El premio Nobel de literatura, Albert Camus (1913-1960) al principio de su ensayo titulado El Mito de Sísifo. En él, describe que uno hace la rutina de su vida diaria: Despertarse, bañarse, ir a trabajar, comer, salir al tráfico, llegar a tu casa, dormir, repetir. Hasta que un buen día uno “despierta” y se pregunta: ¿Es posible encontrarle un sentido al curso con el que llevamos nuestras vidas? ¿porqué quiero ganar más dinero? ¿porqué quiero enamorarme? ¿porqué quiero ser feliz? La realidad es que todas esas preguntar pueden tener respuesta, pero todos sabemos que, al final, ellas son insatisfactorias. Además, los avances de la ciencia no ayudan, saber si el sol o la tierra se encuentran en algún punto de la galaxia o si uno gira alrededor del otro no responden a mi búsqueda de sentido. Es importante notar que en toda la explicación del autor, él se abstiene de buscar un sentido religioso o metafísico a la existencia, se trata de un plano meramente humano sin la respuesta de trascendencia y sentido que se podría encontrar en la religión.
Sísifo, después de haber engañado en repetidas a ocasiones a los dioses y escapar el Hades, es puesto en un castigo ejemplar y eterno por los vengativos dioses. Él tendrá que cargar por la eternidad una piedra hasta la cumbre de una montaña solamente para que cuando llegue ahí, ella se caiga y tenga que comenzar de nuevo. Sin embargo, Camus afirma, no hay que imaginarnos a Sísifo como un ser miserable, pues el héroe trágico sabe, es consciente de su propia situación de castigo. Él no espera que su situación vaya eventualmente a mejorar, no empieza a pedir perdón o decide inventa un nuevo Dios. No, Sísifo entiende cabalmente que, haga lo que haga, nada tiene sentido y no por ello se avienta del punto más alto de la montaña, sino que, una vez más, se rebela en contra de los dioses y disfruta su castigo. Al disfrutar el absurdo que constituye su condición se rebela en contra de él y lo sobrepasa.
Así, entonces, se entiende el sentido que quiere dar Camus al negarse al suicidio. Sí, el sufrimiento existe pero somos capaces de entender que los demás sufren, somos seres capaces de compasión, de unión y podemos darle la vuelta al absurdo que nos constituye. Por el sublime placer que es la vida creamos música, arquitectura, arte, danza, tecnología y la disfrutamos de una manera tal que, viendo de frente y sin reparo el sinsentido que es vivir, nos podemos parar el siguiente día y decir: “No me importa, quiero seguir viviendo.”