SINOPSIS
¿Qué sucedería si apareciera un auténtico experto, capaz de explicarme cómo funciona mi universo y cuál es el sistema para domeñarlo? ¿Qué sucedería si encontrara a un superdotado… si visitara nuestro tiempo un Siddartha o un Jesús, con poder sobre las ilusiones del mundo merced a su conocimiento de la realidad que se oculta detrás de ellas? ¿Y qué sucedería si le encontrara en persona, si pilotara un biplano y aterrizara en el mismo prado donde lo hago yo? ¿Qué diría ese individuo, y cómo sería?
Nota del Autor:
FUE UNA PREGUNTA que escuché en más de una ocasión después de la aparición de Juan Salvador Gaviota.
«¿ Qué escribirás ahora, Richard? Después de Gaviota, ¿qué?
Entonces contestaba que no tenía que escribir nada nuevo, ni una palabra, y que la suma de mis libros decía todo lo que me había propuesto hacerles decir. Cuando has pasado hambre durante algún tiempo, te han embargado el coche y te han sucedido cosas por el estilo, te sientes extraño al no tener que trabajar hasta medianoche.
Con todo, casi ningún verano olvidé a mi antiguo biplano. En él salía a sobrevolar los verdes océanos de nuestras praderas del Medio Oeste norteamericano. Cobraba tres dólares por pasajero y empecé a sentir que crecía la antigua tensión: aún quería decir algo; algo que no había dicho.
Escribir no me produce ningún placer. Si pudiera volverle la espalda a la idea agazapada en la oscuridad, si pudiera abstenerme de abrirle la puerta para dejarla entrar, ni siquiera cogería la pluma.
Pero alguna que otra vez se produce una gran explosión: cristales, ladrillos y astillas atraviesan violentamente la fachada, y un personaje se yergue sobre los escombros, me agarra por el cuello y me dice dulcemente: «No te soltaré hasta que me pongas en palabras, sobre el papel».
En una parte del libro ILUSIONES se escribe…
El Maestro nos contó esta historia:
“Una vez vivía un pueblo en el lecho de un gran río cristalino.
“La corriente del río se deslizaba sobre todos sus habitantes; jóvenes y ancianos, ricos y pobres, buenos y malos y la corriente seguía su camino ajena a todo lo que no fuera su propia esencia de cristal.
“Cada criatura se aferraba como podía a las ramitas y rocas del lecho del río, porque su modo de vida consistía en aferrarse y porque desde la cuna todos habían aprendido a resistir la corriente.
“Pero al fin una criatura dijo: ‘Estoy harta de asirme, aunque no lo veo con mis propios ojos, confío en que la corriente sepa hacia donde va. Me soltaré y dejaré que me lleve a donde quiera. Si continúo inmovilizada, me moriré de hastío.’
“Las otras criaturas rieron y exclamaron:’ ¡ Necia ! ¡Suéltate y la corriente que veneras te arrojará, revolcada y hecha pedazos contra las rocas, y morirás más rápidamente que de hastío!’
“Pero la que había hablado en primer término no les hizo caso, y después de inhalar profundamente se soltó; inmediatamente la corriente la revolcó y la lanzó contra las rocas.
“Mas la criatura se empecinó en no volver a aferrarse, y entonces la corriente la alzó del fondo y ella no volvió a magullarse ni a lastimarse.
“Y las criaturas que se hallaban aguas abajo, que no la conocían, clamaron: ‘¡ Ved un milagro! ¡ Una criatura como nosotras, y sin embargo vuela! ¡ Ved al Mesías que ha venido a salvarnos a todas!’.
“Y la que había sido arrastrada por la corriente respondió: ‘No soy más Mesías que vosotras. El río se complace en alzarnos, con la condición de que nos atrevamos a soltarnos. Nuestra verdadera tarea es éste viaje, ésta aventura ’.
“Pero seguían gritando aún más alto: ‘¡ Salvador!’, sin dejar de aferrarse a las rocas. Y cuando volvieron a levantar la vista, había desaparecido, y se quedaron solas, tejiendo leyendas acerca de un Salvador.”
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