El Columpio se mueve pero date cuenta que NO AVANZA

El culto religioso basado en ceremonias

1 Continúa el Señor, dirigiéndose a los visitantes: «Seguro que todos habéis montado alguna vez en uno de esos monótonos columpios. ¿Qué os pareció el viaje aéreo, si su experimentado servidor lo movía al máximo?».
«La sensación fue más bien desagradable, porque cuando bajamos de él, se nos revolvía el estómago del mareo; por ello nunca hemos subido a otro ni volveremos a hacerlo».

2 «Vuestra observación es acertada, de modo que podremos muy bien servirnos de ella para nuestro propósito. ¿Habéis pensado alguna vez qué ocurriría si el operario empujara el columpio con demasiado entusiasmo?».
«Pues sí, se volcaría con consecuencias muy graves para los viajeros». «Así es», confirma el Señor. «También esta observación sirve muy bien a nuestros propósitos. Pero queda una pregunta todavía:

¿En el columpio, hasta dónde llegan los viajeros tras semejante viaje aéreo? Resulta evidente que, aunque hayan viajado durante varias horas, tendrán que volver al mismo sitio donde emprendieron su viaje. Se trata pues de viajes absolutamente ficticios, porque aunque el movimiento sea muy intenso, el columpio nunca sale de sus propios límites. Sólo falta que un simple caracol se riera de los viajeros debido a que, pese a su velocidad incomparablemente inferior, en ese tiempo ya haría rato que habría salido de los límites del columpio.

También nosotros hemos visto en la esfera de nuestro espíritu anfitrión como mucha gente monta en uno de esos columpios enormes. Y mientras aún no han adquirido mucho impulso, todos gritan: “¡Más fuerte, operador, más fuerte!”.
Pero cuando empieza a describir semicírculos, todos gritan: “¡Ya vale, ya vale…!, ¡el columpio va volcar y estaremos perdidos!”.

3 ¿Veis a lo que apunta esta imagen? ¡Observad las ceremonias del culto religioso y enseguida empezaréis a comprenderla!

columpio-24 En el sentido espiritual, un niño bautizado tras nacer en una iglesia llena de ceremonias, ya se encuentra subido a un columpio análogo, columpio que, poco a poco, es puesto en movimiento cada vez más intenso. En semejante movimiento el hombre se imagina hacer sabe Dios qué grandes progresos. Sin embargo, el espectador ve a primera vista hasta dónde llegará el viaje. Pues el columpio está colocado entre dos pilares, uno de los cuales representa la roca de la religión, y el otro su necesidad política. Ambos están sujetos lo mejor posible y unidos con travesaños. De modo que el viaje continúa entre los dos pilares hasta donde permita la cuerda y ni un solo palmo más. Hay muchos viajeros que se marean y que a la primera ocasión abandonan el vehículo. Sólo los operarios permanecen sentados y esperan hasta que el movimiento se haya terminado, alabando sobremanera lo saludable que es. Y continúan llamando la atención a los nuevos viajeros e incluso a algunos de los antiguos: “Si queréis experimentar una mayor satisfacción en estos viajes, ¡entonces hay que vendaros los ojos!”.
Esta promesa atrae a muchos insensatos que empiezan a exclamar con entusiasmo: “¡Sí! ¡Sólo ahora percibimos los grandes secretos que se ocultan tras esta monotonía, pues estamos volando con la rapidez del rayo por espacios ilimitados! ¿Quién hubiera soñado jamás que tras la monotonía podría ocultarse algo tan fabuloso?”.

5 Cuando los viajeros cegados piensan que ya basta de viajar y piden a los operarios que les quiten las vendas, estos, sabiendo muy bien por qué, se lo desaconsejan enérgicamente: “Si en el sitio en que ahora os encontráis insistís en que os quitemos las vendas, ¡ay de vosotros, quedaríais eternamente ciegos! Sólo cuando hayamos llegado al gran destino de la vida, podréis quitároslas y apreciar por qué poca recompensa os hemos facilitado este viaje de gran interés vital”.

6 Unos cuantos se dejan engañar. Pero otros se cansan de semejante viaje a ciegas sin saber dónde los llevan, se arrancan las vendas y, con gran disgusto, se dan cuenta que todavía están entre los dos pilares. Quieren entonces abandonar el vehículo, pero como está todavía en plena marcha, se ven obligados a aguantar. Aunque empiezan a quejarse, los interesados operarios les ordenan callarse y comienzan a amenazarles con que, si no lo hacen, les arrojarán del vehículo a la fuerza. Para confirmar sus amenazas y para que a los viajeros se les pasen definitivamente todas las ganas de oponerse, les llaman la atención sobre el hecho de que en un extremo de la construcción hay una gran hoguera y en el otro un campo de lanzas puntiagudas.
¿Qué remedio les queda a los viajeros, sino continuar el viaje y continuar pagando el tributo…? ¡Tienen ansias de que se pare el columpio!, pero iiiiiii¿cuándo será?

7 Si os fijáis bien en el estado del conjunto de la construcción, entonces veréis que, debido a tanto movimiento impetuoso de la barquilla del columpio, los dos pilares ya están bastante sueltos y que, a consecuencia de la fricción, muchos hilos de la soga se han ido cortando. ¡Incluso a los mismos operarios no se les ha escapado el deterioro! Por eso se dicen para sus adentros:

“Si continuamos empujando con la misma intensidad, corremos el riesgo de que las sogas se rompan y, junto con los viajeros, acabemos todos o en la hoguera o en el campo de lanzas. Mientras el armatoste siga funcionando, reduzcamos con disimulo la velocidad y simulamos ante los viajeros disgustados hacer causa común con ellos porque, basándonos en la fuerza y la insistencia, aquí no conseguiremos nada”.

8 Como mientras tanto las oscilaciones se han amortiguado bastante, muchos de los desengañados abandonan el columpio. Los que no se atreven a saltar, algunos cegados y los operarios, se quedan dentro. Veis como los interesados procuran con gran empeño sujetar los pilares sueltos con toda clase de puntales; y unos criados pagados suben con escaleras para reforzar las sogas desgastadas con cuerdas bastante flojas. Pero como las sogas todavía están en movimiento, no hay manera de hacer nudos seguros. De modo que las cuerdas suplementarias resultan demasiado largas o demasiado cortas, por lo que poco pueden contribuir realmente a la futura estabilidad del conjunto.

9 Quien tome esta imagen por pura fantasía, ¡que eche una ojeada a las prácticas del mundo actual!, y la estrategia de países, pueblos y confesiones religiosas que anudan vínculos entre ellos, le resultará evidente. Pues existen, aquí y allá, toda clase de acuerdos políticos que recuerdan perfectamente a las cuerdas y los nudos de refuerzo».
«Si es así, y hasta los menos iluminados ya han empezado a protestar, ¿por qué están de acuerdo entonces con todos esos arreglos tan deficientes?».
«Es más que evidente; muchos de ellos se encuentran todavía en el columpio fatal y no se atreven a saltar. Toleran los arreglos porque, aunque sean deficientes, ofrecen algo más de seguridad.
Por lo menos una cosa es cierta: la necesidad de arreglos es la mayor señal de que las sogas principales están en las últimas.
Si un país o un pueblo se considera suficientemente fuerte ante otro, entonces no procura restablecer relaciones sino que pone condiciones. Pero si es consciente de su propia debilidad, procura salir del apuro mediante refuerzos auxiliares, aunque estos no aseguren la situación ni un segundo más.

10 En cuanto se rompan las sogas principales, junto con ellas también se romperán entonces todos los demás vínculos, lazos y cuerdas.

11 Observad todos vuestros asuntos políticos y eclesiásticos, en conjunto o en todos los posibles detalles, y veréis que tanto en uno como en otro caso siempre concuerdan con la imagen dada.
Os citaré algo del ámbito eclesiástico: la confesión auricular.
Cuando en cada vaivén el columpio se encuentra lo más cercano al suelo, es el estado de pecado.
Uno se confiesa.
Y, habiéndose confesado, vuela hacia el Cielo desde donde, igual de rápido, vuelve hacia abajo. Se confiesa uno de nuevo en esa posición para volver a volar hacia el Cielo. De esta manera el hombre continúa columpiándose mientras vive. Al final abandona esta vida con el columpio parado y, normalmente, confesándose también. Pero esta vez el columpio ya no vuelve a subir, sino que el hombre deja esta vida en el mismo punto donde la empezó. ¿Qué progreso puede haber hecho el hombre espiritual? Eso lo podéis ver perfectamente en el Sol espiritual en la imagen de la esfera de nuestro espíritu anfitrión. Pues el hombre continuará columpiándose allí todavía durante mucho tiempo: hasta que se rompan las sogas o quede liberado de la persistente venda que lleva.

Estas relaciones os pueden servir muy bien para apreciar todo el ceremonial eclesiástico que no es otra cosa que un columpio en continuo movimiento.

El sentido intrínseco completo de todo lo eclesiástico se refleja también perfectamente en los golpes de campana que, a cada vaivén del mazo, produce el mismo sonido. Un oído que busca la armonía ha de llegar a la conclusión que el sonido aún puede resultar bonito desde lejos, pero que escuchado desde cerca es insoportable. De modo que mientas más lejos, mejor.

12 Otro ejemplo, esta vez del ámbito estatal. Mirad vuestras industrias y las diversas operaciones monetarias que son en realidad el centro de toda la actividad estatal. Quien no vea en ellas el continuo vaivén del columpio tiene telarañas en los ojos. En todo ello, tanto en el conjunto como en el detalle, veréis como lo uno y lo otro se lanzan hacia arriba para luego volver a bajar tanto más rápidamente. Un reino se alza grandemente y otro vuelve a bajar al nivel más bajo. Cuando veáis que un país llega al tope de una coyuntura alcista, esa siempre será la mayor señal de su muy próximo descenso. Además, la velocidad aumenta a cada instante cuando se baja, mientras que disminuye cuando se sube.

vivir

13 Mirad los particulares que se han vuelto ricos aprovechado la buena marcha de su columpio. Se encuentran todavía en la misma góndola con la que alcanzaron el tope de su bienestar imaginario, pero ya acaban de empezar a bajar. Todo depende de lo larga que sean las sogas: mientras más largas son, tanto más tiempo durarán las oscilaciones y tanto mayor será la carrera. Pero aunque las sogas llegaran desde el Sol hasta la Tierra, la góndola sujetada por ellas, nada más alcanzar su punto más elevado, emprenderá irrevocablemente la vuelta hacia lo bajo y lo insustancial. Por ello, toda la vida mundana no es sino un puro bamboleo. A quien pueda demostrarme el menor progreso de la misma, ¡le regalaré una vida eterna múltiple! De
modo que también aquí se aplica el lema de los antiguos sabios: “¡No hay nada nuevo bajo el Sol!”.
Yo también soy de la misma opinión, porque con semejantes actividades y progresos egocéntricos y ficticios, poco nuevo se encontrará bajo el Sol.

¡Dichoso aquél que pueda escapar de semejante columpio, porque en campo libre, con pocos pasos y en pocos minutos, podrá adelantar más que bamboleándose durante muchos miles de años!
Por eso, aquel que quiera volverse perfecto como el Padre en el Cielo, que rehuya ante todo toda la actividad de bamboleo del mundo. Para la causa del espíritu y de la Vida eterna más vale cargar una cruz pesada que ir columpiándose cómodamente hacia la muerte eterna.

 

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