DIOS es SILENCIO 5/5 (1)

Este es el testimonio de Juan para los Judíos.

Desde Israel le enviaron sacerdotes y levitas para preguntarle: ¿Tú quién eres? ¿Qué dices de ti mismo?
Y dijo: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”

Indudablemente, si a uno de nosotros le hacen esta misma pregunta que hacen a Juan Bautista, posiblemente uno se quede casi, casi, sin palabras.

Cuando nos preguntan quiénes somos, frecuentemente contamos lo relacionado con el área de nuestra actividad: lo que hacemos, nuestros planes, nuestros trabajos, nuestras tareas, nuestros proyectos. Contamos nuestra ocupación, expresamos un poco el lado de nuestra actividad, pero, ¿quién sabe decir lo que uno es? ¿Quién sabe expresar lo que uno vive, lo que uno es allá en lo hondo de su ser?

Esta pregunta siempre nos envía al fondo de nuestro corazón: ¿Y tú quién eres, o qué dices de ti mismo? Esta pregunta nos precipita de alguna manera, dentro. Nos remite a nuestro corazón, nos envía a lo más privado, al subsuelo, por así decir. Al sótano, diríamos. Pero nosotros nos resistimos a ese examen en profundidad, a esa búsqueda. Nos resistimos a esa especie de excursión. Pero no una excursión a lo horizontal, sino a esa excursión en lo vertical, a que nos somete esa pregunta, porque no se puede responder por uno mismo, si no es descendiendo, bajando a lo hondo de nuestro corazón.

El caso es que damos por sentado que nos conocemos o creemos que nos conocemos, cuando conocemos un poco la periferia, los arrabales, por así decir, de nuestra existencia. Pero no nos es muy familiar nuestro corazón.

No estamos muy familiarizados con lo más íntimo de nuestra vida. Por eso nos fugamos, nos escapamos de nosotros mismos. Llegamos a ser los seres más extraños a nosotros mismos.

Un poco, los seres más perdidos. Un poco, los seres más extraviados. Como que no nos interesamos por nosotros mismos. Como que nuestro interior realmente no nos cautivara. Como que no despertara realmente ninguna emoción, como que no nos fascinara lo más nuestro, lo más íntimo como es nuestro corazón.

Da la impresión, en este pasaje, de que Juan Bautista sí se conoce. No anda por las ramas. No es que conozca los alrededores, el entorno, las inmediaciones de su vida, de su existencia, sino que se conoce a sí mismo. De alguna manera, Juan Bautista conoce su verdad, lo más íntimo de su ser. Es la voz del silencio. Es la palabra del silencio. Juan Bautista, él mismo se dice como que es la palabra del desierto, la voz del desierto. Es la voz del silencio.

¿Será una exageración decir que Dios es silencio? Su palabra surge del silencio.

Juan Bautista también es silencio y su voz viene del silencio.

¿Será una exageración decir que el hombre también es silencio y que su palabra verdadera viene del silencio, se remonta en el silencio, es un latido del silencio?

J.F.Moratiel

Por favor puntúa este artículo