EL TIEMPO un valor muy cotizado en la sociedad 4/5 (2)

Nosotros hemos asimilado una con­cepción lineal del tiempo con la idea de que el tiempo nos aporta siempre algo nuevo y mejor en nuestra marcha hacia adelante. Y sólo con dificultad podemos asumir una mentalidad diferente, como sería por ejemplo la del tiempo cíclico que retorna una y otra vez. La fuerte orientación práctica y futurista y el afán de avanzar siempre contribuyen de manera decisiva a la vivencia del estrés del tiempo. Eso produce incertidumbre, desencadena un desasosiego interior y nos empuja a realizar muchas cosas en breve tiempo, para alcanzar pronto el futuro.

Con la expectativa de algo mejor el hom­bre moderno no soporta largo tiempo el presente, en la realidad ha­bitual de lo cotidiano pronto experimenta aburrimiento y el miedo de que se le escape «algo»: el futuro.

Todo eso se ve reforzado por la conciencia de que el tiempo es algo «precioso», que siempre conviene «aprovechar» con sentido, y con vistas al futuro. El hombre apenas se atreve ya a hacer cosas que no sean prácticas y provechosas, ni siquiera en el tiempo libre. El convencimiento de que siempre hay que tener algo que hacer saca de sí mismo al hombre, que a menudo olvida lo que realmente quiere y necesita y que sólo a regañadientes reconoce sus necesida­des de expansión.

Si bien se mira, nuestra actitud frente al tiempo es un reflejo de nuestra actitud frente a nosotros mismos. Cuando estamos insatisfe­chos con el tiempo es que realmente lo estamos con nosotros mis­mos. Y cuando no soportamos el tiempo libre, tampoco soportamos la confrontación con nuestro yo. Tal vez porque tenemos miedo de comprobar que nuestras necesidades más íntimas y propias no co­rresponden a las exigencias normativas del «aprovechamiento del tiempo». Posiblemente tendríamos que cuestionarnos a nosotros mismos o nuestro comportamiento, y por ello «huimos» hacia el fu­turo alejándonos cada vez más de nosotros mismos.

La huida hacia el trabajo es una salida casi aceptada en nuestra sociedad, por cuanto la vida laboral y profesional goza de una gran estima. Muchos de nosotros apenas sabemos manejarnos personal­mente y manejar nuestro tiempo, si desaparece el trabajo profesio­nal. Los problemas de tiempo de las amas de casa -al igual que de los parados y los jubilados- no son en cualquier caso problemas de tiempo simplemente «imaginarios».

Los problemas de tiempo de las personas sin un trabajo profe­sional van estrechamente ligados a la forma de vida y la actitud frente a la vida en nuestra sociedad laboral e industrial. Está mal visto el no hacer nada, como lo está la no actividad profesional. De la profesión u oficio se deriva una parte esencial de la identidad personal de cada uno; lo cual condiciona a su vez la imagen y el senti­miento de la propia valía, así como la capacidad de autoafinnación. Notas todas ellas que son importantísimas para el mantenimiento de la propia personalidad y para el equilibrio psíquico.

Si falta la actividad profesional, hay que buscar por otro camino esos estabilizadores de la personalidad. Lo cual no resulta fácil en modo alguno, toda vez que el trabajo profesional ha adquirido un valor decisivo en nuestra sociedad dominada por el trabajo.

La exigencia, ligada al trabajo, de aprovechar siempre el tiempo con sentido y de una manera efectiva y de no malgastarlo, hace que también quienes no desarrollan un trabajo profesional estén expues­tos a la escasez y premura de tiempo, para justificar en cierto modo a sus ojos su propia existencia.

Mientras tanto el desarrollo de nuestra conciencia del tiempo ha alcanzado un punto, en que claramente se ha puesto «de moda» el no tener tiempo y el correr desalados de una cita a otra. El status so­cial del individuo lo determina, entre otras cosas, el hecho de si tiene o no tiene tiempo.

 

El sociólogo Niklas Luhmann escribe: «Quien confiesa tener demasiado tiempo, se descalifica a sí mismo»

Quien afirma de sí mismo que dispone de tiempo casi se nos antoja un bicho raro.

Pa­rece que no tuviera nada que hacer y se expone a la sospecha de que no aprovecha su tiempo de un modo «efectivo» y que propende a malgastarlo.

LIBRO: El estrés del tiempo

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