

Blay, en sus enseñanzas, insiste en que los sufrimientos habituales de la vida no son obligatorios per se, sino fruto de una identificación con lo que nos ocurre. Esta identificación nace al separarnos de nuestro fondo y dejar de vivirnos como lo que realmente somos: inteligencia, amor y energía. Al identificarnos en el exterior nuestra vida se convierte en una veleta que carece de control sobre sí misma: siempre dependemos del exterior.
Por lo tanto, el camino de salida en esta situación dolorosa es evidenciar esta identificación, al que Blay llamapersonaje. Tras descubrir este personaje, podremos tener un mapa de nuestra prisión y empezar a dejarla caer. Para ello, deberemos no solamente descubrir nuestro personaje y reequilibrar nuestra personalidad -que no es lo mismo que personaje-, sino también liberar nuestro inconsciente de traumas y pesos inútiles. El resultado será gozar de una personalidad equilibrada, una personalidad que inteactúa conscientemente con la realidad en lugar de reaccionar mecánicamente con ella.
Tras este paso, será mucho más fácil poder conectar de manera sólida y estable con los niveles superiores de conciencia y abrirse a lo espiritual, a la divinidad que lleva a la plena autorrealización.