Imaginemos tres médicos, uno médico investigador, otro médico director y el tercero médico clínico.
¿Cuál es su profesión? Los tres son médicos, tienen la misma profesión. ¿Cuál es la vocación de estos tres hombres? Tienen tres vocaciones diferentes: para el médico investigador la vocación es la curiosidad, porque disfruta indagando, estudiando, observando; para el médico que dirige una clínica la vocación es dirigir, liderar, ya que le atrae el poder, la influencia o el reconocimiento; por último, para el médico que atiende pacientes su vocación es el servicio, ayudar, curar a otros.
La profesión tiene dos objetivos:
- Proveer
- Ejercer la vocación
Si no satisfacemos al menos uno de estos dos objetivos nos sentimos frustrados. Pensemos en un antropólogo: no gana mucho dinero, pero trabaja en lo que le gusta, ejerce su vocación. Consiguió uno de los objetivos. Otro ejemplo podría ser el de un taxista: gana dinero, aunque conducir un taxi no es su vocación. También logró un objetivo. El gran problema viene cuando la persona no gana dinero ni practica su vocación. Si no obtenemos ni vocación ni dinero es imprescindible que busquemos una actividad que genere satisfacción. Por ejemplo, podemos compensarlo con un hobby.
Así, un taxista que trabaja doce horas diarias y no gana suficiente dinero, dedica unas horas a la semana para poder cultivar su hobby. Entonces, aunque no es lo ideal, lo contrarresta con esa actividad que le resulta placentera.
El famoso entrenador de fútbol José Pekerman fue taxista circunstancial durante cuatro años. El oficio le permitía ganar un dinero que invertía en su vocación, el fútbol, al que se dedicaba simultáneamente como entrenador de divisiones inferiores.
La profesión es consciente, mientras que la vocación es inconsciente. La vocación va mutando y es necesario oír por dentro. Está bien que trabajes para ganar dinero, pero en algún momento tu vocación va a aparecer.
Adictos al trabajo
La adicción al trabajo esconde una carencia inconsciente (afectiva o vocacional). Si la persona no descubre cuál es su verdadera necesidad, la adicción irá en aumento.
Un hombre «adicto al trabajo» refuerza su rol de proveedor, porque se siente extraño en casa, es lo único que sabe hacer, tal vez le cueste disfrutar de sus hijos. Perder el trabajo le significaría perder también su rol.
Recuerda esta vieja anécdota:
El hijo le dice al padre que quiere ir al circo que llegará al pueblo y el padre promete llevarlo. El día que va a llevara su hijo al circo lo llaman del trabajo. Entonces le dice al niño:
«Hijo, el circo va y viene.» El niño le responde: «Es cierto, el circo va y viene, pero mi infancia no.»
Imaginemos, por ejemplo, una pareja joven que tiene un hijo. Él empieza a enfatizar el rol de proveedor, trabaja todo el día, y ella provee afectivamente. Ella quiere que él provea afectivamente, pero él se aleja porque está cansado. La lectura de la situación que hace ella es que él «es un egoísta», mientras que él dice «yo me mato trabajando». Ella quiere empatía y cariño, y como él no se los brinda, ella cree que no le interesa como mujer, imagina que él ha puesto los afectos en otro lado y se enoja. Ella siente que ella provee y él no. Sin embargo, él no es adicto, simplemente no interpreta que no es el dinero, sino el afecto, lo que hace falta.
PREGUNTAS
- Soy cajero de un banco, mi trabajo es rutinario y monótono, ¿cómo hago para disfrutarlo?
No veas tu trabajo como una traba, sino como algo que financia eso que sí te gusta hacer. Por ejemplo, el dinero que ganas como cajero te sirve para comprarte la raqueta para jugar al tenis, que es lo que más te gusta. Piensa que si no disfrutas de lo que haces, lo que sí te da placer no lo vas a disfrutar.
- ¿Puede considerarse una adicción dedicar muchísimo tiempo a hacer lo que me da satisfacción?
Hacer lo que te gusta puede causarte presión, pero no te estresará. Por ejemplo, un cirujano cuando opera está bajo presión, pero no se angustia ni se estresa porque él eligió esa profesión y la disfruta. Hacer lo que en verdad amas es «adrenalizante», pero nunca angustiante o agotador.
LIBRO: Nudos mentales