normal utilizando el estómago en lugar del pecho (respiración abdominal). Para comprobar si lo estás haciendo correctamente, coloca una mano en tu estómago y la otra en tu pecho. La mano sobre el estómago deberá levantarse cuando inhales. Respirar concentrándote en cómo inhalas y exhalas el aire te ayudará a tranquilizarte.
Libro: Nudos Mentales – Bernardo Stamateas