Independientemente de que esté “despierto” o “dormido” hay, en usted, un tipo de conciencia que permanece esencialmente igual. “Despierto” o “dormido”, uno es, en ambos casos, consciente. Independientemente de que esté despierto o dormido hay, en ambos casos, algo de conciencia, de despertar o de darse cuenta. Uno es, de algún modo, la misma conciencia, la misma identidad, el mismo Yo Soy que cuando está despierto, o, dicho en otras palabras, hay algo inmutable y que permanece igual independientemente de que esté “dormido” o “despierto”. Y esta sensación de identidad, esta conciencia, es muy diferente de la que caracteriza al ego estándar del estado de vigilia ordinaria identificado con el cuerpo físico. Algo está pasando aquí ¿De qué se trata?
Lo que pasa es que uno está aproximándose a su Yo Verdadero, a su Yo Real, a lo que el Zen denomina su Rostro Original, que los sufíes llaman “Identidad Suprema” y que, según todas las grandes tradiciones, es uno con el Espíritu. Esto significa que, como veremos (y no tardaremos en experimentar directamente), nuestro Yo Verdadero es atemporal y eterno, Nonato e Inmortal y que ni siquiera entra en la corriente del tiempo. Como dice el Zen ―y esto es literalmente cierto―: “¡Muéstrame tu Rostro Original (es decir, tu Yo Verdadero), el rostro que tenías antes de que tus padres nacieran!”. Esto, como ya he dicho, significa que, antes de que sus padres nacieran, antes de que el universo naciera y antes que naciera incluso el tiempo, uno tenía ese Yo Real por el simple hecho de que, siendo un Ahora atemporal y una conciencia presente eterna, no se ve afectado por la corriente del tiempo. Y esa eternidad atemporal se torna más evidente cuanto más se aproxima nuestro centro de gravedad de estado al Testigo vacío (o Yo Verdadero) y a la Conciencia de “unidad” no dual (la unidad del Yo Verdadero con el Espíritu y con el universo entero). (Y hay que recordar que “eterno” o “atemporal” no significa un tiempo interminable, sino un momento sin tiempo, un Ahora o un Presente atemporal. Parafraseando a Wingenstein, “si entendemos que la eternidad significa un momento atemporal o sin tiempo, la vida eterna pertenece a quienes viven en el Presente”. Y, como en breve veremos, el Yo Verdadero está directamente conectado a este Ahora atemporal).
Este estado explica claramente la sensación de un Yo (con mayúscula) que no depende de la identificación con ningún objeto, sino que es radicalmente Libre, Liberado y Emancipado. Se trata de un Yo muy próximo a ese Rostro Original que has sido desde antes de que tus padres nacieran, desde antes del Big Bang, desde antes del tiempo; un Yo ajeno al sufrimiento, la ansiedad, el miedo, el deseo, el apego y el odio; un Yo abierto, claro, libre, transparente y espacioso; un Yo Real, uno con el Espíritu, con el Kosmos y con la Totalidad…
Ken Wilberg