Meditación es aventura, la aventura más grande que pueda emprender la mente humana. Meditación es ser, simplemente, sin hacer nada -sin acción, sin pensamiento, sin emoción. Simplemente, sos y es un deleite puro. ¿De dónde viene este deleite cuando no estás haciendo nada?
No viene de ninguna parte, o viene de todas partes. Es sin causa, porque la existencia esta hecha de una sustancia llamada deleite.
Cuando no estás haciendo nada en absoluto -corporalmente, mentalmente, ni a ningún nivel, cuando paró toda actividad y solamente sos, eso es meditación. No podés hacerlo, no podés practicarlo, solamente tenés que entenderlo.
Siempre que puedas encontrar un tiempo para ser, simplemente, dejá el hacer. Pensar también es hacer, concentrarse también es hacer, contemplar también es hacer. Incluso si por un momento dejás de hacer y solamente te quedás en tu centro, totalmente relajado, eso es meditación. Y una vez que le hayas encontrado el truco, podés quedarte en ese estado todo el tiempo que quieras; al final, vas a poder quedarte en ese estado las 24 horas.
Una vez que te des cuenta la forma en que tu ser puede quedarse imperturbable, entonces de a poco, podés empezar a hacer cosas, manteniéndote alerta de que tu ser no se agite. Esa es la segunda parte de la meditación; primero, aprender a ser, y después aprender con pequeñas actividades; limpiando el piso, dándote una ducha, pero manteniéndote centrado. Después, podés hacer cosas más complicadas.
Por ejemplo, ahora te estoy hablando, pero mi meditación no se perturba. Puedo seguir hablando, pero en mi centro no corre siquiera una brisa; hay silencio nada más…Silencio absoluto.
Entonces la meditación no está en contra de la acción. No es que te tengas que escapar de la vida. Solamente te enseña una nueva forma de vida: Te volvés el centro del ciclón.
Tu vida sigue, sigue realmente con mayor intensidad, con más alegría, con más claridad, con más visión, con más creatividad -sin embargo, estás más distanciado, sos solamente un vigía en la cima, observando todo lo que pasa a tu alrededor; no sos el que hace, sos el que observa.
Ese es todo el secreto de la meditación, que te convertís en el observador.
El hacer sigue en su propio nivel, no hay problema: Cortando leña o sacando agua del pozo. Podés hacer cosas pequeñas o grandes; lo único que no se permite es que pierdas tu centro.
Esa conciencia, esa observación, se tiene que mantener absolutamente clara, sin nubes, sin perturbación.
En el judaísmo hay una escuela rebelde de misterio que se llama Hassidismo. Su fundador, Baal Shem, era un ser extraño. A media noche volvía del río. Esa era su rutina, porque en el río, de noche, había una calma y quietud absolutas. Se solía sentar ahí, sin hacer nada -solamente observando su propio ser; observando al observador. Esa noche, cuando volvía, pasó por la casa de un hombre rico y el vigilante estaba de pie frente a la puerta. El vigilante estaba intrigado porque cada noche, exactamente a la misma hora, volvía este hombre. Salió y le dijo:
-“Perdone la interrupción, pero ya no puedo contener mi curiosidad. Me persigue la intriga noche y día. ¿A qué se dedica?, ¿Para qué va al río? Lo seguí muchas veces y no hay nada; lo único que hace es sentarse ahí horas y horas, y después vuelve a media noche.”
Baal Shem le contestó:
-“Ya sé que me seguiste varias veces, porque la noche es tan silenciosa, que pude oír tus pasos. Y sé que todos los días te escondés atrás del portón. Pero no solo vos sentís curiosidad por mí, yo también siento curiosidad por vos ¿A qué te dedicás?” El guardián le contesto:
-“¿A qué me dedico? Soy un simple vigilante”
Entonces Baal Shem le dijo:
-“¡Dios mío, me diste la palabra clave!, ¡Mi ocupación es esa también!”
El guardián dijo:
-“Pero, no entiendo; si es un vigilante tendría que estar vigilando alguna casa, algún palacio. ¿Que está vigilando sentado ahí en la arena?”
Baal Shem le contestó:
-“Hay una pequeña diferencia: vos vigilás que nadie de afuera entre al palacio; yo simplemente vigilo a este vigilante. ¿Quién es este vigilante? Ese es el esfuerzo de toda mi vida; me vigilo a mí mismo.”
El guardián le dijo:
-“Pero ese es un trabajo muy raro. ¿Quién le va a pagar?”
Y él respondió:
– “¡La felicidad es tanta, el goce es tan grande, es una bendición tan inmensa que es una recompensa en sí misma! Un solo momento y todas las riquezas del mundo no son nada en comparación.”
El vigilante dijo:
-“Eso es muy raro…yo me pasé la vida vigilando y jamás me topé con una experiencia tan hermosa. Mañana a la noche lo voy a acompañar; quiero que me enseñe, porque yo sé cómo vigilar pero parece que se hace en otra dirección. Usted mira hacia una dirección diferente.”
Hay un solo paso y ese paso tiene que ver con la dirección, con la dimensión. Podemos enfocar tanto hacia afuera como cerrar los ojos al exterior y dejar que toda nuestra conciencia se centre en nuestro interior y vas a darte cuenta porque vos sos el que conoce, vos sos conciencia. Nunca la perdiste, solamente dejaste que se enredara en mil y una cosas. Sacá tu conciencia de todo lo demás y dejála descansar adentro tuyo.
Entonces, llegás a casa.