El Ser, el conocedor, el Señor de todo, la existencia real es la causa de toda visión en el universo, pero le es imposible verse a sí mismo o conocerse a sí mismo, a no ser por reflexión. Vosotros no podéis ver vuestra cara a no ser en un espejo, y de la misma manera, el Ser, no puede ver su propia naturaleza a no ser que esté reflejada, y todo este universo, por lo tanto, es el Ser, tratando de percibirse a sí mismo. Este reflejo se revela, primero en el protoplasma, luego en los animales y las plantas, y así sucesivamente, en reflectores cada vez mejores, hasta llegar al mejor reflector — el hombre perfecto —. Es lo mismo que cuando un hombre, deseando ver su cara, se mira primero en una pequeña laguna de agua turbia y ve sólo un bosquejo. Luego encuentra agua más clara y ve una imagen mejor, después un pedazo de metal bruñido le hace ver una imagen mejor todavía, hasta que al fin halla un espejo de cristal y se ve reflejado tal cual es. Por consiguiente, el hombre perfecto, es el reflejo más elevado de esa existencia que es ambas cosas, el sujeto y el objeto. Ahora veis el porqué el hombre adora instintivamente todas las cosas, y como los hombres perfectos son instintivamente adorados como dioses en todos los países. Podéis decir lo que queráis, pero ellos serán adorados de todos modos. Esto es el porqué los hombres adoran a las encarnaciones tales como Cristo y Buda. Ellos son las más perfectas manifestaciones del eterno ser. Ellos son mucho más elevados que cualquier concepto de Dios que vosotros o yo podemos tener. Un hombre perfecto es mucho más elevado que tales concepciones. En ellos se ha completado el círculo; el sujeto y el objeto se han hecho uno. En esos hombres todas las ilusiones han desaparecido, y en su lugar adquieren la realización de que siempre han sido ese ser perfecto. ¡Cómo, entonces, viene esta limitación? ¡Cómo es posible que este ser perfecto haya degenerado en lo imperfecto? ¡Cómo pudo ser posible que lo libre viniese a ser subordinado? El advaitista dice que nunca ha estado subordinado, que siempre fué libre. Varias nubes de distintos colores se forman en el cielo. Permanecen allí un minuto y luego desaparecen. El eterno cielo azul es el mismo siempre. El cielo nunca cambia; es la nube la que está cambiando. Asimismo vosotros sois siempre perfectos, eternamente perfectos. Nada cambia nunca vuestra naturaleza, ni nada la cambiará.
Todas esas ideas de que soy imperfecto, de que soy un hombre o una mujer o un pecador, o que soy la mente, que he pensado o que pensaré, son todas alucinaciones; vosotros nunca pensáis, nunca habéis tenido un cuerpo, nunca habéis sido imperfectos. Vosotros sois el Señor bendito del universo, el omnipotente regulador de todo lo que es y será, el poderoso regulador de los soles, las estrellas y las lunas y las tierras y las plantas y todos los pequeños fragmentos de nuestro universo. Por (al través de) vosotros el sol brilla y las estrellas resplandecen y la tierra se pone bella. Es por vuestra misericordia que todos ellos se aman y son atraídos unos a otros. Vosotros estáis en todo y vosotros sois todo. ¿A quién evitar ni a quién aceptar? Vosotros sois el todo en todo. Cuando viene este conocimiento inmediatamente se desvanecen todas las ilusiones.
Una vez viajaba yo en un desierto de la India. Viajé durante un mes, y siempre hallaba ante mí los más preciosos paisajes, hermosos lagos y todo lo demás. Un día tenía mucha sed y quise beber en uno de aquellos lagos; pero cuando me aproximé, el lago se desvaneció. Inmediatamente vino a mi mente la idea de que aquello era un espejismo, acerca de lo cual había leído durante toda mi vida, y recordándolo entonces me reí de mi engaño. y comprendí que durante un mes había estado viendo lindos paisajes y lagos que sólo eran producto del espejismo, y que ahora no podía distinguirlos. A la mañana siguiente emprendí mi camino otra vez; allí estaba el lago y el paisaje, pero al verlos inmediatamente me vino la idea: “Esto es un espejismo.” Una vez conocido había perdido su poder de ilusión. Del mismo modo. esta ilusión del universo desaparecerá un día. Todo esto se desvanecerá, se disolverá.
Es muy difícil alcanzar el JnOnam. Es para los mis valientes y los más intrépidos, para los que tienen la valentía de derribar todos los ídolos, no sólo intelectualmente sino también en los sentidos. Este cuerpo no es yo, que vaya a paseo. De esto se originan muchas cosas curiosas. Un hombre se levanta y dice: yo no soy el cuerpo, por lo tanto, este dolor de cabeza debe curarse, pero ¿dónde está el dolor de cabeza si no está en el cuerpo?. Que mil dolores de cabeza y mil cuerpos vayan y vengan. ¿Qué me importa a mí? “Yo no tengo nacimiento ni muerte: nunca he tenido padre ni madre; no tengo amigos ni enemigas, porque todos ellos son yo; yo soy mi propio amigo y mi mismo enemigo; yo soy existencia, conocimiento, dicha absoluta; yo soy El, yo soy El.” Si en mil cuerpos estoy sufriendo de fiebre y otras enfermedades, en millones de otros cuerpos estoy gozando de salud. Si en mil cuerpos estoy sufriendo hambre, en otros mil cuerpos estoy comiendo. Si en un millar de cuerpos estoy sufriedo miseria, en millares de otros cuerpos soy feliz. ¿Quién acusará a quién? ¿Quién alabará a quién? ¿A quién buscar? ¿A quién huir? Yo no busco a nadie ni huyo de nadie, porque soy todo el universo, yo me alabo a mí mismo y me censuro a mí mismo; yo sufro por mí mismo y soy feliz a mi propia voluntad; yo soy libre. Este es el Jnáni bravo e intrépito. Aunque se derrumbe el mundo entero, él se ríe y dice que el mundo nunca ha existido. Todo era una aluinación;
Swami Vivecananda: Gnana Yoga