Escoge, con tu imaginación, un tipo de árbol o un árbol concreto que te guste o te inspire especialmente…
Visualiza mentalmente tu árbol escogido con la riqueza de detalles que quieras: las raíces, el tronco, el ramaje, las hojas…
Ahora identifícate con tu árbol: como si entrases en él y te transformases en el árbol mismo…
Siente tus raíces adentrándose en la tierra, en todas direcciones, absorbiendo el alimento y la energía de la tierra y llevándolos hasta la base del tronco…
Recorre ahora mentalmente el interior del tronco que eres, percibiendo la savia llena de vida que te recorre, sintiendo la solidez, la firmeza, la fuerza del tronco que eres… Ve subiendo por el tronco, sintiéndolo así, hasta llegar a la base de las ramas…
Empieza ahora a recorrer las ramas que brotan del tronco en todas direcciones: las primeras más sólidas, de las que salen otras más delgadas y frágiles…
Y toma conciencia de las hojas que brotan de las ramas en todas direcciones: alegres, ágiles, expuestas a la luz del sol, a la lluvia, al aire…
Ve recorriendo, pues, la copa del árbol en todas direcciones, subiendo cada vez más, hasta llegar al punto más alto, donde te sugiero que te detengas cierto tiempo para abrirte al cielo que te cubre y a la luz del sol que te ilumina…
A continuación, ve haciendo el proceso inverso, muy lentamente:
Vas bajando por la copa del árbol, consciente de las hojas… Y ahora por las ramas…
Y por el tronco, sintiéndolo sólido, firme…
Hasta la base, de donde salen las raíces, en todas direcciones, adentrándose en la tierra… absorbiendo el alimento, la vida…
Y de nuevo, repite el proceso de subir y bajar por el árbol. Te recomendaría que lo hicieses como mínimo una vez más, para pasar a continuación a quedarte en la conciencia global de ser el árbol con el que te identificas, sintiéndote a la vez bien enraizado en la tierra, bien fuerte en tu tronco y bien abierto, aireado y receptivo en las ramas y hojas de tu copa.
Libro: El camino hacia el silencio