Así se ve el NARCISISTA 5/5 (2)

 

Era como un gallo que creía que el sol había salido para oírle cantar.

GEORGE ELLIOT

 

Yo, yo y ¡nadie más que yo!

 

El narcisista es la persona que se ama a sí misma en exceso y vive en una permanente búsqueda de admiración. Su mundo se reduce a «Yo… yo… y yo…».

Nunca ve en sí misma el error ni cree tener defectos (por eso, por ejemplo, termina perdiendo su puesto de trabajo). Cuando un narcisista tiene que cumplir una orden o un encargo suele hacerlo mal, no porque se crea tonto sino porque se siente omnipotente y no cree necesario poner dedicación y cuidado en lo que hace.

El narcisista no tiene autocrítica ni le gusta ser evaluado. Sólo se centra en lo que hace bien, no puede ver sus errores y mucho menos corregirlos. Si otra persona se atreve a señalarle un error, la mira de arriba abajo y asegura: «Yo sé cómo se hace… porque yo, y yo, y yo…». Cree que está en otro nivel y que los demás son sus sirvientes. Por eso terminan transformándose en personas soberbias.

 

¿Cuáles son las frases más frecuentes de un narcisista?

Tiene necesidad de lucirse y demostrar que conoce a gente importante.

  • «Yo soy asistente de…». «Yo conozco a…».

No hace caso de los consejos de los demás, aunque diga que los tendrá en cuenta hará lo que a él se le antoje.

  • «Sí, sí, ¡lo voy a hacer!».

De esta manera saluda a un famoso.

  • «¿Cómo es posible que no me conozcas?».

Al entrar en un lugar saluda a gritos para que los demás reparen en su presencia.

  • «¡Buenos díiiiiiaaaaaas!».

Si está en un grupo, desviará la charla para ser el centro de la conversación… o la charla terminará para él. Cree que debe ser el centro del universo. En cambio, si lo ven triste y le dicen: «A todos nos ha pasado lo mismo», se siente insultado. ¡A él no se lo puede comparar con la gente común, es único!

  • «A mí me pasó algo similar».

Cuando llega a un lugar, pide que lo acompañen a su «asiento reservado». Si es tratado de la misma manera que el resto de mortales, se enfurece.

  • «Por favor, ¿puede acompañarme hasta mi lugar?».

Expone a sus hijos como «modelos de belleza» que confirman su grandiosidad.

  • «Este es mi maravilloso hijo, ¡es guapo como su padre!».

De esta «simpática» manera anuncia a los demás que los honra con su presencia.

  • «Ya he llegado, te quedan dos deseos».

Para él, nadie más es digno de ser amado.

  • «Te amo porque amas a quien yo amo: ¡a mí!».

Lo que el narcisista parece no comprender es que las frases que hablan de sus virtudes no son creíbles. Las virtudes no se dicen, no se autopromocionan, se muestran en la conducta.

 

Veamos los rasgos más sobresalientes del narcisista:

Dice de sí mismo: «Soy grandioso»

 

Es arrogante, fanfarrón, pagado de sí mismo.

Se siente poderoso, brillante y poseedor de carisma (lo tenga o no). Cuando la realidad lo golpea, demostrándole que no es tan «especial» como cree, se cae, se deprime; pero enseguida se recompone y se levanta. Su lema es: «Si no soy perfecto, no soy nada». Para el narcisista, la vida es «todo o nada».

Cuando recuerda el pasado lo cuenta como le hubiese gustado que fuera, no como en realidad fue. Lo distorsiona para adaptarlo a su grandiosidad.

Si el narcisista es líder, dirá a su gente: «¡Qué privilegio es para ti poder trabajar conmigo!». De esta manera intenta tapar de algún modo los sentimientos de aburrimiento, vacío interno e inutilidad que siguen vivos en su interior. Por lo general es un mal líder, ya que al estar exclusivamente centrado en sí mismo no sabe construir un equipo. Dice: «Mi grupo es el mejor». En realidad todos, incluido él, ¡son un caos!, pero no lo ve.

Cuanto más narcisismo hay en un líder menos eficiente es, porque no se cuestiona nada. No es necesario sentirse totalmente seguro, ya que el exceso de confianza no permite el cuestionamiento. La capacidad de autocrítica nos permite dudar para poder elegir la mejor opción, nos permite decirnos: «No me siento seguro como líder, ¿qué puedo hacer?».

 

No tiene empatía

El otro no existe. En su mundo sólo existe él, y si busca a alguien es para ver qué puede obtener.

No busca el aplauso validador del otro, porque el otro no existe para él, no le interesa la gente. No le pregunta nada a nadie, las cosas son como él dice y punto.

No necesita la opinión ni la ayuda del otro (a quien desprecia) para llegar a la cima, porque ¡ya está en la cima! Siente que ese lugar es exclusivamente suyo y le altera que alguien (entre los pocos que están «en su mismo nivel») se lo dispute.

Cuando los demás no reconocen que es brillante, se sorprende y exclama: «¡No pueden ver mi grandeza!». No entiende cómo es posible que la gente no reconozca el lugar de preponderancia que cree ocupar: «¡Qué mal está la gente para no ver algo tan obvio!», piensa. No tiene dudas de que es el número uno y, por lo tanto, debe ser admirado.

 

 Lo que enceguece no es el amor, sino el amor propio.

VOLTAIRE

 

 

No necesita la confirmación de que es el mejor, está seguro de que lo es.

 

«Vende» su grandeza

El narcisista, con su personalidad tóxica centrada en su propia persona, «vende» seguridad en sí mismo, decisión, ambición, fortaleza. Hasta que aparece alguien que sabe más que él y empieza el conflicto. O hasta que, con el paso del tiempo, la gente que lo rodea se da cuenta de que no es tan maravilloso ni único como él pretende hacerles creer.

Constantemente se autopromociona diciendo: «Yo puedo…». «Yo sé cómo hacerlo…». «Yo tengo…». Pero ¡atención!: las virtudes no se dicen, se demuestran en la conducta. La autopromoción provoca el efecto contrario al deseado. Si digo: «Estas son mis virtudes», difícilmente me creerán. Sólo quedará en evidencia mi lado narcisista.

Vende «seducción impaciente»

En general tiene malas estrategias de seducción y, cuando le fallan, utiliza las peores, las más burdas y obvias. Si no logra su objetivo, insiste con más de lo mismo, exagerando. Así genera aún más rechazo por parte de los demás.

Un cuervo robó a unos pastores un pedazo de carne y se retiró a un árbol. Lo vio una zorra que, deseando apoderarse de aquella carne empezó a halagar al cuervo, elogió sus elegantes proporciones y su gran belleza. Por fin la zorra agregó que si tuviera una voz tan hermosa como su cuerpo no habría nadie mejor dotado que él para ser el rey de las aves.

 El orgullo precede a la caída.

PROVERBIO

 

 

El cuervo, para demostrarle a la zorra que no tenía una gran voz, soltó la carne para lanzar con orgullo fuertes gritos. La zorra, sin perder tiempo, cogió la carne y le dijo:

—Amigo cuervo, si además de vanidad tuvieras entendimiento, nada más te faltaría realmente para ser el rey de las aves.[3]

 

Es superficial

El narcisista cree y «vende» que tiene todo lo que una persona pueda desear, pero en realidad:

  • No tiene intimidad (física ni emocional).
  • No tiene charlas profundas sino superficiales.
  • No tiene amigos; tiene admiradores o contactos (para alcanzar sus ambiciones).
  • No tiene pareja; tiene alguien que lo idealiza.
  • No tiene humildad; busca ser tratado con «favor especial» sin dar nada a cambio por ello.
  • No demuestra admiración por los demás; envidia a quienes llegan a la cima o son más capaces que él.
  • No posee tolerancia a la crítica; es verbalmente agresivo cuando alguien lo cuestiona.
  • No conoce la calidez, es frío con la gente. La persona narcisista se siente tan omnipotente, que no es consciente del maltrato que les da a los demás.

 Para los vanidosos todos los demás son admiradores.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

 

 

No tiene autocrítica

Deja siempre bien claro que él y todo lo que hace (o tiene) es lo mejor. Aunque en realidad nada, ni siquiera él, es tan bueno como él cree. No lo ve porque no tiene autocrítica. No puede ver sus errores ni hacer un insight, darse cuenta.

Demuestra siempre a los demás que él lo sabe todo, pues un narcisista ¡no puede no saber!

No planifica un futuro de largo alcance

Vislumbra la foto de un futuro de grandeza, pero no traza un plan que pueda hacerlo realidad. No ve el árbol en el bosque.

Es envidioso

No quiere que nadie le robe el protagonismo o que alguien de su equipo sepa más que él, porque piensa que de ser así no se someterá a su autoridad.

Como ejemplo puedo citar una ocasión en que mi profesor de griego nos dijo: «Quiero que quede claro que el que sabe soy yo, y cuando terminen esta asignatura seguirán sin saber griego».


 

 

Que le diría al narcisista…

 

Más relaciones es poder. El poder de estar con el otro, de construir vínculos sanos que nos conectarán con las mejores oportunidades de nuestra vida.

Por supuesto, quien logra manejar el poder en cualquier área es una persona que en primer lugar tiene una valoración realista de sí misma.

Tenemos que aprender a reconocer sin vergüenza y sin miedo lo que hacemos bien. Si reconocemos adecuadamente nuestras virtudes, lo que sabemos hacer bien, no tendremos problemas para aceptar una sugerencia de mejora, y de esa manera podremos seguir creciendo.

Posee una estima sana quien descubre sus fortalezas. El pez sabe nadar, pero no sabe trepar; el mono sabe trepar, pero no sabe nadar, y el pato sabe nadar y volar, pero ninguna de las dos cosas le sale muy bien, aunque por lo menos sabe hacer dos. Nadie sabe hacer todo. La gente siempre te va a pedir que seas perfecto, pero no te sientas menos por no serlo.

Con la misma intensidad que celebramos lo que nos sale bien, tenemos que corregir lo que hacemos mal. Y con la misma intensidad con la que vemos lo malo, el error (para corregirlo), tenemos que celebrar lo que hacemos bien. La estima nos la damos nosotros mismos y así somos libres de la gente.

Mi victoria no es sólo saber qué cosas hago bien, sino también saber qué cosas hago mal. Porque mi fe y mi potencial me hacen multiplicar lo que hago bien y corregir lo que hago mal y transformarlo en crecimiento y en nuevos logros.

Cuando no se ve el cuadro completo, pierde la persona y se transforma en personaje que vive buscando la felicitación. Pero cuando tú ves todo el cuadro completo, ves con la misma intensidad lo que haces bien, regular y mal. No te castigas ni te sientes culpable. Cuando aceptas las tres cosas en el mismo nivel, te llenas de fe y puedes crecer y transformar tu potencial en sueños cumplidos, en resultados extraordinarios.

 El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo.

SÉNECA

 Extractos LIBRO: GENTE MÁS TÓXICA

 

 

 

 

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