Así se ven los MIEDOSOS 5/5 (1)

¡Cuidado!

 

¿Qué es el miedo? El miedo es un mecanismo de defensa. Esta emoción aparece cuando una persona percibe un peligro (real o imaginario), una amenaza. El miedo es normal y beneficioso si la amenaza es real, puesto que nos ayuda a preservarnos, al permitirnos actuar rápidamente y con eficacia. Además, el miedo es necesario para nuestra adaptación al medio y a las más variadas situaciones.

A una persona normal, cuando hay un peligro, el estómago se le cierra y la sangre se le va a los pies para poder huir, o a las manos para poder pelear. Frente a una situación que nos produce miedo, el cuerpo reacciona para aumentar las posibilidades de supervivencia. Todos nuestros sentidos se agudizan para estar más enfocados. Esto sucede de forma automática, lo cual es una gran ventaja, porque no tenemos que proponernos activar todas estas reacciones. De este modo, nuestra tarea simplemente se concentra en analizar la situación y tomar la mejor decisión frente a la amenaza.

Frente a una amenaza, siempre aparece el impulso que nos lleva a luchar o a huir. Los animales fuertes, como el león, atacan; los más débiles, como el ciervo, huyen. Cuando un animal es débil o está enfermo, teme y huye. Cuando un animal es fuerte y está seguro, se irrita y ataca.

A lo largo de la vida, las personas tenemos miedos. Hay situaciones reales en las que necesitamos tener miedo. Esos miedos ante los peligros reales nunca los tenemos que superar. ¿Por qué? Porque el miedo es una emoción que alerta y permite que se abran nuestros ojos, que la respiración sea más profunda, que la sangre se movilice para que seamos capaces de atacar o de huir.

Pero también podemos tener miedos que no son respuestas a peligros reales y se van creando con el tiempo.

El problema surge cuando estamos rodeados de personas miedosas que no nos dejan avanzar. Les contamos un proyecto, o una idea, y dicen:

  • «¡Cuidado! ¿Y si te estafan? ¿Para qué vas a invertir? Mejor quédate como hasta ahora…»
  • «Conozco un montón de gente que fue estafada, compraron su apartamento sobre plano ¡y hoy no tienen nada!»
  • «Para mí que esa oferta es una trampa».

Y en cualquier situación cotidiana, hacen comentarios de este tipo:

  • «Cuidado al cruzar la calle, que la gente conduce como loca, ¡no vayas a tener un accidente!»
  • «Abrígate, podrías enfermarte, hay muchos casos de gripe. He oído que ya han muerto tres personas».

Las características más sobresalientes de los miedosos son:

  • Se sienten observados mientras comparten alguna actividad en grupo.
  • No quieren hablar en público, hacen todo lo posible por pasar desapercibidos.
  • No les gusta comer en público.
  • Les da mucha vergüenza ser tema de conversación de otros o que hagan chistes sobre ellos.
  • Evitan saludar a personas famosas o de autoridad.
  • Se ruborizan cuando están frente a situaciones que los incomodan.
  • Evitan la mirada de los otros por temor a ser juzgados, o no validados.
  • Sienten palpitaciones, temblores, sudoración frente a situaciones que sienten no controlar, frente a la posible crítica de otros.
  • Poseen sentimientos de inferioridad, no se sienten capaces de asumir desafíos.
  • Tienen miedo a ponerle límites a los demás y que por eso dejen de amarlos o los rechacen.
  • Generalmente tienen baja autoestima.

¿Conoces a personas como estas? Seguramente a muchas. ¿Te identificaste con algunos de estos rasgos? Identificarlos es conocer que tenemos limitaciones y fortalezas, pero también nos permite saber que tenemos la capacidad de superarnos y actuar a nuestro favor.

Imagina que un soldado se encuentra en la trinchera en medio de la batalla. ¿Qué debe hacer? Tiene tres opciones:

La primera es pensar en sus miedos y procurar salvarse a sí mismo. Entonces huirá hacia la retaguardia, se alejará de la batalla.

Su segunda opción es concentrarse en su valor. El soldado se dirá a sí mismo: «¡Soy un hombre y actúo como un hombre!». A partir de ese pensamiento su reacción será correr hacia delante y enfrentarse a su enemigo, aunque lo más probable es que pierda la vida.

La tercera alternativa para este soldado es aceptar que tiene miedo y también tiene valor. Esto le permitirá tomar la decisión correcta: quedarse en la trinchera peleando inteligentemente.

Tal como este soldado en su tercera alternativa, frente a los desafíos de la vida es preciso aceptar nuestras virtudes y limitaciones para luego poder tomar las decisiones más sabias.

 

 

 

Criando hijos sin miedos

 

Dijimos que el miedo es una emoción que nos alerta y permite que se abran nuestros ojos, que nuestra respiración sea más profunda, que la sangre se movilice para que seamos capaces de atacar o de huir. Pero como también señalamos, podemos tener miedos que no son reales y que se van creando con el tiempo.

¿Cómo son los miedos en la infancia?

 

La psicología evolutiva nos enseña que en los bebés los miedos son innatos. Los niños muy pequeños siempre temen los ruidos fuertes y también los objetos que se acercan rápido. Para calmarlos y brindarles seguridad hay que acariciarlos y sostenerlos en brazos.

Entre los 2 y los 3 años, a los miedos anteriores se suma el miedo a la separación. Esta es la razón por la que los niños pequeños no se dejan subir en brazos por personas que les resultan desconocidas. Ellos distinguen entre las personas que conocen y las que no. Saben perfectamente quién es su madre y quién es su padre, y no quieren separarse de ellos. Durante esta etapa también tienen miedo a los animales (debido a sus movimientos y ruidos).

Entre los 3 y los 4 años, además del miedo a los ruidos, a los desconocidos y a los animales, también aparece el miedo a la oscuridad y a quedarse solos, porque los niños saben que dependen de los demás. Son posesivos con su familia. Tienen miedo a los seres imaginarios (fantasmas, monstruos, etc.), ya que no distinguen lo real y lo imaginario; también tienen miedo a las tormentas. Estos miedos son los que más persisten en el tiempo, los más exagerados.

Entre los 6 y los 11 años aparece el miedo a los fantasmas, mientras los otros miedos empiezan poco a poco a decrecer. Los principales miedos se producen en el ámbito de la escuela y la familia. En esta etapa los niños tienen miedo a:

  • Ser ridiculizados.
  • Ser presionados por sus padres.
  • Ser rechazados (confunden la crítica con el rechazo).

 

 

 

¿Qué podemos hacer los padres?

 

Lo mejor que podemos hacer los padres es mostrarles a nuestros hijos que son amados y protegidos. Debemos permitir que expresen sus propios miedos, sabiendo que cuentan con nosotros para vencerlos. Y debemos elogiar sus logros, enseñarles a tener fe en ellos mismos y hacerles sentir que son apreciados con frases como:

  • «¡Qué bien lo has hecho!»
  • «¡Qué grande eres!» (a los niños les gusta sentirse grandes).
  • Dar ejemplo también es un punto a tener en cuenta, ya que tanto el miedo como el valor son contagiosos.

 

¿Cuáles son los miedos en la adolescencia?

 

Los adolescentes tienen miedo a:

  • No saber quiénes son, no poseer identidad.
  • Ser desaprobados por sus pares.
  • Desconocer qué les deparará el futuro (cuando se ven incapaces recurren a la droga y al alcohol).

¿Cómo podemos ayudarles los padres?

 

¿Qué es lo que no debemos hacer nunca los padres?: ridiculizar a nuestros hijos por sus temores, sin importar la edad que tengan. Algunos padres los obligan a superar el miedo diciendo cosas como: «¡No has de tenerle miedo a los fantasmas, tonto!»; o «¡Sé un hombre!, ¿cómo le vas a tener miedo a la oscuridad?». Nosotros, como adultos, tenemos que alentarlos pero nunca forzarlos o ridiculizarlos.

Tampoco sobreprotegerlos: «¡Ay!, tiene miedo, pobrecito, ven con mamá». El padre que sobreprotege a su hijo está mandando este mensaje: «Tú solo no puedes, es necesario que yo te cuide».

¿Qué hacer entonces? En primer lugar, enseñar con el ejemplo. Mostrar que nuestras acciones de todos los días no están limitadas por miedos irracionales. De lo contrario, lograremos lo mismo que esos padres que les dicen a sus hijos: «¡Comparte tus juguetes, egoísta!», cuando ellos no comparten nada. Luego, comportarnos como lo hacen en el ejército. Un pelotón cuando va a la guerra toca música. Mostremos fe a nuestros hijos. Aunque estemos angustiados o preocupados, delante de ellos tenemos que ser fuertes porque nosotros somos sus protectores y cuidadores. Si un niño ve que la persona que lo tiene que cuidar tiene más miedo que él, le pedirá a Dios ¡que le mande otros padres!

Una antigua historia cuenta que un día un peregrino se encontró con la Peste y le preguntó adónde iba:

—A Bagdad —le contestó esta—, a matar a cinco mil personas.

Una semana después el peregrino se encontró de nuevo con la Peste que regresaba de su viaje y la interpeló indignado.

—¡Me dijiste que ibas a matar a cinco mil personas, y mataste a cincuenta mil!

—No —respondió la Peste—. Yo sólo maté a cinco mil, el resto se murió de miedo.[6]

Si tuvimos la fortuna de haber sido criados de una manera sana, seremos capaces de reconocer a las personalidades tóxicas miedosas que todo el tiempo tratan de amedrentarnos. Muchos de ellos no lo hacen por maldad, sino que creen y están muy seguros de que, al hacerlo, nos están cuidando. Pero nos corresponde a nosotros saber cuándo este supuesto cuidado, en lugar de crear un temor que nos preserva, se convierte en toxicidad, nos anula y nos encierra dentro de alambradas que nos separan del mundo y de los sueños que debemos salir a conquistar.

Extracto Libro: Gente más toxica

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