Todos quedamos sorprendidos y cada uno quiso saber ¿Cuál era el remedio?, pues ya habían otros más que se decían contagiados.
¿Quién había obrado tal milagro?. Pues una mujer vulgar, que decían conocía unos versos que al pronunciarlos se quitaban las verrugas.
A buscar la vieja se decían los demás y dicho y hecho todos se curaron sus verrugas.
Nadie niega que en todas las épocas haya habido brujos, y sabemos que los hay a la fecha, pero no creemos en brujerías hasta que no nos dan una prueba palmaria.
La mayoría de los brujos actuales se dedican a la medicina, son curanderos, como dicen y en el campo son galenos, tienen allí su clientela. El campesino intuitivamente se siente atraído por el brujo, y si comparáramos la estadística de los hospitales y de los resultados obtenidos por los curanderos seguro, que los últimos saldrían con ventaja.
Lo que saben aquellos hombres son reminiscencias del pasado. Sus conocimientos se heredan de padres a hijos.
La autoridad los persigue y, el médico, que tiene autoridad, se frota las manos cuando logra poner a alguno de estos llamados charlatanes en la cárcel. Pero todo resulta inútil, los curanderos-brujos han existido y siguen existiendo. Será porque deben tener algo con que hagan el bien, de otra manera, solo engañando, perderían la clientela.
Pero hay curanderos y curanderos.
Hay hombres que saben que tienen conciencia y vividores falta de vergüenza. Los más curiosos y más aptos son aquellos, que no dan remedios, sino que pronuncian versos y frases, y encargan a sus enfermos que repitan esas frases u oraciones.
De estos hombres existen en todas partes del mundo y se ven lo mismo en Yucatán, como en otras partes de México. Entre los gitanos tienen sus más sobresalientes representantes, en la vieja Europa sobre todo en Hungría.
No mencionaré la India donde los Yoguis no hacen otra cosa que pronunciar sus mantrams, cuando los enfermos los buscan solicitando sus auxilios.
Si registramos la historia, vemos que el sistema de curar por medio de oraciones es tan antiguo como el mundo, pues en todos los tiempos los seres humanos se sentían rodeados de fuerzas misteriosas, a las que trataban de invocar por medio de su lenguaje.
Los antiguos médicos eran al mismo tiempo sacerdotes, que no conocían más texto que el libro sagrado de la Naturaleza. Era el arte de curar la teosofía o ciencia divina, pero el orgullo humano hizo que se abandonara poco a poco la parte espiritual, a la naturaleza y se optó por una forma de materialismo enervante.
A medida que la ciencia médica se materializaba comenzó su descrédito y la desconfianza entre los mismos adeptos.
Un ejemplo patente da un médico que dispone, que al morir se quemasen todas sus obras, excepto la tapa de una, en la que había impreso esta sentencia: “Conservad la cabeza fresca, el vientre libre, los pies calientes y huid de los médicos”.
El primer paso de la reacción, en que la ciencia trata de nuevo a espiritualizarse, lo da Hanemann con su dosis infinitesimal, pero la homeopatía peca por su base. El principio “Similia similibus curantur” es falso, porque el cuadro sintomatológico de la enfermedad y del remedio no son idénticos, jamás. Si bien hay que confesar, que de la escuela alopática a la homeopatía, hay un paso adelante y ese sistema curativo se propaga con rapidez. En la práctica si deja mucho, que desear. Los homeópatas miran con justo reojo a los positivos resultados de los naturistas y se ven aventajados por ellos.
Un simple carpintero, Kulme, y un sacerdote, Kneipp, han curado más enfermos con sus sistemas de agua, que legiones de alópatas. Pero sucedía una cosa rara.
Yo que conocí a ambos y estudié con ellos, vi que, si ellos aplicaron sus baños y obtuvieron tan estupendos resultados, al hacerlo cualquier discípulo, el resultado, lejos de ser idéntico, fue nulo y hubo caso en que los enfermos empeoraron.
No quiero decir con esto que el naturismo no sea bueno. No. Yo que he sido alópata y que he practicado la homeopatía, puedo confirmar que el naturismo es otro paso más adelante y que aventaja sin género de duda a las dos escuelas anteriormente citadas, lo que hay, es que no es la última palabra todavía. Al ver yo ese fenómeno, entre los resultados de naturistas de fama y fundadores de escuela y sus sucesores comprobé que había algo personal. Vi que bastaba que dirigiesen ellos la palabra a sus enfermos o escribiesen a sus pacientes para obtener tan señalados resultados. Comprendí que debía ser aquello la acción personal. Esto me llevó a la Psicoterapia, que es y será la última palabra en medicina y cuando todos los sistemas fallan, seguro que con la Psicoterapia no hay enfermo incurable. Esa Psicoterapia la usan los brujos.
Lo que faltaba hasta ahora, era que un hombre con conocimientos médicos y con preparación ocultista suficiente, estudiara ese sistema y a sus representantes.
Esto lo he hecho yo con satisfacción y orgullo; puedo decir que he resuelto el problema y el resultado que he logrado ha sido superior a la esperanza que había puesto.
Todas las escuelas han tratado siempre de curar al cuerpo material olvidando que este es sólo un reflejo del cuerpo inmaterial. La enfermedad y su causa íntima radica, no en la materia sino en nuestro cuerpo sideral, en el periespíritu de los espiritas o en el cuerpo astral, como lo llamamos los ocultistas. Toda enfermedad radical, tiene su causa inmaterial, y mientras no se ataca la causa, no hay enfermedad que se cure. Se me dirá: “Estos son fantasías”. Los médicos de todas las escuelas cuentan con resultados. Verdad. Pero muchas enfermedades se curan a pesar del médico y del sistema empleado, porque la fuerza curativa propia del organismo cura todo, mientras esa fuerza sea más potente que la enfermedad.
He ahí, pues, la diferencia de las demás escuelas y sobre todo del naturismo. Mientras el naturismo trata de encaminar o animar la fuerza curativa, el Psicoterapeuta aumenta, da la fuerza curativa del ambiente cósmico para que ella se encamine sola a la parte afectada, para que ella aumente y se dirija por si misma.
Nuestro organismo está sujeto a un continuo cambio, o mejor dicho, a un ininterrumpido proceso constructivo y destructivo.
Este modo actuante se llama ya, nutrición, asimilación, desasimilación etc. Este proceso que en sí podríamos llamar vida, es impulsado por el oxígeno que respiramos y el ácido carbónico que expulsamos.
El oxígeno es como la bencina de un motor. Nada sacamos con frotar el motor acá o allá como lo hacen los kuhnistas, lo necesario es llevarle bencina al carburador, es decir, llevar oxígeno a los pulmones, para que la vida en las celdillas vaya a cumplir su deber correctivo depurativo y reconstructivo.
El funcionamiento regular y armónico de este proceso de introducción de oxígeno y la expulsión de ácido carbónico, la creación y renovación de las celdillas, la expulsión de elementos morbosos, ya sea en estado líquido, sólido y gaseoso y el encaminamiento siempre a las partes débiles o afectadas, significa la salud, la juventud, la vida.
¿Cómo logramos todo esto?.
La base de la vida es la respiración.
Ya el Génesis dice que Dios sopló la vida por nuestras narices y Cristo dice: “Yo soy la A y la O el camino y la Vida”.
Muy curiosa es esta frase. Cristo se dice la vida y pretende ser A y O el principio y el fin.
Los ocultistas saben que todos los personajes bíblicos no son sólo figuras históricas, sino que representan fuerzas cósmicas, y Cristo ha sido y es la representación del cuerpo astral, del ego fluídico.
De manera: El cuerpo astral es la Vida, es el principio y el fin, es la A y la O. Esta parte del Nuevo Testamento se ve corroborado con el Antiguo Testamento donde dice que en el nombre de “JEHOVA” se lograsen todas las cosas.
Vivecananda, Ramacharaca y otros que han escrito bajo diversos Pseudónimos indúes han recomendado siempre diferentes sistemas respiratorios pero ninguno ha logrado resolver el problema.
Arnoldo Krumm-Heller – LIBRO: El Mágico Poder del Mantram