Hay un Orden en todas las cosas, tanto internas como externas, que nada ni nadie puede desordenar. Por muy desordenado que seas… A simple vista, no se ve. Aparenta caos. Aparenta incorrección. Aparenta error. Pero si miras con desnudez, ahí está. Bailando en perfecto equilibrio con sí mismo.
¿Te imaginas que no hubiera nada fuera de lugar? ¿Te imaginas que pudiésemos contemplar la Realidad tal y como es y no tal y como nuestra mente juzga que sea?
Tenemos la falsa creencia (¿hay alguna creencia que no sea falsa?) de que el Mundo (interno y externo) DEBERÍA comportarse de una determinada manera. Manera que ha sido coloreada, a su vez, con nuestra manera… educativa, generacional, religiosa, espiritual y cultural; que, a su vez, de nuevo, lo ha sido por otra “manera”. Lo cual ya nos puede hacer intuir la poca VERDAD que surge de “mi manera de”.
Es como decir que los adornos del árbol de Navidad que le hemos añadido SON el ABETO. Cuando simplemente son unos complementos que le hemos colocado para darle una identidad. Identidad que provoca que dejemos de VER al Abeto para pasar a ver un “árbol de Navidad”.
Pues eso es lo que hace continuamente nuestra mente a través de nuestros sentidos. Darle un sentido a la realidad que nada tiene que ver con La Realidad.
Esos pensamientos son inevitables. Yo tengo miles a lo largo del día del tipo: “esto está mal”, “aquella es así o asá”, “eso no tendría que ocurrir” o en modo positivo, que viene a ser igual de irreal que el negativo, aunque suene más bonito y aunque nos digan que lo bonito es “lo que tiene que ser”.
Lo que sí se puede es SER CONSCIENTE de ellos y SABER que TODOS son falsos. Tanto los que me elevan al cielo como los que me bajan al infierno.
Cuando yo estoy con una persona y me viene el pensamiento “que fea es” o “qué guapa es” no es algo que yo haya elegido pensar. Ha sucedido espontáneamente porque nuestra mente así lo ha decidido. Pero yo no tengo por qué creerme ese pensamiento y reaccionar ante él.
No creerme todo lo que me cuento es un acto de Humildad
Lo hacemos constantemente, sin darnos cuenta. Nos juzgamnos a nosotros, juzgamos a los demás, al Mundo y a la Vida como si un juicio, del tipo que sea, tuviese algo de VERDAD en él. Y vamos con esas no-verdades por delante, alzando puños y banderas y misiones y metas, como si LO QUE ES no fuese “lo que tiene que ser”.
Estamos tan engañados por nuestra propia mente, tan ciegos de lo que la Realidad Es, que ni siquiera nos paramos a cuestionarnos. Y LA VERDAD, que sólo hay UNA, aunque nuestra mente nos haga creer que cada uno tiene la suya, no puede alcanzarse sin ponernos en duda.
Hay que saber distinguir muy bien “mi verdad” de La Verdad. Convivimos con ambas. Una es relativa y otra Absoluta. Una es superficial y otra profunda. Yo tengo mis gustos, mis preferencias, mi personalidad, mis virtudes, mis defectos, mis valores, mis principios, mis juicios. Pero SÉ perfectamente que esos “mis” no tienen nada que ver con esa VERDAD eterna a la que tan pocos hacen alusión.
La mayoría están “trabajándose” sus verdades para (ob)tener “la mejor verdad de sí mismo”. Pocos son conscientes de que el “clic” está en COMPRENDER que “la mejor verdad de uno mismo” es otra mentira más porque está basada en los mismos juicios que te decían que eras “la peor versión de ti mismo”. Un juicio, un adorno, un complemento, una identidad, una etiqueta, SIEMPRE va a ser falsa. Jamás te va a decir quién eres.
Es como si creyésemos que un Abeto es más (mejor) abeto si está envuelto en luces de colores que si está bañado en basura.
El Abeto será siempre abeto. El disfraz externo es lo que es falso y en lo que estamos poniendo toda nuestra atención: en creernos, de nuevo, que la Iluminación es un estado de perfección del disfraz (de los adornos) cuando la Iluminación es la COMPRENSIÓN de que el Abeto ya ES Iluminado de por sí. Ya es perfecto. Ya está “evolucionado”. Nunca dejó de ser Abeto. Y que es indiferente el vestido que lleve, que le pongamos, porque siempre es, ha sido y será LO QUE ES.
Cuando Comprendes esta VERDAD, dejas de intentar ser (sentir y pensar) otra cosa de la que eres en cada instante. Primero, porque sabes (certeza absoluta) que todo es perfecto tal y como sucede. Y segundo, porque sabes (certeza absoluta) que “tú” no intervienes en nada, aunque aparentemente lo hagas con tus “libres” decisiones.
Bueno, en realidad, no es exactamente así. Sí que aparecen esos pensamientos de ser de otra manera y, en ocasiones, te los crees. Son creencias inconscientes también. Pero hay un FONDO en el que esa VERDAD está muy asentada y vuelves a ella una y otra vez.
Existe un ORDEN que desordena a su antojo, sin un motivo, sin una razón. Sólo porque “así es”.
¿Sabes cuando te pones a bailar sin la intención de hacer un baile concreto, sin seguir unos pasos o una técnica? ¿Simplemente desapareciendo “tú” y dejándote llevar por la música, por el ritmo, por el sonido…? ¿O cuando dibujas “sin pensar” lo que estás dibujando o lo que quieres dibujar, como hacen los niños, garabateando sin un objetivo? Pues así es como sucede La Vida. Siendo, cada uno de nosotros, esa Vida también.
Hay un FLUIR en cada caos, en cada tormenta, en cada desastre, en cada muerte, en cada dolor, en cada pena, que CREA la Vida tan Perfecta como ES. Sin una intención de perfección. Sin una intención de mejora. Sin una intención de evolución. Sin una intención de Regresar a un lugar del que nunca se fue.
No hay nada correcto o incorrecto. Sólo interpretaciones de una mente cuyo funcionamiento desconocemos. Sólo una VERDAD que hemos adornado con luces de “mi verdad”.
¿Eres capaz de ASUMIR que “tu verdad” no es La Verdad?