Hay varias formas de relacionarse con el dolor. Generalmente tendemos a eludirlo o a dirigirlo de alguna manera, pero entonces quedamos enredados en él mediante el esfuerzo de la voluntad. Cuando sencillamente observamos y permitimos que el dolor se exprese, la energía fijada como dolor se hace fluida. En la mirada pura no hay nadie, ningún ego que dirija, y esta energía, no encontrando lugar en el que localizarse, se reintegra a la totalidad.
Es importante aprender a vivir con el dolor. Nunca lo conceptualices. Te pondré un ejemplo de lo que quiero decir. Si te sientes cansado y te dices a ti mismo “estoy cansado”, te identificas instantáneamente con la fatiga. Esta identificación te hace cómplice de ese estado y por tanto lo sustentas. Pero si te tumbas y dejas a la fatiga en libertad para expresarse, se convierte en objeto de observación. Y cuando dejas de ser su cómplice, el sentimiento de cansancio se desvanece rápidamente y te sientes completamente descansado.