Si yo fuese un conferenciante sobre budismo en el contexto del mundo académico, debería observar ciertas reglas del juego. Es decir, tendría que hablar del tema como de algo histórico, como de algo del pasado. Y se esperaría de mí que diese una información extremadamente precisa sobre lo que fue, sobre lo que pensó otra gente y sobre lo que hicieron.
En el momento en que sugiriese que el tema contaba con algún tipo de vitalidad actual y que pudiera tener algún efecto sobre ustedes, sería etiquetado como académicamente poco respetable. Dirían: “Este hombre ya no está cualificado para ser profesor, porque toma partido por esas cosas y no las explica desde un punto de vista objetivo”. Ya ven, qué gracioso; todos los temas obsoletos son estudiados por el método histórico. Así que si estudian religión en la universidad, será bajo la cabecera de historia de las religiones. Por la misma razón, el curso introductorio de filosofía suele ser normalmente el de historia de la filosofía. Imagínense enseñar matemáticas a niños con un curso introductorio de historia de las matemáticas, con lo que empezarían a realizar sumas con números egipcios y romanos, llevando a cabo todos los procedimientos que el hombre de la antigüedad tuvo que recorrer para llegar a las matemáticas modernas. En el primer curso de medicina se dedican inmediatamente a cuestiones prácticas, al conocimiento más actual de la fisiología humana, y eso es lo que enseñan; sólo cuando alguien se gradúa en una escuela de historia de la medicina se pueden elegir cursos sobre la historia de la ciencia médica. Esa manera de darle a todo una distancia histórica es una forma de castrarlo, haciéndolo completamente inservible, para que así ya no pueda hacer nada.
Es por ello por lo que no puedo trabajar en el mundo académico, porque, aunque conozco sus reglas del juego, y cómo estudiar el budismo desde el método histórico, cuando uno se mete en ello, al cabo de un tiempo nadie nene el mínimo interés y se convierte en algo completamente aburrido. Se puede adquirir una extensa biblioteca y se puede leer sin fin, pero entonces, ¿qué? La única cosa con la que pueden consolarse los académicos es de la que más asustados están: un profesor de religión que ha aparecido para convertir a las personas. Porque eso es imponer sobre los demás un punto de vista particular, individual y subjetivo. Así que si, en otras palabras, una persona que enseña cristianismo empieza a predicar desde su sillón académico, en lugar de limitarse a explicar lo que hacían los cristianos entre tal y tal período, a los académicos se les pondrían los pelos de punta.
La ventaja con que cuenta el budismo es que no tiene opiniones que trate de imponer sobre los demás. Sólo trata de ayudar a que nos deshagamos de las opiniones. Es decir, deshacernos de cualquier punto de vista fijo sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
Alan Whatts: Salir de la trampa