PRIMER CASO
Piénsalo bien. Hay un tren que se acerca a gran velocidad por una vía y está fuera de control. A cien metros de esa misma vía se encuentran cinco personas atadas por un asesino en serie sin posibilidad de escapar. Pero tú estás ahí, a un lado de la vía, y tienes la posibilidad de accionar un botón que cambia la dirección del tren a una vía diferente. El problema es que en esa otra vía también hay una persona atada por el mismo psicópata. ¿Pulsarías el botón?
Estamos ante dos posibles respuestas, accionar el botón y salvar a cinco personas a cambio de la muerte de una, o no accionar el botón, con lo que morirán las cinco personas salvándose la que se encuentra en la otra vía. Si accionamos el botón no hay duda de que salvamos a cinco personas, una mayor cantidad de vidas, pero por el camino habrá muerto una persona con nuestra decisión. ¿cómo se mide una vida? ¿se puede medir? ¿hay una respuesta correcta? Todo un dilema moral del que, muy posiblemente, aunque lo tengas claro, vas a dudar.
SEGUNDO CASO
Seguimos en ese hipotético escenario donde un tren a gran velocidad se acerca por una vía y está fuera de control. A cien metros de esa misma vía vuelven a estar esas cinco personas atadas a la vía sin posibilidad de escapar. Pero tú ahora estas en un puente o pasarela justo encima de la vía donde pasará el tren y donde se encuentran las cinco personas. No tienes un botón como antes, pero tienes la absoluta certeza de que puedes parar el tren lanzando un gran peso sobre la vía, lo que salvaría a las cinco personas. Por último, tienes al lado tuyo a una persona muy gorda, de modo que si la empujas a la vía, serías capaz de parar el tren y salvar la vida de las cinco personas, aunque obviamente a cambio de matar a una. ¿qué harías?
Es posible que ahora ya no lo tengas tan claro, o quizá sí. Lo cierto es que la gran diferencia en este nuevo escenario es que en vez de un botón hay una persona, y claro, la cosa cambia porque te hace pensar que realmente estas matando a alguien, ¿y antes no?
TERCER CASO
Eres un médico y tienes cinco pacientes que necesitan trasplantes inmediatos para vivir. Dos requieren un pulmón, otros dos un riñón y el quinto un corazón. Existe una sala contigua donde se recupera de una fractura en la pierna otro individuo, pero aparte de esta lesión, el individuo está en perfecto estado. Por tanto, si matamos al paciente sano y tomamos sus órganos podríamos salvar a los otros cinco, ¿qué harías?
Es posible que nuestro pensamiento tenga bastante claro que esto es un asesinato, sin más, pero no deja de tener el mismo resultado que el primer dilema que tan fácil parecía de responder cuando comenzamos.
CUARTO CASO
Estás en medio de la Segunda Guerra Mundial y te estás escondiendo, junto con tu bebé y otros de los nazis. Tu hijo comienza a llorar. Si no lo asfixias y lo matas, los nazis los encontrarán y matarán a todos. ¿Qué harías?
«No podría matar a mi bebé», respondió una estudiante en un programa de la BBC, obviamente contrariada.
«¿Ni siquiera sabiendo que de todas maneras morirá minutos después?«, le preguntaron.
«Sí, sí, pero no de la mano de su madre», confirmó, conmovida, con la cabeza con sus manos.
¿Hay una respuesta correcta?
Enumerando todos los dilemas parece que todos tienen la misma consecuencia, sin embargo la mayoría de la gente sólo estaría dispuesta a presionar el botón del primer dilema. Muy pocos tirarían a la persona gorda a la vía, mucho menos matar a ese pobre paciente para darle sus órganos a otros cinco. ¿Entonces?
Los neurocientíficos, incorporaron máquinas de imagen por resonancia magnética para vislumbrar lo que sucede en nuestros cerebros cuando se enfrentaban a diferentes escenarios en el dilema del tranvía.
Encontraron que cuando la disyuntiva es si desviar el tren con una palanca se activa nuestra corteza prefrontal, asociada con una deliberación fría y consciente, mientras que la decisión de no empujar al hombre gordo involucra áreas como la amígdala, asociada con una fuerte reactividad emocional.
Lo cierto es que no hay una respuesta acertada y dependerá de un gran número de factores. Como explicaba Foot, es posible que el ser humano tenga una escala donde exista una distinción entre matar y dejar morir. Mientras que el primero es activo, el segundo es pasivo.
Lo que está claro, elijas lo que elijas, es que este dilema y experimentos mentales similares para evaluar la ética de las personas demuestran que la mayoría de la gente aprueba algunas acciones que causan daño, mientras otras acciones con el mismo resultado se consideran inadmisibles. Esto pasa cada día sin darnos cuenta e incluso estando de acuerdo en alguna de las acciones, es posible que entre nosotros varíe la justificación para actuar así. Son los dilemas del mundo real con los tenemos que lidiar cada día.
Estamos ante un experimento mental que inició e ideó la filósofa británica Philippa Foot y adaptado posteriormente por Judith Jarvis Thomson en 1985. La mujer dedicó parte de su carrera y trabajos a la ética, siendo una de las pioneras en los estudios sobre la ética de la virtud, la corriente de estudio que dice que la moral surge de rasgos internos de la persona, las virtudes, en contraposición a la posición de aquellos que dicen que la moral surge de reglas o que depende del resultado del acto.
Foot fue especialmente crítica con el consecuencialismo, es decir, esa frase que hemos oído muchas veces que dice que el fin justifica los medios; que cuando un objetivo final es lo suficientemente importante, cualquier medio para lograrlo es válido. Philippa entonces ideó el dilema del tren, una fórmula para entrar de lleno en la discusión, ¿de verdad puede justificarse matar a una persona para salvar a otras?
QUINTO CASO
A medida que los humanos sean reemplazados por agentes robóticos, muchas de nuestras decisiones dejarán de ser reacciones inmediatas, y tendremos la capacidad de premeditar diferentes opciones para dictar cómo actuarán nuestras máquinas.
Por eso, el dilema del tranvía le es útil a los ingenieros y tecnólogos a la hora de programar robots, particularmente en situaciones que implican prioridades en conflicto.
¿Qué debe, por ejemplo, hacer un automóvil sin conductor cuando una colisión es inminente?
Si la pérdida de vidas es inevitable, pero hay opciones, lo ideal sería que el auto estuviera programado para tomar una decisión «razonable».
Aunque el dilema del tranvía no ofrece soluciones, ayuda a reflexionar rigurosamente los escenarios antes de que sucedan.