(Discurso de Lin Chi)
Todos ustedes son unos inútiles, pero eso es poco decir. No puedo evitarlo, tengo que mencionar lo que más define a todos ustedes: son unos farsantes. Vienen aquí al monasterio para fingir que son muchachos responsables y devotos del Buda. Trabajan y trabajan con ahínco, mantienen encendida la esperanza de llegar a ser un buda en algún futuro cercano. Por favor, no me hagan reír. Jamás serán budas en el futuro porque ya lo son ahora, rapados miserables. Y todo lo que hacen no es más que un desperdicio. Pero no se puede evitar que lo hagan. Eso es lo más cómico de todo. Cada cual hace lo que quiere pero no es el dueño de su vida. Vayan a donde vayan, sus deseos se verán frustrados. Hagan lo que hagan, el resultado será que siempre terminarán con las manos vacías. Están perdiendo el tiempo y pretenden que yo también lo pierda con ustedes. Por suerte, yo no me preocupo más por conseguir nada, así que los dejo que se choquen las cabezas entre ustedes y paso mis días de diversión en diversión.
Todos ustedes son unos inútiles, pero eso es poco decir. No puedo evitarlo, tengo que mencionar lo que más define a todos ustedes: son unos farsantes. Vienen aquí al monasterio para fingir que son muchachos responsables y devotos del Buda. Trabajan y trabajan con ahínco, mantienen encendida la esperanza de llegar a ser un buda en algún futuro cercano. Por favor, no me hagan reír. Jamás serán budas en el futuro porque ya lo son ahora, rapados miserables. Y todo lo que hacen no es más que un desperdicio. Pero no se puede evitar que lo hagan. Eso es lo más cómico de todo. Cada cual hace lo que quiere pero no es el dueño de su vida. Vayan a donde vayan, sus deseos se verán frustrados. Hagan lo que hagan, el resultado será que siempre terminarán con las manos vacías. Están perdiendo el tiempo y pretenden que yo también lo pierda con ustedes. Por suerte, yo no me preocupo más por conseguir nada, así que los dejo que se choquen las cabezas entre ustedes y paso mis días de diversión en diversión.
“Cada cual hace lo que quiere, pero no es el dueño de su vida”. Esta frase del maestro erizó los cabellos mochos de Wei Po. Fue como un relámpago interminable de comprensión que se le coló con la respiración y no lo dejó en paz durante días y días. Wei Po quedó sin parpadear. Atónito, despierto. Fue como si hubiera visto al Buda en persona.
(Ya se sabe lo que dice Lin Chi: “Si ves al Buda, mátalo”. Pero en esos momentos, para Wei Po, hubiera sido imposible. ¿Cómo dejar a un lado semejante revelación?)
No pudo pegar un ojo, noche tras noche. Su cuerpo, su alma, su vida entera ya no era su vida. Todo se había convertido en una gran pregunta sin respuesta. Tenía un koan sin haberlo buscado.
Vita Preziosa
“La leyenda de Wei Po”