La “fuga” social 4.67/5 (3)

Cuando en épocas de crisis como la actual, el sistema de valores que fundamenta una sociedad pierde sentido, cuando toda la estructura social se revoluciona desde el modo de producción a las relaciones de producción, cuando la dialéctica de clases se intensifica, cuando la dialéctica generacional se abre paso, cuando el quehacer cotidiano se enrarece y carece de racionalidad, cuando la sensación de asfixia general y particular se hace evidente, suele ocurrir el fenómeno de «fuga» social.

La «fuga» social se expresa en la ritualización de elementos periféricos y que no hacen nada a lo esencial de la actividad humana. Se ritualiza el deporte, el sexo, el juego, la moda, la música. Todos esos elementos cobran el valor de fetiche, como si en ellos estuviera el poder de resolver conflictos internos.

Toda la época se hace fuertemente mesiánica y las teorías salvacionistas cunden. Se desentierran viejos mitos y se los adapta al momento. Se deposita fe ciega en hombres tan fugados como el resto.
Se experimenta en su presencia la difusa sensación de que él tiene el poder de resolver situaciones angustiosas. Se trate del juego, de un líder, de un maestro espiritual, de un sistema mágico, aun científico (en este plano es indiferente), se trate del objeto de status, o de un disco volador, todas esas entidades se aparecen como insinuadoras de la salvación que busca la conciencia en fuga.
Si dada la situación de urgencia la solución de los males es buscada externamente, entonces los fetiches son también externos. Si por el contrario el conflicto se experimenta como propio y personal, los fetiches son internos. En este último caso se prepara el terreno para la droga, las disciplinas místicas y el ejercicio de las diversas formas de autohipnosis.

En ambos casos la conciencia no está en condiciones de estudiar los problemas que se presentan, sino que tiende a superarlos sin resolverlos mediante la relación con el fetiche. A este estado de conciencia, como ustedes saben, lo designamos «conciencia emocionada». Es totalmente inútil tratar de explicar a alguien que se encuentra en esa situación, qué está sucediendo en su conciencia. Cualquier argumentación racional que se le trate de presentar será fácilmente descartada y, a la vez, reinterpretada de un modo singular, pero sin atender a ella en profundidad.

Veamos ahora: si lo que venimos expresando encuentra en alguno de ustedes esa barrera de la conciencia emocionada, las explicaciones que se den no podrán ser captadas razonablemente… En estos momentos ¿No están algunos discutiendo internamente lo que aquí se está diciendo, en lugar de tratar de entenderlo? Avancemos un poco.
¿Han observado que cuando en ustedes existe alguno de esos fetiches, todas o muchas de sus actividades, tienden a girar en torno a él? ¿Qué ese fetiche se constituye en una suerte de centro de gravedad artificial? ¿Y que el desgaste de esa fe hacia él, a la larga, deja finalmente la experiencia de un amargo vacío? ¿No han comprobado que la pérdida de fe se experimenta como desilusión?
Pues bien, lo que sucede a nivel social en épocas críticas, sucede cotidianamente en la conciencia de todo ser humano. Que en estas épocas ciertos fenómenos se acentúen, no excluye que en todo momento la mente humana ritualice, proyecte y se ilusione.

Así las cosas, o por la hipnosis del sistema que incentiva el deseo y la búsqueda de la felicidad, o por la ilusión de una nueva sociedad que también traerá felicidad, o por la religión que nos traerá el paraíso, o por la droga que nos lo acerca de inmediato, o por las diversas formas de autohipnosis de las prácticas místicas… sea por una o todas esas posibilidades, el problema aparece en todos los casos, escapando a la comprensión real de fondo, trasladándose al campo de las soluciones fáciles que en definitiva no hacen sino agravarlo.
Comprobarían la estructura de sus ensueños y verían la rueda del deseo girando de continuo hacia el placer y el dolor. Pero parece que esa no es la intención hoy en boga.

SILO

 

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