VIVEKA: La primera y última necesidad de todo Discípulo

 

El sabio y el lúcido, una vez que haya comenzado la práctica del conocimiento del Atman, renuncie a todos los frutos de sus acciones e intente cortar para siempre los lazos que lo atan al nacimiento y la muerte.

Las acciones sólo nos ayudan a purificar la mente, pero no a perseguir la Realidad. La realización de la Verdad se obtiene mediante el discernimiento, jamás mediante la acción; ni aunque realizásemos diez millones de acciones.

Mediante el discernimiento adecuado se obtiene el conocimiento de qué es la Realidad, del mismo modo que se pone fin al tremendo miedo y angustia que causa en una mente confusa la forma de una soga al confundirla con una serpiente.

La convicción sobre la Verdad, sólo nos vendrá comprendiendo los sanos consejos del Maestro, no bañándonos en las aguas sagradas, ni haciendo donativos, ni tampoco mediante cientos de pranayamas.

Shree Shankar Acharya


ivan oliveros

Iván Oliveros (Shesa)

Para enfrentarte a la búsqueda del Svadharma o Parasvahdarma, o “supremo dharma”, se requiere de una condición mental que te permita identificar con relativa claridad qué es lo que tienes que hacer.

Esa condición de claridad mental permite identificar realmente lo que hay que hacer y cómo se debe de realizar la acción; además, debe dar suficiente luz para comprender de forma directa que Brahman es lo Real y que maya es ilusión. A dicha claridad mental le denominamos “discernimiento”.

Existen individuos cuyo discernimiento es tan aguzado como el filo de una navaja. Gracias a dicha comprensión les es natural determinar lo que es Real (Brahman) respecto a lo que es ilusorio (maya). Real es aquello que al ser detectado por la mente se comprende como un evento No-dual; en cambio, ilusorio es aquello que al ser detectado por la mente se comprende como un evento dual.
La condición discernitiva permite comprender lo que se Es de manera franca y abierta, dándoles a las experiencias y responsabilidades de la vida un nivel de importancia asociado a su categoría.
¿Cómo se produce esa representación altamente discernitiva? En lenguaje sánscrito a dicha condición discernitiva se la denomina viveka. Discernimiento, o viveka, se traduce como: nitya anitya vastu vivekaha!, esto es, la capacidad de discriminar entre las cosas reales y las ilusorias.
Esa condición discriminativa, que opera en tan pocos seres humanos que se pueden contar con los dedos de media mano pero que florecen cada tanto en el firmamento de la existencia humana, permite discriminar con absoluta claridad qué es lo Real y qué es lo ilusorio.

¿Te das cuenta de lo simple de tu raciocinio? Con él logras determinar el pro y el contra de lo que percibes; así logras finalmente  comprender que al frente tienes una ventana. El otro, quien discrimina metafísicamente, quien posee el inmenso don de diferenciar lo Real de lo ilusorio, nota igualmente la ventana, pero al detectarla con su mente advierte que él es no-diferente de la ventana, de las montañas y del lejano país francés.

¿Qué hizo tal individuo para obtener un discernimiento metafísico tan profundo, tan trascendente? Este personaje simplemente es diestro en una cosa: en reaccionar con sus sentidos y su mente ante un presente que acontece a cada momento y no ante sucesos inventados.
1 Nitya: real; anitya: ilusorio; vastu: cosas; viveka: discernimiento.

Cuando seas capaz de reaccionar continuamente ante el presente que acontece, en vez de reaccionar constantemente al presente inventado, imaginado o fantaseado que sueles vivir, entonces la representación que tienes de los eventos generará una condición mental que te permitirá situarte desde una nueva perspectiva respecto a los objetos que percibes.

Cuando permanezcas en el presente, tu relación como conocedor diferenciado de lo percibido terminará, y aparecerá una nueva forma de relación cognitiva denominada No-dualidad. 

La obtención del discernimiento metafísico implica educar al sistema (mente, prana y cuerpo) a estar atento exclusivamente al presente y reaccionar sólo ante él. La atención dispuesta en el presente no requiere ser mantenida con esfuerzo, puesto que es presente; requiere que tu mente jamás se distraiga de lo que tiene que hacer. Que puedas, por ejemplo, pasar las horas necesarias escuchándome mientras hablo; y que, aunque haya distracciones, como por ejemplo tu cuerpo cansado, tu atención prefiera estar conmigo y no con él; aunque tus riñones te llamen, prefieras estar conmigo y no con ellos.

Ante los diversos episodios de la vida cotidiana, por ejemplo, el hecho de estar en el acto de conducir, se requiere estar pendiente y atento a la acción en vez de estar recordando cualquier evento inexistente en ese momento. Cuando camines, hazlo contemplando lo que te rodea y no recordando cosas que en ese momento no son parte del panorama. Y ante la locura del sentimiento, las caricias o la pasión, prefiere ese instante y no el recordar lo que hubieras querido que ocurriera y nunca fue…¿entiendes? Lo que se te pide es que el sistema sea capaz de posarse una y otra vez en los eventos que acontecen y reaccionar exclusivamente ante ellos. Entiende: no se pide que no reacciones ante la vida, al contrario, debes seguir y realizar una a una tus responsabilidades, desde la simpleza de tender tu cama hasta el compromiso de dar lo mejor de ti en tu trabajo y ante los que te quieren.

Cuando fluyas permanentemente en la condición del presente y mantengas una reacción constante ante el “aquí y el ahora”, llegarás a notar que para realizar las acciones no se requiere certeza de que “tú” las haces. En un presente continuo no emerge la condición de ser el actor del evento que realiza la acción. ¿Entiendes?…., no emerge el “yo”, no hay actor.

Al sistema que actúa en el presente le sobras “tú”. Sobra el esfuerzo de levantarse y de ser tú quien lo hace. Todo sentido personal sobra; simplemente no emerge. Tal como al masticar la comida sobra el esfuerzo de querer digerirla, sobra cualquier esfuerzo egoico. Cuando crece tu cabello sobra el esfuerzo de intentar que crezca. De esa manera, cuando se realiza la acción, sobra el esfuerzo de sentirte “tú” el hacedor de ella.

Ello ocurre siempre y cuando mantengas una condición de reacción ante el evento del presente que está aconteciendo. Bajo cualquier otro evento que no esté aconteciendo, la representación de tu realidad siempre está asociada a tu esfuerzo, a la intencionalidad y, finalmente, al karma que genera el agente por apetencia de fruto y sentido egoístico que hacen parte de la dualidad.
La mejor universidad de la vida es la cotidianidad; el día a día es el mayor maestro que existe. No necesitas el título de ingeniero, filósofo, médico ni abogado para ser mejor; no necesitas ser nada de ello. Basta que reacciones ante el suceso que está aconteciendo en este instante en que te encuentras presencial; tan sólo eso. Es necesario impedir que la mente, que el prana, que el cuerpo y los sentidos reaccionen ante algo que no existe. Sin embargo, en el género humano la reacción suele ser desafortunadamente al revés, es decir, se vive en el pasado. Siempre estás reaccionando ante lo que no existe; debido a esa manera errónea de reacción, enfermas el cuerpo, agobiándolo con tensión psicológica y energética que no existen más que en la imaginaria mente del perceptor.

Nos inmoviliza el temor, la timidez de hacer algo. No hemos realizado la acción y ya nos inmoviliza. Nuestro sistema mental, nuestro sistema dialéctico es una actividad que reacciona ante acontecimientos que no son parte del presente. De ahí entonces que a la mente le es fácil siempre asociarse, comparar, representar una realidad que no es la que está aconteciendo. Y metidos allí, en un mundo inexistente, y sumergidos en ese caos de informaciones, creyendo que conocemos cosas por el hecho de que podemos asociarlas, asumimos que ese tipo de conocimiento, ese tipo de comprensión es la válida. Y ese es el esfuerzo erróneo que hacemos para poder subsistir.


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Mariana Caplan

El discernimien­to espiritual que, en sánscrito, se denomina viveka khyátir, es la “cúspide de la sabiduría” del camino espiritual.

El cultivo del discernimiento, según los Yoga Sútras de Patañjali, es tan poderoso que tiene la capacidad de erra­dicar la ignorancia y extirpar las raíces mismas del sufri­miento. La “discriminación”, su sinónimo, «subra­ya el poder de distinguir y seleccionar lo que es verdadero, apropiado o excelente». Las personas poseedoras de discer­nimiento espiritual han aprendido esta habilidad en su rela­ción con las cuestiones espirituales y pueden tomar decisio­nes coherentes, inteligentes, equilibradas y excelentes en su vida y en su desarrollo espiritual.
—, todos tenemos que aprender a cultivar el dis­cernimiento. Así es como llegamos a tomar decisiones cada vez más inteligentes y eficaces y a minimizar las distorsiones y sufrimientos innecesarios provocados por una falta de edu­cación y de conciencia.

La “espada de la discriminación” de la que hablan tantas tradiciones espirituales es la mejor de las protecciones con que podemos contar para avanzar adecua­damente por el camino espiritual.

Nuestra tarea, en tanto que practicantes espirituales, consiste en aprender a ver con claridad, mantener los ojos bien abiertos, distinguir la verdad de la falsedad y exponer a la luz de la conciencia lo que, en nuestro interior, permanece inconsciente el discernimiento espiritual que, en sánscri­to se conoce como viveka khyatir o “sabiduría sublime”. El término viveka se refiere a la capacidad de discernir lo real de lo irreal y khyátir es la visión del conocimiento o de la conciencia. De este modo, las personas que han desarrolla­do el discernimiento espiritual han desarrollado también su conciencia, lo que les permite tomar decisiones inteligentes y equilibradas sobre su propio desarrollo espiritual. Esas per­sonas tienen el fundamento de un conocimiento que les man­tiene continuamente alertas frente al autoengaño egoico y los sutiles errores que pueden presentarse a lo largo del camino.
Pero no deberíamos dar erróneamente por sentado que contamos con el discernimiento espiritual, porque eso no es algo inherente, sino que debe cultivarse. La mayoría de los caminos espirituales, especialmente en la cultura occidental, suelen inclinarse más por técnicas que ayudan a los practi­cantes a tener experiencias espirituales o a liberarse del su­frimiento que a centrar la atención en el cultivo de habilida­des que descorran los infinitos velos del autoengaño con que encontramos a lo largo del camino.
Un aspecto esencial del aprendizaje del discernimiento en el camino espiritual consiste en descubrir la enfermedad om­nipresente del ego y del autoengaño que a todos nos afecta.

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