¿Cuántas veces te dijeron «no»? ¿Qué sientes cuando te dicen que no puedes entrar en algún lugar o que un trabajo no se adapta a tu perfil? ¿Alguna vez te declaraste a alguien y te rechazó?
Cuando te dicen «no», se genera una frustración porque no puedes tener aquello que te permite cumplir un deseo o un sueño. Hay un mensaje perverso que nos transmite la cultura que dice: «Debes tener todo lo que desees porque si no serás un fracasado». Como consecuencia de esto, las generaciones más jóvenes crecen creyéndose merecedoras de absolutamente todo lo que quieren, algo que desde luego es irreal, ya que nadie logra satisfacer todos sus deseos.
Los adultos somos prisioneros de la sociedad que nos vende que la satisfacción de los deseos a través del consumo es sinónimo de realización personal. En realidad, son cosas bien distintas. El deseo es una emoción superficial, basada en los sentidos. Es «darse un gusto». La realización personal es otra cosa. Se basa en planes internos, profundos, que se proyectan en el tiempo. La sociedad de consumo nos dice que podemos tener todo ya. Entonces cuando llega la frustración, es decir, cuando nos dicen que no a algo, eso nos duele. Tenemos que saber que no todos los deseos pueden ser satisfechos, y no debemos confundir deseos con realizaciones personales.
¿Qué sucede cuando nos frustramos porque no alcanzamos esa meta que deseamos y que la sociedad nos obliga a lograr? Las reacciones más comunes son:
La rabieta.
Cuando un bebé quiere satisfacer todos sus deseos, pero sus padres se niegan a ciertos requerimientos, el niño pilla una rabieta, llora y grita. Tal es la insistencia del bebé con sus berrinches que en muchos casos los padres terminan cediendo en los límites con el niño. Algunas personas, cuando alguien les dice que no, se enrabietan del mismo modo que un bebé, porque tienen la creencia de que todo el mundo tiene que girar a su alrededor: «Me tienen que tratar bien, porque si no lo hacen me frustro y me enrabieto».
La impulsividad.
Frente a la frustración hay personas que, en cambio, reaccionan de manera impulsiva. Gritan y se enfadan con facilidad, tienen una actitud infantil. Están convencidas de que nadie les puede decir que no. La vida les tiene que satisfacer al instante todo lo que ellos reclamen, porque ese es el mensaje que les ha enseñado la cultura.
El odio.
Sentir odio implica estar atascados en una frustración que no soportamos. Tal es el caso de algunas personas divorciadas que se quedan estancadas en el odio y quieren destruir a su expareja debido a la frustración que les genera el haber fracasado.
La resignación.
Existen personas que, por haber recibido tantos «no» en su vida, se deprimen y se resignan: «Desde que nací me dicen que no. ¡Me rindo!» o «Me rindo, este debe ser el destino que Dios quiere para mí», son sus pensamientos.
¿Cómo podemos reaccionar positivamente frente a la frustración?
Consideremos como ejemplo esta situación:
Tengo que ir al aeropuerto a tomar un vuelo rumbo a España. Había acordado con un amigo que pasaría a buscarme en su coche para llevarme al aeropuerto, pero un par de horas antes del vuelo este amigo me llama para decirme que no podrá llevarme. ¿Qué hago?
Veamos las opciones:
Explotar hacia fuera: llamo a mi amigo y lo insulto a gritos.
Explotar hacia dentro: me autoagredo y me hago la víctima: «Soy tonto, yo tengo la culpa de que siempre me pasen estas cosas». Analizo la situación y concluyo que el culpable soy yo, siento ira hacia mí mismo, me considero menos.
Resignarme: me digo: «Dios sabrá por qué me pasa esto. Será otro día».
Activar el pensamiento creativo: llamo a otro amigo, tomo un taxi, cambio el vuelo, etc.
Ante una frustración siempre hay dos salidas: afrontarla o esquivarla. Muchas personas buscan huir del dolor recurriendo a las adicciones. El camino correcto para resolver la frustración es otro: activar nuestra creatividad. Hay mucho que sí tenemos y que podemos usar a nuestro favor. Son muchas las capacidades internas que, cuando decidimos que una situación difícil no nos ganará, se ponen en marcha para crear nuevas soluciones y permitirnos hacer las paces con nosotros mismos. Tenemos que aprender a frustrarnos y a reconvertir esa circunstancia para no caer en la impotencia.
Nunca andes por el camino trazado, pues te conducirá únicamente hacia donde los otros fueron.
Alexander Graham Bell
No se trata de rebelarse ante el límite, sino de cambiar la estrategia. No se trata de resignarse, sino de intentarlo por otra vía. ¡Es de necios repetir de la misma manera algo que nos ha salido mal y pretender obtener un resultado distinto!
Tolerar la frustración es una habilidad que se desarrolla. La frustración forma parte de la vida. No podemos evitarla, pero podemos aprender a manejarla y a superarla. Para tolerar la frustración tenemos que aprender del fracaso. ¡Las mejores cosas de la vida nos pasan a partir de que aprendemos de nuestros fracasos! Como dijo el gran campeón argentino de ajedrez Roberto Grau: «Una partida perdida me enseña más que cien partidas ganadas».
Libro. Mas gente Tóxica – Bernardo Stamateas