Todos estos esfuerzos espirituales van conduciendo a una progresiva reconexión con el fondo, sin embargo hay un trabajo específico que nos reintegra completamente: el Centramiento.
Nuestra vida es como una especie de abanico en el que hay un campo por un lado y un vértice por el otro lado. La mente siempre está ocupada con la amplitud del campo, con las personas, con las situaciones, con las muchas ideas, con todo el abanico, todo el aspecto ancho, diríamos, de ese triángulo.
Pero realmente todo está funcionando desde el vértice. Del vértice está saliendo toda nuestra capacidad de comprensión, de sentimiento y de acción y hasta el vértice llega toda la percepción de lo exterior. Es en el fondo, en este vértice, donde está teniendo lugar este misterio del existir. Todo lo demás es ya consecuencia, es manifestación periférica.
La esencia de la existencia está en el foco de donde está surgiendo. Este foco es allí donde yo soy más yo. Es donde, de momento, puedo vivir y descubrir más y más mi propia identidad. De hecho no es un solo foco, sino que es un eje en el cual hay un centro mental, un centro afectivo, un centro de energía.
LA INVESTIGACIÓN DEL YO.
El objetivo de la realización es descubrir quién Soy Yo. ¿Por qué es tan importante descubrir quién Soy Yo?, habiendo tantas cosas, tanta gente, tantas cosas importantes, y Dios y el universo, tantas cosas que nos han dicho que son tan importantes. Descubrir quién Soy Yo, es lo más importante porque absolutamente todo lo otro se deriva de esto. Cuando yo trato de conocer al universo, cuando trato de conocer al prójimo, cuando trato de conocer a Dios; todo esto son actividades, intereses, aspectos que yo procuro cultivar, pero que en último término dependen siempre de mí, de mi sinceridad, de mi capacidad de visión, de mi reconocimiento de la verdad, de que yo intuya o no que eso es lo correcto. O sea, que cualquier conocimiento y cualquier experiencia y cualquier realización de lo que sea, siempre parten, se apoyan en lo que Yo Soy. Yo Soy el criterio primero y último que da valor a las cosas.
La palabra “Yo” es la palabra que más se usa en el vocabulario de cada persona: yo siento, yo creo, yo soy, yo quiero, yo decido, yo, yo, yo; yo. Y como es la palabra más importante y además es la que inevitablemente hay que adoptar cuando uno trata de vivir con sinceridad y con autenticidad, pues quiere decir que toda nuestra vida está girando alrededor de este Yo. Pero el problema está en ¿qué queremos decir cuando decimos “Yo”?. Si ahora a cada uno de nosotros nos preguntaran “¿tú cuando dices Yo, qué quieres decir?, pensad qué diríamos, no como teoría, con sinceridad.
En general hay una gran confusión cuando uno se refiere a sí mismo. Nuestra vida es una sucesión de experiencias e intercambios con el ambiente, en las que se movilizan nuestros niveles (fuerza, afectividad, inteligencia). O sea, que la relación con el mundo provoca en nosotros una serie continua de movimientos interiores (psíquicos) y cada uno de ellos tiene su razón de ser, su importancia, pero nosotros no vivimos sólo su importancia sino que nos vivimos a nosotros como si fuéramos este mismo movimiento, este mismo fenómeno.
Identificarse es confundir la realidad de sí mismo con las cosas que uno vive, con las cosas que a uno le suceden y con lo que uno siente y piensa.
Las experiencias desagradables en el terreno de las relaciones personales pueden producirnos malestar, tristeza, enfado, etc., como si uno fuera esa irritación o enfado que siente. Lo mismo ocurre con las situaciones positivas: cuando yo tengo un éxito o algo me sale bien, la importancia que aquello me da ante los demás o ante mí mismo me produce una satisfacción, una euforia; entonces yo creo ser aquella euforia y aquella satisfacción, incluyendo una valoración superlativa de mí mismo. Después aquel hecho pasa y sucede otro, y otro y otro. Así me doy cuenta de que lo que creía ser en un momento dado no es cierto, y puedo creer que soy otra cosa. En definitiva, todas las cosas que vivo como mi realidad, desaparecen, pasan; pero en cada situación nueva yo me identifico nuevamente sin darme cuenta de que vivo una posición falsa, ya que estoy prestando mi identidad a la situación.
Aunque yo pueda identificarme con muchas cosas, todas las identificaciones parten de una identificación original, la identificación con la idea que tengo de mí, con las cualidades y defectos que hay en esta idea de mí, con las aspiraciones y reivindicaciones que hay en este yo-idea. Cuando alguien me critica, esta crítica se siente como contraria a la idea positiva que tengo de mí; de hecho, se trata de una idea (la crítica) que va contra otra idea, pero como yo estoy identificado con mi idea de mí, entonces vivo esta crítica como si estuviese atacado yo.
Ésta es la identificación primordial, la idea que tengo de mí; y luego esta identificación la ensancho, la extiendo a todas las cosas que yo hago, que yo pienso, siento, vivo y a las cosas que me pertenecen.
Aquí se hace necesario recapacitar un poco y ver que poco sentido tiene el que sucesivamente, uno pase de una identificación a otra. Se impone enfrentarse al problema y decirse: “si yo en un momento dado creo ser aquella idea, aquella situación, aquel éxito, aquel personaje que estoy representando, y luego esto pasa, y veo que yo juego a ser otra cosa…¿Quién soy yo, realmente?” Porque mientras yo no descubra quién soy yo, estaré creyendo ser otra cosa, y estaré totalmente pendiente de lo que le ocurra a esa otra cosa con la que me confundo.
Para meditar:
Yo no soy ninguna de las cosas que puedo ver o sentir o pensar.
Yo no puedo ser nada que sea un objeto para mi conciencia, porque yo estoy al otro extremo de la conciencia. Soy el sujeto que ve. Soy el sujeto que vive. No soy el objeto percibido, sea externo o interno. Yo soy el que no se mueve, soy un centro de conciencia inmóvil alrededor del cual va desfilando todo; pero yo me confundo (me identifico) con cada cosa que desfila.
Si hay una posibilidad de descubrir qué es ese Yo, ha de ser solamente estando atentos al vacío, estando atentos al no cuerpo, al no sentimiento, al no idea, estando atentos al silencio. Silencio, vacío, oscuridad, inmovilidad; es decir a todo lo que es no fenoménico. Fenoménico quiere decir toda aquella cosa que produce una constatación, una experiencia en la conciencia.
Antonio Blay
Libro: Un recorrido por la propuesta y experiencia de Antonio Blay