«¡No hay tiempo!» Las gentes estresadas por el tiempo se lamentan de que el tiempo se les «escapa», y tienen miedo de «perderlo» o «desperdiciarlo». Tales personas están siempre preocupadas por «ahorrar» o «ganar» tiempo o por «aprovecharlo». El deseo de «tener tiempo» es grande; pero, si fuese verdadero, se procuraría «pasar» el tiempo. «Darse tiempo» oculta al parecer el peligro de «malgastar el tiempo», y «tomarse tiempo» casi se ha convertido ya en una empresa de lujo. Podrían aducirse muchas otras expresiones de este tipo para ilustrar la actitud frente al tiempo. Todas indican que la gente no se alivia precisamente la vida con el tiempo.
Desde el punto de vista antropológico el hombre puede en principio decidir libremente lo que quiere y lo que no quiere hacer con su tiempo. Sin embargo, algunas observaciones cotidianas más bien imponen la conclusión de que tal libertad de decisión apenas se da. Debido a las obligaciones profesionales y privadas de toda índole parece que estemos en manos del tiempo de una manera más o menos indefensa.
Más de uno saca la consecuencia precipitada de que en el estrés del tiempo cuentan los problemas subjetivos, y hasta psíquicos, del individuo. Echando no obstante una mirada en derredor nos tropezamos por doquier con personas afectadas por el tiempo. Por lo mismo no puede tratarse simplemente de una cuestión personal; sería mejor decir que el problema del estrés del tiempo tiene un origen social.
En los países árabes o en Suramérica encontramos otras…
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