Cada enseñanza de Vedanta es tan importante como el resto, pero el tópico de los vasanas es primordial, porque cumple la función de identificar a tus aliados y enemigos en la batalla de la vida. Mientras ignoras tu plenitud, te dedicas a buscar objetos que, según tu parecer, te completarán. Te dedicas a perseguir ciertas cosas y a evitar otras más.
Tus acciones están motivadas por el miedo y el deseo. Cuando te conduces a través de este sentido de carencia (miedo) y el deseo que este provoca, la acción deja un rastro sutil. En el momento en que estás actuando, no te das cuenta de que la acción provoca resultados invisibles, más allá de la experiencia inmediata. El resultado invisible se llama vasana, un término sánscrito que se refiere a “rastro” o “fragancia”.
Así como una flor va acompañada del aroma, las acciones son seguidas por algo que no percibimos de manera directa. Mi maestro solía llamar a los vasanas” las huellas de nuestras acciones”. Visto de esta manera, es como si caminaras sobre la límpida playa de la vida mientras vas dejando el surco de tu paso entre la arena. Debido a que las marcas quedan atrás no puedes verlas, pero eso no significa que hayan desaparecido. Volverán a ti tarde o temprano. Entretanto, permanecen en el cuerpo causal, al que también llamamos cuerpo “semilla”, porque es la causa de nuestros pensamientos, emociones y acciones.
Cuando tienes relaciones sexuales y sientes un gran disfrute, la acción puede haberse terminado en lo físico pero continúa en otra forma. Nadie que lo haya practicado y disfrutado se conformó con hacerlo solo en una ocasión. Acaso te dediques a cualquier otra actividad por un rato, pero eventualmente, mientras haces otra cosa, el deseo vuelve. Si el sexo sirviera para completarte en verdad, no sería necesario más que una vez. Sin embargo, la razón por la cual estás interesado en repetirlo es porque te sientes incompleto. Los deseos por objetos que reposan ocultos en tu interior y que eventualmente surgen a la luz son llamados vasanas. Esto también se refiere a los miedos. Cuando has tenido una mala experiencia, pondrás gran parte de tu atención en evitar que se repita. En pocas palabras, podemos decir que tus vasanas son tu condicionamiento, tus tendencias, aquellos objetos y actividades hacia los cuales te sientes atraído y repelido.
Todo cuanto se mueve en la realidad aparente es impulsado por vasanas. Los vasanas no son inherentemente buenos ni malos. Son semillas, son el conocimiento que mueve a la Creación. lsvara es la causa de los vasanas. Nada ocurre en la Creación sin un vasana. Los que te impulsan hacia situaciones placenteras se convierten en vasanas “buenos”, mientras que los que te llevan a situaciones desagradables se vuelven “malos”. El beber alcohol, por ejemplo, es un vasana muy agradable para algunas personas y un vasana muy doloroso para otras.
Un vasana es el impulso de una acción pasada, es la tendencia a la repetición. Se trata, pues, de un término puramente técnico. Aclaro esto con el objetivo de contrarrestar la idea de que los vasanas son solo negativos. Esta creencia ha provocado otro concepto frustrante con respecto a la iluminación: se piensa que la iluminación solo sucede cuando todos los vasanas han desaparecido. Sin embargo, las personas iluminadas tienen vasanas. Si estás vivo, tienes vasanas. Cuando los vasanas se terminan, uno muere.
No hay nada intrínsecamente correcto o incorrecto en la repetición de un comportamiento particular. Algunos hábitos son útiles y otros no lo son, dependiendo de la meta que se está buscando. Como indagadores que practican la discriminación estamos interesados en la psicología detrás de los comportamientos, no en el comportamiento en sí, aunque hay algunos actos que exceden los límites, pues violan las reglas universales al causar daño a los demás, como herir, robar y engañar. La psicología básica que motiva la mayoría de nuestros comportamientos inútiles se relaciona con el miedo, se trata del sentido de carencia.
Un vasana relacionado con la comida es algo natural. Se trata de lsvara manteniendo el cuerpo. Uno come para vivir. No obstante, cuando comemos para calmar emociones negativas, el vasana se transforma en un problema, pues ahora está ocultando la motivación inicial. En lugar de comer para vivir, comienzo a vivir para comer. Con una mente clara podría darme cuenta de que estoy intentando usar la comida para resolver un problema que no puede ser resuelto con comida y, en consecuencia, comienzo a buscar la solución por otro medio. Sin embargo, cuando tengo una mente confundida, y veo que la comida me da alivio temporal, no tengo empacho en seguir utilizando la comida para lidiar con mis emociones. Y cuando el vasana se repite una y otra vez, el comportamiento que se le asocia se vuelve aprisionador.
La sensación de aburrimiento es consecuencia de responder de manera habituada a las cosas, pues no es placentero comportarnos como robots cuando somos seres iluminados por la conciencia. El hábito impulsado por un vasana se convierte en una obsesión o una compulsión, lo cual puede desembocar en una adicción. Llamamos a estos estados de deseo y apego, vasanas “aprisionadores”. A estas alturas la persona no está comiendo comida, sino que está siendo comida por esta. Desde luego que el ejemplo con “comida” representa cualquier otro comportamiento, motivado por los vasanas, que nos haga sentir bien.
Vedanta no funciona con quienes sufren de adicciones o compulsiones, a menos que estas hayan llevado a la persona a “tocar fondo”. Tocar fondo quiere decir que ya no queda el deseo de defender el comportamiento adictivo y, en cambio, hay un deseo ardiente de eliminarlo. Si la persona no ha llegado hasta allí, aún carece de la apertura suficiente para la solución espiritual. Aunque pueda encontrarse hablando sobre la liberación, el comportamiento adictivo muestra que el problema fundamental persiste: ausencia de conocimiento del sí mismo. Esta es la razón por la que las Escrituras dicen: “Que el sabio no intervenga en la mente del ignorante”. Dar sermones a aquellas mentes que yacen bajo el hechizo de los vasanas aprisionadores es una pérdida de tiempo, puesto que se hallan tomadas por dichos vasanas. Por ejemplo, si tienes una conversación con un borracho, esta puede llegar a ser maravillosa y significativa, pero no es posible construir una relación sobre esta charla al día siguiente, porque la persona con la que se habla entonces no es la misma que se conoció el día anterior. De hecho, antes no habías estado conversando con la persona sino con el vasana del alcohol. Y desafortunadamente los vasanas no son conscientes.
James Swatz
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