Me parece bastante imposible que todo esto que estoy viendo sea una manifestación de mis deseos ocultos, o sea un sencillo sueño
Imagínate que un hombre tiene que coger un tren a las tres de la mañana y que, al acostarse, piensa: “Me tengo que despertar antes de esa hora para poder coger el tren”.
Entonces, durante la noche, sueña que se despierta a las dos y media, que se acuerda de su viaje en tren, que se levanta de la cama, que se va a la estación, que se sube al tren y que ocupa su asiento. Pero piensa: “Tengo un poco de sueño porque he madrugado mucho esta mañana. Me voy a tumbar y voy a echarme una cabezada”. Entonces, se estira en el asiento y se queda dormido.
A la mañana siguiente, se despierta a las ocho de la mañana en su cama, en su casa, y se da cuenta de que ha perdido el tren, de que todo ese viaje no había sido más que un sueño provocado por el pensamiento de “tengo que despertarme antes de las tres de la mañana”.
Este estado de vigilia que tú consideras real no es más que un sueño que se está desarrollando ante ti, que se aparece y se manifiesta ante ti a causa de algún deseo o miedo oculto. Tus vasanas brotan, se expanden milagrosamente y crean para ti todo un mundo de sueños de vigilia. Considera que todo es un sueño. Reconoce que no es más que una expansión de tus propios pensamientos.
No pierdas de vista al Ser, ese sustrato en el que se proyecta este vasto sueño tan creíble. Si te aferras al conocimiento de “yo soy el Ser”, te darás cuenta de que los sueños también son el Ser y no te quedarás atrapado en ellos.
Puede que la verdad sea eso del “todo es uno”, pero resulta imposible comportarse de la misma forma ante todo lo que hay en el mundo. En la vida cotidiana, uno tiene que discernir y establecer diferencias.
Una vez fui a pasear cerca de los edificios de la Vivienda [viviendas del gobierno construidas en la década de 1970, a unos 300 metros del ashram de Annamalai Suami]. A un lado de un edificio había una zanja para las aguas fecales y, aunque yo estaba bastante lejos de allí, me llegaba su olor fétido. Como no quería tener que soportar ese olor nauseabundo, me fui por otro lado.
En semejantes circunstancias, uno no se plantea que “todo es uno, todo es el Ser” y se pone a chapotear en las aguas fecales. El que uno tenga el conocimiento de que todo es el Ser no quiere decir que tenga que poner su vida en peligro ni que tenga que pasar por sitios insalubres.
Cuando te fundes con el Ser, hay un gran poder que se apodera de ti y que dirige tu vida. Se ocupa de tu cuerpo, te pone en el lugar adecuado en el momento adecuado, te hace decir lo que es adecuado para la gente con la que te encuentras.
Ese poder se apodera de ti hasta tal punto que tú ya no eres capaz de decidir ni discernir nada por ti mismo. Ese ego que va pensando “tengo que hacer esto” o “no tengo que hacer lo otro”, ya no existe. El Ser simplemente te infunde vida y te obliga a hacer todo lo que se debe hacer.
Pero si no estás en ese estado, entonces utiliza tu discernimiento con inteligencia. Puedes escoger entre sentarte en un jardín y disfrutar del perfume de las flores o puedes meterte en esa zanja de la que te hablaba y coger cualquier enfermedad al inhalar sus efluvios.
Por tanto, mientras conserves el ego y el poder de discernimiento que lo acompaña, utilízalo para inhalar la fragancia que sentirás en presencia de un ser iluminado. Cuando pasas un tiempo en compañía de un gñani, su paz se te va metiendo dentro hasta tal punto que, de repente, te das cuenta de que tú también estás sumido en la paz. En cambio, si lo que escoges es pasar el tiempo con personas que tienen la mente llena de malos pensamientos, también empezarán a calarte su energía mental y sus vibraciones.
Yo te digo una y otra vez: “Eres el Ser, todo es el Ser”; pero si ésa no es tu vivencia, puedes crearte problemas si te dedicas a simular que “todo es uno”. Aunque el advaita sea la experiencia suprema, no es algo que pueda poner en práctica una mente que aún percibe diferencias.
Aunque la electricidad es una forma de energía muy útil, también es potencialmente peligrosa y hay que saber usarla bien. No metas el dedo en el enchufe porque piensas que “todo es el Uno”. Para poder tomar conciencia del Ser se necesita un cuerpo que funcione bien. Establecerse en el Ser es la única actividad de esta vida que resulta útil y que vale la pena. Así que, hasta que alcances esa meta, mantén el cuerpo en buen estado. Después, será el Ser mismo el que se ocupe de todo y tú no tendrás que volver a preocuparte de nada. Además, ni tan siquiera podrás porque ya no existirá esa mente que se preocupaba, que escogía y que discernía. En ese estado, ni la necesitarás ni la echarás de menos.
Conversaciones con Annamalai Swami