El sistema nervioso y su relación con el ego y la conciencia 4/5 (2)

Los sistemas nerviosos simpático y parasimpático

La función esencial de nuestro sistema nervioso (SN) simpático es ayudarnos a hacer nuestra vida y la del SN parasimpático, encargarse de que sigamos con vida. El sistema simpático utiliza la energía, el parasimpático la crea y la preserva.

 

El SN simpático suele explicarse diciendo que prepara al organismo para la lucha o la huida. En nuestra vida moderna no solo nos ayuda en situaciones de emergencia, sino en situaciones cotidianas consideradas normales. Pongamos un ejemplo: acabamos de comer y precisamos salir corriendo para no perder el autobús; nuestro SN simpático nos ayuda en esta tarea administrando la energía necesaria para cumplir esta misión: inhibe en parte la digestión y realiza un envío extra de sangre a los músculos. Podemos decir que el SN simpático es un conjunto de herramientas que tenemos a nuestra disposición para facilitar las cosas que tenemos que hacer en nuestra vida.

El SN parasimpático se encarga de regular funciones vitales. Equilibra constantes vitales como el ritmo cardiaco, regula el sueño, favorece la digestión, distribuye los nutrientes vitales por el organismo y controla el crecimiento celular. Estas funciones contribuyen al restablecimiento y preservación de la energía que necesitamos para vivir. Por ejemplo: corremos para no perder el autobús que vemos que está llegando antes que nosotros a la parada. Para realizar esta tarea decíamos que recibimos la ayuda del SN simpático, que aumenta la producción de adrenalina, la frecuencia cardiaca, la presión arterial y el tono muscular. Cuando subimos al autobús es el turno del SN parasimpático, que ha de encargarse de que nuestras constantes vitales, como por ejemplo el ritmo cardiaco, vuelvan a la zona de equilibrio. Podemos decir que el SN parasimpático preserva la energía y cuida del equilibrio que necesita nuestro organismo para seguir con vida.

 

A nivel anatómico, el SN simpático se define como redes neuronales que se extienden formando dos ramas a los lados de la columna vertebral, desde el cráneo hasta el cóccix.

Y el SN parasimpático discurre por el interior de la columna vertebral y sus redes salen al exterior en el tronco encefálico y en la zona sacra.

Esta definición anatómica nos lleva a la siguiente pregunta:

¿Cómo es que estos sistemas nerviosos no llegan al SN central superior, es decir, al interior del cráneo? La respuesta tiene relación con la dificultad que se ha encontrado para separar anatómicamente los diferentes sistemas nerviosos, pues trabajan conjuntamente y perfectamente entrelazados. A nivel periférico esta separación ha podido ser realizada, mientras que en las estructuras nerviosas del interior de nuestro cráneo, entre las que se encuentran por ejemplo el cerebro, el área límbica y el tronco encefálico, esta separación, hasta donde se sabe actualmente, es imposible.

 

Existen argumentos para relacionar los SN simpático y parasimpático con estructuras del SN central superior basadas en la similitud de funciones asociadas a ambos. Por ejemplo, el hipotálamo, que se encuentra dentro del área límbica, regula constantes vitales, por lo que existe una relación entre el SN parasimpático y el área límbica. Otro ejemplo: en la corteza cerebral tenemos programas mentales que son herramientas de características similares a las del SN simpático, por lo que se puede establecer una relación entre el SN simpático y la corteza cerebral. Por tanto, a nivel fisiológico es posible deducir una conexión entre los SN simpático y parasimpático y el SN central superior.

Ciertas culturas cuyo conocimiento de nuestro cuerpo está basado en la experiencia directa han establecido este tipo de conexión. Esta experiencia directa la conocemos con el nombre de Práctica de la meditación. Esta práctica corresponde a una investigación directa de los procesos que tienen lugar en nuestro interior, mediante la observación y la percepción objetivas, es decir, no influenciadas por la manera de pensar. Este desarrollo de la observación y la percepción unido al control sobre los pensamientos produce un aumento de la sensibilidad interior, de la capacidad de percibir, es decir, aumenta la consciencia sobre los procesos que tienen lugar en el interior del cuerpo. En las culturas donde la práctica de la meditación constituía una importante herramienta de investigación se han encontrado escritos que hacen referencia a canales de energía de recorridos similares a los del sistema nervioso. En la tradición india se habla de tres canales de energía, cuya base fisiológica se ha relacionado frecuentemente con el sistema nervioso. Según el Chandoguia-upanishad (texto en sánscrito de mediados del I milenio a. C.) estos canales son llamados nadis y están compuestos por un nadi central llamado susumna, otro izquierdo llamado ida y el derecho llamado pingala.

 

El canal central, susumna, coincide en su ubicación con el SN parasimpático hasta el tronco encefálico, zona en la que este finaliza según nuestra división anatómica, y continúa en vertical hacia arriba atravesando el área límbica hasta llegar a la parte superior central del cráneo.

Los canales laterales ida y pingala tienen su ubicación en el SN simpático, igualmente hasta donde termina su definición, en la zona cervical, y continúan realizando un cruce en el interior del cráneo que hace que se dirijan al hemisferio del cerebro opuesto. Algo que tiene sentido a nivel fisiológico, pues sabemos que el lado izquierdo de nuestro cerebro se encarga del lado derecho de nuestro cuerpo y viceversa.

 

Uniendo el conocimiento occidental y el oriental establecemos la siguiente hipótesis:

El sistema nervioso encargado de la regulación de las constantes vitales y de la creación y preservación de la energía constituye un eje central que parte del hueso sacro, recorre el interior de la columna vertebral y continúa elevándose verticalmente en el interior de nuestro cráneo atravesando el área límbica hasta llegar a la fontanela. Nos referiremos a esta red nerviosa como Canal central.

El sistema nervioso encargado de facilitar la utilización de la energía para la realización de las tareas que precisamos hacer en nuestra vida está compuesto por dos ramas que suben a ambos lados de la columna vertebral y realizan un cruce hacia el hemisferio contrario a nivel del tronco cerebral. Nos referiremos a estas dos ramas del sistema nervioso como Canal izquierdo y Canal derecho.

 

A partir de aquí surge un tema crucial para el entendimiento de cómo se relaciona nuestro sistema nervioso con la consciencia que nos permite percibir el mundo y a nosotros mismos: ¿Cuál es la relación entre las redes nerviosas anteriormente descritas y nuestra consciencia? ¿Qué procesos neurofisiológicos pueden producirse en nuestro interior que nos impidan ver la realidad tal y como es?

Sistema nervioso y consciencia

 

Que la consciencia está ligada a la activación de la corteza cerebral forma parte del conocimiento actual de la ciencia. Algunos investigadores han señalado también que la corteza no es la única responsable de la consciencia. Por otro lado, han sido definidos e investigados diferentes tipos de consciencia.

 

La corteza cerebral nos da la Consciencia de yo y es la base fisiológica de los pensamientos. En el centro de la cabeza, el sistema límbico nos da la Consciencia de Ser y es la base fisio-

lógica del estado de observación.

 

Uniendo esta información con la hipótesis presentada en el apartado anterior podemos plantear que:

Cada una de las redes descritas en la anterior hipótesis es el soporte fisiológico de un tipo de consciencia.

El canal central compuesto por el SN parasimpático, el área límbica y la parte interparietal del encéfalo, son la base neurofisiológica de la consciencia de Ser.

Los canales laterales, derecho e izquierdo, compuestos por el SN simpático y la zona periférica del encéfalo son la base neurofisiológica de la consciencia de yo.

La existencia de dos canales laterales indica la existencia de dos tipos de consciencia de yo. Llamaremos Ego a la consciencia de yo relacionada con el canal derecho: el SN simpático derecho, y la zona prefrontal y lateral izquierda del encéfalo. La consciencia relacionada con el canal izquierdo la denominaremos Superego, con base fisiológica en el SN simpático izquierdo, y la zona occipital y lateral derecha del encéfalo.

Al igual que la primera, esta hipótesis une el conocimiento occidental y el oriental. Podemos decir que no presenta nada nuevo, sino una visión integradora del conocimiento de diferentes culturas presentada siguiendo el protocolo del método científico.

Desde el punto de vista occidental sabemos que en el cerebro humano se produjo un desarrollo importante de la corteza prefrontal.

En esta área de nuestro cerebro se realizan las funciones ejecutivas: elaboración de planes, toma de decisiones y resolución. Esta zona la hemos asociado a la consciencia de ego, por tanto, cuando miramos hacia el futuro, realizando planes, buscando una meta, predomina en nosotros la actividad prefrontal: la actividad del ego. También hemos asociado al ego una parte del hemisferio izquierdo, lugar donde se encuentra la base fisiológica del lenguaje, las matemáticas y la lógica, es decir, nuestro aspecto racional.

En la zona occipital de nuestro cerebro se encuentra la memoria, y en el hemisferio derecho la capacidad integradora, la visual, la espacial y tiene un carácter no verbal: se la considera también la sede de nuestras capacidades artísticas. La consciencia asociada a las zonas referidas es lo que hemos llamado consciencia de superego. Si el ego mira al futuro, el superego mira al pasado.

 

Al asociar estas zonas de nuestro SN central superior al SN simpático, podemos decir que ego y superego forman parte de las herramientas con las que contamos para hacer nuestra vida. Las funciones del ego se asemejan a las de un secretario que nos ayuda con la agenda y con la ejecución de las tareas, mientras que el superego es similar a un mayordomo, un jefe de protocolo que conoce el manual de instrucciones para el comportamiento adecuado.

El conocimiento occidental basado en la investigación científica ha mostrado la existencia de dos consciencias diferentes e independientes en cada hemisferio. En estudios realizados en pacientes en los que fueron separados los dos hemisferios por sección del cuerpo calloso para evitar la propagación de un foco epiléptico, se observó que cada uno de estos hemisferios desarrollaba una consciencia diferente e independiente una de otra. Estos resultados pueden relacionarse con estos dos aspectos a los que hemos llamado ego y superego.

Habíamos definido también dos tipos de programas que vamos creando en nuestros cerebros: los programas mentales, cuyo altavoz sería la voz del ego, y los emocionales: el superego.

Respecto al canal central, al que hemos relacionado con la consciencia de Ser y el sistema límbico, el conocimiento desde el punto de vista occidental presenta áreas de investigación aún abiertas. Se sabe que el sistema límbico juega un papel en el comportamiento afectivo, el aprendizaje, la memorización y el reconocimiento de objetos nuevos. También se encarga de la vigilancia, la motivación y el tratamiento de los estímulos olfativos. Su desequilibrio suprime la actividad y la atención sostenida.

El sistema límbico también está relacionado con el mundo interior, con las percepciones interiores. Su estimulación en determinadas regiones produce síntomas relacionados con las experiencias místicas.

Libro: En la mente o en el Ser – María Teresa Blázquez

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