No soy mi historia 4.71/5 (7)

Por lo general, cuando entras a una habitación donde hay otra persona, tu reacción inmediata es la de presentarte; ni tú ni la otra persona se quedan mirando el uno al otro sin decir nada. En términos de conocimiento, el no presentar la información a la mente implica un problema, pues la manera en que estamos condicionados para interactuar exige que se intercambie información sobre nuestras identidades respectivas. No podemos funcionar en el mundo “real” sin saber con “quién” estamos tratando. Esta información puede llegar de forma indirecta por inferencia o directamente como afirmaciones sobre el ser. Dudo que alguna vez te hayas encontrado a un completo extraño que se presentara a sí mismo como conciencia no dual, ordinaria, no nacida y libre de acción y apego. Estas son las palabras que más adecuadamente describen al ser que mora en el cuerpo que se presenta frente a ti; sin embargo, esto no es lo mismo que la persona dice.

La situación es un poco más complicada porque, a pesar de que el sí mismo no proviene de ninguna parte, uno de los primeros detalles que surge en una conversación es precisamente de dónde es que llegó. Aunque es no nacido parece tener un padre y una madre. Aunque es libre de todo parece pensar que está atado a un lugar, una vivienda, una pareja y una descendencia. Aunque no es un hacedor de acciones porque no hay nada más que el ser, te dice que se necesitan realizar ciertas acciones. Aunque nada nunca le ha sucedido, puede entretenerte por siempre acerca de cosas que han ocurrido: “mi madre hizo esto, mi padre hizo esto y entonces yo … ” Posee una larga historia que contar.

 

Y la historia contada pretende ser algo que se añada a esa conciencia que está delante de ti agitando su aparente lengua. Se tiene la creencia de que “yo” soy esa historia. Pero no hay ningún signo de igual entre la historia y yo. Si reunieras todas las cosas que te han pasado a “ti” a lo largo del tiempo, así como los distintos pensamientos que tuviste al respecto, ¿eso equivaldría a ti?

 

Si todas esas palabras con las que pretendes describirte se refieren a algo real, sus referentes podrían al menos experimentarse aquí en este preciso instante. Lo que sí está presente por completo es la realidad, es decir la conciencia, tú mismo. Pero las historias acerca de ti no son más que palabras que, en apariencia, las representan. Ni siquiera están pegadas a tu cuerpo como para que alguien pudiera tocarlas ni circulan alrededor de ti como una nube de mosquitos que pueda ser observada. Son solo palabras que provienen de ti y que de inmediato se disuelven en el aire.

Es imposible encontrar una identidad verdadera en los sucesos de nuestra vida, sin importar que estos hayan sido reales o imaginarios. Mi historia, la idea que tengo de mí mismo, no es lo mismo que yo. Si quieres saber quién eres, ignora la historia. Aquello que queda es lo que eres, conciencia única y simple, el ser. No hay dos como tú ni tres ni diez como tú. Por siempre habrá una sola conciencia ordinaria y presente.

 

Nos encontramos frente a otro punto importante de la enseñanza porque todo lo que hemos leído o escuchado, particularmente en los testimonios superficiales de una multitud de seres que se hacen llamar iluminados y que inundan el mercado con sus libros, sus videos y sus páginas web, nos ha convencido de que lo que buscamos es algún tipo de experiencia increíble y maravillosa que transformará nuestra vida, algo que, se supone, nos convertirá en superindividuos iluminados y nos dará una vida con la que ahora solo podemos soñar. Sin el hiperbólico materialismo espiritual que se hace pasar por conocimiento en estos días, el mundo espiritual se reduciría al tamaño de una semilla y los gurus modernos tendrían que salir a buscar trabajos normales. La idea de que el reconocimiento del ser es algo especial (sí lo es, pero no en la manera en que lo imaginas) es el impedimento más grande que existe para la iluminación.

James Swartz

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