Terminada una vez más la lectura del libro “Yo Soy Eso” de Nisargadatta Maharaj vuelvo a sentir lo mismo que la primera vez de su lectura. ¡Pero qué ha sido esto!.
Hay infinitas formas de combinar las palabras para hacer un relato o explicar un hecho pero Nisargadatta es el mago que las une de forma tal que siempre tocan una parte de ti que sientes como lo más Íntimo, lo más puro, tu callada y sigilosa intimidad.
El texto a continuación es el apéndice del Sr. Friydman a tan excepcional libro, palabras que intentan describir un sentir que no cabe en el pecho.
En la humilde morada de Sri Nisargadatta Maharaj, si no fuera por las luces eléctricas y los ruidos del tráfico de la calle, uno no sabría en que periodo de la historia humana está. Hay una atmósfera de atemporalidad en su minúscula habitación; los temas que se discuten son atemporales —válidos para todos los tiempos; la manera en que se exponen y se examinan también es atemporal; los siglos, los milenios y los yugas se desvanecen y uno trata con asuntos inmensamente antiguos y eternamente nuevos.
Las discusiones que se tienen y las enseñanzas que se imparten habrían sido las mismas hace diez mil años y serán las mismas dentro de otros diez mil años. Siempre habrá seres conscientes preguntándose sobre el hecho de su estar siendo conscientes e indagando sobre su causa y su finalidad. ¿De dónde vengo? ¿Quién soy yo? ¿A dónde voy? Tales preguntas no tienen comienzo ni fin. Y es crucial conocer las respuestas, puesto que sin una completa comprensión de uno mismo, a la vez en el tiempo y en la atemporalidad, la vida no es más que un sueño, impuesto a nosotros por poderes que no conocemos, para propósitos que no podemos comprender.
Maharaj no es un hombre de estudios. No hay ninguna erudición detrás de su sencilla lengua materna —el marathi; él no cita a las autoridades, y las escrituras se mencionan raramente; la herencia espiritual pasmosamente rica de la India esta implícita en él, más bien que explícita. Ningún rico Ashram se construyó nunca en torno a él y la mayor parte de sus seguidores son humildes gentes trabajadoras que anhelan la oportunidad de pasar una hora con él de vez en cuando.
La simplicidad y la humildad son las claves de su vida y de sus enseñanzas; él nunca toma la posición más alta ni física ni interiormente; la esencia del ser de la que habla, la ve en los demás tan claramente como la ve en sí mismo. Admite que mientras él es consciente de ella, otros todavía no lo son, pero esta diferencia es temporal y de poca importancia, excepto para la mente y su contenido siempre cambiante.
Cuando se le pregunta sobre su Yoga, dice que no tiene nada que ofrecer, ningún sistema que proponer, ninguna teología, ni cosmogonía, ni psicología o filosofía. Él conoce la naturaleza real —la suya y la de sus oyentes— y la señala. El oyente no puede verla debido a que no puede ver lo evidente, simple y directamente. Todo lo que sabe, lo sabe con su mente, estimulada por los sentidos. Pero ni siquiera sospecha que la mente en sí misma es un sentido.
El Nisarga Yoga*, el Yoga «natural» de Maharaj, es desconcertantemente simple —la mente, que es todo lo que deviene, debe reconocer y penetrar su propio ser, no como esto o eso, aquí o allí, entonces o ahora, sino como puro ser atemporal.
Este ser atemporal es la fuente de la vida y de la consciencia. En términos de tiempo, de espacio y de causación es omnipotente, puesto que es la causa incausada; es omnipenetrante, eterno, en el sentido de que es sin comienzo, sin fin y siempre presente. Incausado, es libre; omnipenetrante, conoce; indivisible, es feliz. Vive, ama y tiene divertimento sin fin, moldeando y remoldeando el universo. Cada hombre lo tiene, cada hombre lo es, pero no todos se conocen a sí mismos como ellos son, y por consiguiente se identifican a sí mismos con el nombre y la forma de sus cuerpos y los contenidos de sus consciencias.
Para rectificar este malentendido sobre la realidad de uno, el único medio es tomar pleno conocimiento de los caminos de la mente de uno y convertirla en un instrumento de autodescubrimiento. La mente era originalmente una herramienta en la lucha por la supervivencia biológica. Tenía que aprender las leyes y los caminos de la Naturaleza para poder conquistarla. Eso hizo, y eso está haciendo, pues la mente y la Naturaleza, trabajando mano a mano, pueden elevar la vida a un nivel más alto. Pero, en el proceso, la mente adquirió el arte del pensamiento simbólico y de la comunicación, el arte y la pericia del lenguaje. Las palabras devinieron importantes. Las ideas y las abstracciones adquirieron una apariencia de realidad, lo conceptual reemplazó a lo real, con el resultado de que el hombre vive ahora en un mundo verbal, atestado de palabras y dominado por las palabras.
Obviamente, para tratar con las cosas y las gentes las palabras son sumamente útiles. Pero nos hacen vivir en un mundo totalmente simbólico y, por consiguiente, irreal. Para salir de esta prisión de la mente verbal a la realidad, uno debe ser capaz de cambiar su enfoque desde la palabra a lo que la palabra nombra, a la cosa misma.
La palabra que se usa más comúnmente y que está preñada de sentimientos y de ideas es la palabra «yo». La mente tiende a incluir en ella de todo, desde el cuerpo a lo Absoluto. En la práctica, representa como un indicador hacia una experiencia que es directa, inmediata e inmensamente significativa. Ser, y saber que uno es, es lo más importante. Y para ser de interés, una cosa debe estar relacionada con la propia existencia consciente de uno, lo cual es el punto focal de todo deseo y de todo temor. Pues, el propósito último de todos los deseos es mejorar e intensificar esta sensación de existencia, mientras que, en su esencia, todo temor es el temor de la autoextinción.
Indagar en la sensación de «yo» —tan real y tan vital— para alcanzar su fuente es el núcleo del Nisarga Yoga. Puesto que no es continua, la sensación de «yo» debe tener una fuente de la que fluye y a la que retorna. Esta fuente atemporal del ser consciente es lo que Maharaj llama la naturaleza verdadera, el sí mismo real, swarupa.
En cuanto a los métodos para realizar la identidad suprema de uno con el sí mismo real, Maharaj es peculiarmente no comprometido. Dice que cada uno tiene su propia vía a la realidad, y que no puede haber ninguna regla general. Pero, en todas las puertas a la realidad, por cualquier camino que uno llegue a ella, está la sensación de «yo soy». Es comprendiendo el sentido pleno del «yo soy», y yendo más allá de él hasta su fuente, como uno puede realizar el estado supremo, que es también el estado primordial y el estado último. La diferencia entre el principio y el final está solo en la mente. Cuando la mente es obscura y turbulenta, la fuente no es percibida. Cuando es clara y luminosa, deviene un reflejo fiel de la fuente. La fuente es siempre la misma —más allá de la obscuridad y de la luz, más allá de la vida y de la muerte, más allá de lo consciente y de lo no consciente.
Este morar en la sensación de «yo soy», es el Yoga simple, fácil y natural, el Nisarga Yoga. En él no hay ningún secreto ni ninguna dependencia; no se requiere ninguna preparación ni ninguna iniciación. Quienquiera que está perplejo por su existencia misma como un ser consciente y que anhela seriamente encontrar su propia fuente, puede aprehender la sensación siempre presente de «yo soy» y morar en ella asidua y pacientemente, hasta que las nubes que obscurecen la mente se disuelvan y el corazón del ser sea visto en toda su gloria.
El Nisarga Yoga, cuando se persevera en él y se le lleva a su madurez, resulta en que uno deviene consciente y activo en lo que uno había sido siempre no consciente y pasivo. No hay diferencia en tipo —solo en la manera —la diferencia entre un lingote de oro y un glorioso ornamento formado de él. La vida sigue, pero es espontánea y libre, plena de sentido y feliz.
Maharaj describe muy lúcidamente este estado natural y espontáneo, pero de la misma manera que el hombre que ha nacido ciego no puede visualizar la luz ni los colores, así la mente no iluminada es incapaz de encontrar sentido a tales descripciones. Expresiones tales como felicidad desapasionada, desapego pleno de afecto, atemporalidad y acausalidad de las cosas y del ser —todas ellas suenan extrañas y no provocan ninguna respuesta. Intuitivamente sentimos que tienen un profundo significado, e incluso crean en nosotros un extraño anhelo por lo inefable, una premonición de cosas por venir, pero eso es todo. Como dice Maharaj: las palabras son indicadores, muestran la dirección pero no vendrán con nosotros. La verdad es el fruto de la acción seria, las palabras solo señalan el camino.
Maurice Frydman
* Nisarga, estado natural, disposición innata.