Cuando las redes sociales se convierten en ARIETE de tu RABIA 5/5 (2)

 

Una peluquera se queja en Facebook de que una de sus clientes (a la que llamaremos «Isabel») no le pagó el corte de pelo. El objetivo de esta agresión virtual es lograr que esa otra persona quede mal parada delante de los demás. El agresor busca solamente desprestigiar, de ninguna manera espera que el lector llame a la persona para decirle: «Tienes que pagarle a la peluquera el corte que aún le debes».

La motivación del que ataca por Facebook es la rabia. Analicemos más profundamente el ejemplo anterior: Isabel va a la peluquería a cortarse el pelo y no paga. La peluquera insiste, pero ella de todos modos se va sin pagar. Frente a esta situación, la peluquera sube la fotografía de su cliente a Facebook y escribe: «Isabel no me pagó. ¡Ladrona!». Instantes después comienzan a aparecer los «Me gusta» y los mensajes como «¡La conozco, no me sorprende!» o «¡Sinvergüenza!». Todos estos comentarios funcionan como arietes pasivos. Sin embargo, a pesar de que la foto reciba muchos «Me gusta» y por más que sus amigos comenten cosas insultantes hacia la cliente, la peluquera no logrará calmar la rabia que siente hacia Isabel. 

La técnica de desahogarse por Facebook no tiene fecha de caducidad, y lo único que logrará es que la rabia de la peluquera vaya en aumento. Si continúa subiendo fotos y comentarios negativos hacia Isabel, probablemente llegará el día en que se canse y deje de hacerlo, pero en ninguno de los dos casos logrará nada, porque el problema no se habrá solucionado.

La peluquera debería enfrentarse a su cliente y hablar directamente con ella, o buscar una «mediadora», alguien a quien explicarle lo que ocurre y que pueda hablar con Isabel de su parte para tratar de solucionar el problema. Sólo tendrá paz si actuó correctamente y agotó todos los recursos para tratar de resolver el inconveniente. Aun así, es posible que no logre solucionarlo, en cuyo caso habrá perdido dinero, pero habrá ganado mucho en estima y paz interior.

La triangulación es una coalición de dos en contra de uno. Por ejemplo, Pilatos y Herodes se odiaban, pero para matar a Jesús se unieron. Se trata de dos amigos a quienes lo único que los une es un enemigo en común, dos arietes y una alianza, dos hacia una meta.

Un ariete es un arma de asedio originada en épocas antiguas, usada para romper las puertas o las paredes fortificadas. En su forma más simple, un ariete es tan sólo un tronco grande y pesado, cargado por varias personas e impulsado con fuerza contra un obstáculo. El ímpetu del ariete es suficiente para dañar el objetivo. Normalmente lleva incorporada al tronco la cabeza de un carnero para aprovechar su cornamenta enroscada en forma de círculo.

 

La realidad es que la venganza nunca es útil y puede volverse en contra de quien la ejecuta, como le pasó al caballo de esta historia:

 

En un tiempo el caballo tenía todo el pasto de la llanura solamente para él. Sucedió entonces que un venado se metió en su territorio y comió parte de ese pasto. El caballo, deseando vengarse del forastero, preguntó a un hombre si quería ayudarle a castigar al venado.

El hombre contestó que si él aceptaba tener un hierro en la boca y consentía en llevarlo siempre sobre su lomo, él concebiría armas eficaces contra el venado.

El caballo aceptó. Y así sucedió que en vez de obtener venganza contra el venado, se esclavizó al servicio del hombre.

 

Lo que necesitamos hacer no es vengarnos, sino pensar cómo podemos resolver la situación.

Y si buscamos casos que suceden a menudo, echemos un vistazo a estos ejemplos:

  • El padre habla mal de su madre a los hijos.
  • La madre habla mal de su padre a los hijos.
  • Ambos padres hablan mal del otro a sus hijos.

Los hijos deberían sentirse cuidados por ambos padres y no estar nunca en medio de sus conflictos. Un hijo jamás debe ser utilizado como intermediario ni mediador. Los padres tienen que aprender a separar la relación de ellos como pareja (y sus conflictos) de su rol de padre y madre de sus hijos.

Siempre que se usa un ariete*, A, B y C pierden. Veamos por qué pierde cada uno:

A: Por no afrontar la situación. Cuando no afrontamos un conflicto potenciamos nuestras debilidades. No saber resolver conflictos nos genera insatisfacción, impotencia, porque es otro el que lo resolvió (o no), lo cual nos provoca frustración, aun cuando hayamos «ganado» 

B:(el ariete): Porque tiene una nueva pelea con C.

C: Porque se disgustó con A en lugar de tratar con él y también con B, que apareció en el camino.

 

La mayoría de las personas gastan más tiempo y energía en hablar de los problemas que en afrontarlos.

HENRY FORD


 Actitudes sanas para resolver la triangulación

 

Para resolver cualquier situación conflictiva hay tres actitudes que siempre debemos tener en cuenta:

  1. Tener el deseo de resolver el problema. El objetivo debe ser solucionar el conflicto. Si esto no está claro, nada servirá.
  2. Hablar con la fuente. De lo contrario, el problema no se resuelve.
  3. Buscar un mediador. Si se designa a una persona para que cumpla explícitamente el rol de facilitar que dos partes se entiendan no hay manipulación, porque el objetivo es resolver un tema que se nos escapa de las manos.

Cuando se recurre expresamente a un intermediario pueden ocurrir dos cosas:

  1. Que el problema se resuelva. En este caso tenemos la alegría de haberlo abordado correctamente.
  2. Que el problema no se resuelva. Aquí conviene cortar la relación y seguir adelante con la satisfacción de haber actuado correctamente.

Nunca debemos reaccionar en función de la emocionalidad del otro. Evitemos caer en una guerra de emociones en la que no se puede resolver nada. Lo mejor siempre es pensar: «¿Cuál es el problema?». Supongamos que una persona va a comprar un kilo de pan y porque algo (sólo ella sabe qué) le desagrada empieza a gritarle a la panadera: «¡Ladrona! ¡Mentirosa!». Si la panadera reacciona a esa emoción, habrá una polémica sin sentido, pero si se mantiene en su eje y piensa en cuál es el problema, podrá concentrarse en resolver la situación. No es fácil, ¡pero es posible!

Siempre tenemos que analizar si hay un vínculo afectivo bajo o alto con quien nos quiere involucrar en un conflicto. Si el vínculo afectivo es bajo, por ejemplo, te hablan mal de un compañero de trabajo, lo mejor es apartarse y no entrar en el juego. Puedes responder: «¡Cuánto lo siento!» o «Bueno, no es mi problema». Si quieren utilizarte como ariete en una situación en la que el vínculo afectivo es alto, por ejemplo, si te hablan mal de un familiar, tu actitud debe ser explicitar el juego y decir: «No me corresponde a mí hablar de esa situación. Deberías hablar con la persona en cuestión, no conmigo». La cuestión es salir de esa triangulación, dejar de ser el que está en medio de dos y enviar a quien se queja a hablar con la fuente de su malestar. Si tienes claro cuál es tu función, tu límite, podrás salir del rol de «mensajero ariete» y enviar a la persona en conflicto a que converse con quien corresponde, sin asumir un papel que luego te hará sentir desgastado, frustrado, herido y usado. Otra actitud posible es escuchar al que te habla mal de un ser querido, pero no «aceptar» su discurso, no salir a atacar ni a «golpear» a nadie. Escuchar y punto.

Libro: Más gente toxica – Bernardo Stamateas

 

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