Si esto COMPRENDES mitigará tu ansiedad y quebrará tu búsqueda 5/5 (1)

Se veía nervioso, turbado; sus movimientos eran espasmódicos y, era obvio, reventaba de impaciencia. Se trataba de un europeo de mediana edad, delgado y con una excelente condición física. Esta era su primera visita a Maharaj. Su ansiedad atrajo la atención de todos.

Cuando Maharaj lo miró, de súbito se le llenaron los ojos de lágrimas. Una mirada compasiva de Maharaj pareció calmarlo un poco y entonces dio, en unas cuantas palabras, la habitual información preliminar sobre sí mismo. Dijo que había sido estudioso del Vedanta durante veinte años por lo menos, pero que su búsqueda de la verdad había resultado un fracaso. Por esta causa, dijo, se sentía abatido y muy desilusionado y no podía continuar por más tiempo esta búsqueda frustrante. Al leer la obra de Maharaj Yo soy Eso, recibió una chispa de esperanza, y sabía que había encontrado la respuesta. Fue así como, de inmediato, reunió el mínimo necesario de dinero para el viaje a la India y acababa de llegar a Bombay. Dijo con voz ahogada: “Ya estoy aquí.

Mi búsqueda ha terminado”. Empezaron a brotar lágrimas de sus ojos y le era difícil controlarse.

Maharaj lo escuchó con gravedad y permaneció aún sentado con los ojos cerrados unos cuantos minutos, quizá dándole tiempo a que se tranquilizara. Entonces le preguntó si tenía pleno convencimiento de no ser el cuerpo. El visitante confirmó que tenía bastante claro que él no era simplemente el cuerpo sino algo más y que, como en forma cabal se explicaba en el libro, ese algo debía ser el conocimiento de “yo soy”, el sentido de ser. Pero, añadió, no podía entender lo que se quería decir con la sugerencia de que debía tener presente a cada momento este conocimiento de “yo soy”. ¿Qué era exactamente lo que se suponía debía hacer? “Por favor, maestro -le dijo a Maharaj-, ahora me siento insufriblemente cansado de las palabras. He leído y escuchado millones de ellas y nada he ganado. Concédeme ahora la sustancia, no simples palabras. Te estaré para siempre agradecido”.

“Muy bien -dijo Maharaj-, tendrás entonces la sustancia. Aunque, desde luego, tendré que emplear palabras para comunicártela”. Maharaj prosiguió entonces:

“Si te digo: da marcha atrás y vuelve al origen de tu ser, ¿tendría algún sentido para ti?”

El visitante respondió diciendo que su corazón aceptaba de modo intuitivo la verdad de esa frase, pero que tendría que profundizar en ello. Maharaj le dijo entonces que debía comprender la visión general en forma clara e inmediata, y esto sólo podía hacerlo si iba a la raíz misma de la cuestión. Tenía que indagar cómo apareció por vez primera el conocimiento de “yo soy”. Lo que hay que buscar es la semilla, dijo Maharaj. Encuentra la semilla de este ser y conocerás la del universo entero.

Maharaj continuó: “Como sabes, tienes un cuerpo, y en el cuerpo está el Prana, o fuerza vital, y la conciencia (el ser, o el conocimiento de “yo soy”). Bien, este fenómeno total del ser humano, ¿es distinto del de otras criaturas, o de la simple hierba que brota de la tierra? Analízalo a fondo.

Imagina que en tu patio se acumula un poco de agua; después de un tiempo, se forma ahí el cuerpo de un insecto; comienza a moverse y tiene conocimiento de que existe.

Imagina ahora, de nueva cuenta, que un trozo de pan rancio es dejado en un rincón durante algunos días; un gusano hace en él su aparición, comienza a moverse y sabe que existe. El huevo de un ave, después de ser incubado durante cierto tiempo, de pronto se rompe y aparece un polluelo; comienza a moverse de un lado a otro y sabe que existe.

La simiente del hombre germinada en la matriz de la mujer, después de un periodo de nueve meses, nace en la forma de un bebé. La simiente, que se desarrolla en la forma de un niño, pasa por los estados de sueño y vigilia, realiza sus funciones físicas normales y sabe que existe.

En todos estos casos -el insecto, el gusano, el ave y el ser humano-, ¿qué es lo que nace realmente? ¿Qué es lo que ha “supervisado” el proceso que va de la concepción al nacimiento? ¿No es el conocimiento de “yo soy” lo que ha permanecido latente de la concepción al alumbramiento y, a su debido tiempo, ha “nacido”?

Este ser o conciencia, idéntico en todos los seres, hallándose sin ningún tipo de “apoyo”, equivocadamente se identifica con la forma particular que ha asumido.

En otras palabras, lo que en realidad no tiene ningún aspecto ni forma, el conocimiento de “yo soy”, precisamente este sentido de ser (no de ser esto, o aquello, sino conciencia tan sólo), se limita a una sola forma particular y acepta así su propio “nacimiento” y vive más tarde con la constante sombra del terror a la “muerte”. Así nace la idea de una personalidad individual, identidad o ego.

¿ Ves ahora el origen de ese “yo soy”? ¿No depende acaso del cuerpo para su existencia individual?¿ Y el cuerpo no es tan sólo la simiente germinada que se ha desarrollado? Y, lo cual es importante, ¿es esa simiente algo más que la esencia del alimento consumido por los padres del crío? Y, finalmente, ¿no es el alimento algo constituido por los cuatro elementos (éter, aire, fuego y agua) por mediación del quinto elemento, tierra?

Así pues, hemos seguido el rastro de la semilla de la conciencia hasta llegar al alimento, y el cuerpo es el “alimento” de la conciencia; tan pronto como el cuerpo perece, también la conciencia desaparece. Y sin embargo, ¡la conciencia es la “semilla” del universo entero! Todo individuo tiene, siempre que sueña, la experiencia idéntica de un mundo que se crea en la conciencia. Cuando una persona no está del todo despierta y la conciencia apenas apunta, sueña; y en su ensueño, en esa mínima chispa de conciencia, se crea todo un mundo de sueño, similar al mundo “real” -todo en un instante- y puede verse en ese mundo el sol, la tierra con sus colinas y ríos, construcciones y personas (incluyendo el individuo mismo que sueña) que se comportan exactamente como las personas del mundo “real”.

En tanto dura el sueño, el mundo soñado es de hecho bastante real y las experiencias de las personas del sueño, incluyendo a la que sueña, parecen verdaderas, tangibles y autenticas, tal vez incluso más ciertas que las del mundo “real”. Pero una vez que despierta uno del sueño, todo el mundo soñado, con todas sus “realidades” entonces existentes, se desvanece en la conciencia en la que fue creado. En la vigilia, el mundo surge a causa de la semilla de la ignorancia (Maya, la conciencia, la condición de ser, Prakriti, lshwara, etcétera) y nos mete ¡en un estado de sueño en la vigilia! Tanto el sueño como la vigilia son estados conceptuales en el sueño viviente.

Tú sueñas que estás despierto; sueñas que estás dormido, y no te das cuenta de que estás soñando porque aún estás en el sueño. De hecho, cuando te des cuenta de que todo esto es un sueño, ¡habrás ya “despertado”! Sólo el jñani conoce la verdadera vigilia y el verdadero sueño.

Al llegar aquí, Maharaj preguntó al visitante si tenía preguntas sobre lo que hasta ahora había escuchado y él inquirió con prontitud: “¿Cuál es el principio o mecanismo conceptual que hay tras la creación del mundo?”

Maharaj se mostró complacido de que el visitante hubiera empleado correctamente las palabras “mecanismo conceptual”, pues suele recordarnos a menudo que la creación en su conjunto es conceptual y que es muy importante recordar este hecho y no desatenderlo en medio de tantas palabras y conceptos. Maharaj prosiguió entonces: “El estado original -el Parabrahman- es un estado incondicionado, sin atributos, sin forma, sin identidad. Este estado, en realidad, no es sino plenitud (no un vacío “hueco”, sino pleno) de modo que resulta imposible darle un nombre adecuado. Por razones de comunicación, no obstante, se han empleado algunas palabras para “indicar” tal estado. En este estado original, anterior a todo concepto, la conciencia -el pensamiento de “yo soy”- despierta a la existencia en forma espontánea. ¿Cómo? ¿Por qué? Por ninguna razón aparente, ¡como una mansa ola en la superficie del agua!

La creación del mundo, como apariencia en la conciencia, tiene diez aspectos: el principio generador de la dualidad; la materia física y química, que es la esencia de los cinco elementos (éter, aire, fuego, agua y tierra) en fricción mutua; y los tres atributos (Sattva, rajas y tamas).

El individuo piensa que es él quien actúa, pero en realidad es la esencia de los cinco elementos, el Prana, la fuerza vital, lo que actúa a través de la combinación particular de los tres atributos en una forma física determinada.

Cuando se considera la creación del mundo desde este punto de vista, es fácil entender por qué los pensamientos y acciones de un individuo (el cual en realidad no es más que un aparato sicosomático) difieren tanto, cualitativa y cuantitativamente, de los otros millones de individuos; por qué por un lado existen Mahatma Gandhis y, por otro, Hitlers. Es evidente que las huellas digitales de una persona nunca son exactamente iguales a las de otra, así como las hojas de un mismo árbol son distintas entre sien ínfimos detalles. La razón es que las combinaciones y permutaciones de los cinco elementos, más los tres atributos en sus millones de matices, dan lugar a billones y trillones de formas.

Desde luego, podemos admirar lo que consideramos admirable y amar lo que nos parece amable, pero debemos comprender qué es en realidad lo que amamos y admiramos: no el individuo conceptual, sino la maravillosa capacidad de obrar de la conciencia, que es capaz de desempeñar de modo simultáneo millones de papeles en esta representación de sueño que es el mundo.

A fin de evitar el naufragio en la desconcertante diversidad del espectáculo de Maya (Lila), dijo Maharaj, es necesario no olvidar la unidad esencial entre el Absoluto y lo relativo, entre lo no manifestado y lo manifestado. La manifestación sólo aparece a partir del concepto básico “yo soy”. El sustrato es el noúmeno, que es potencialidad total. Con la aparición del sentido de “ser yo”, el noúmeno se refleja en el universo fenoménico que sólo en apariencia es exterior a él. A fin de contemplarse, el noúmeno se objetiva en el fenómeno, y para que pueda tener lugar tal objetivación se hacen necesarios los conceptos de espacio y tiempo (en virtud de los cuales los fenómenos adquieren volumen y duración). El fenómeno, por lo tanto, no es distinto del noúmeno, sino el noúmeno mismo objetivado.

Es necesario comprender y no olvidar jamás esta identidad esencial. Una vez que surge el concepto “yo soy”, la unidad fundamental se separa conceptualmente, como sujeto y objeto, en dualidad.

Cuando la conciencia impersonal se manifiesta y se identifica con cada una de las formas físicas, aparece la idea de “yo”, y tal noción, al olvidar que no tiene una entidad independiente, transforma su subjetividad original en un objeto con intenciones, anhelos y deseos y se hace, en consecuencia, vulnerable al sufrimiento. Esta falsa identidad es precisamente la “esclavitud” de la que se busca liberarse.

¿ Y qué quiere decir “liberarse”? La liberación, la iluminación o el despertar no son más que la comprensión profunda, la percepción:

  • a) de que la semilla de toda manifestación es la conciencia impersonal,
  • b) que lo que se busca es lo inmanifestado más allá de la manifestación
  • c) que, por consiguiente, ¡el que busca es justamente lo buscado!

A manera de resumen de su discurso, Maharaj dijo, recogiendo todo lo dicho:

  1. En el estado original prevalece la Conciencia Impersonal, sin ningún conocimiento o condicionamiento, sin atributos, forma ni identidad.
  2. Luego, por ninguna razón clara (que no sea que forma parte de su naturaleza el que así suceda), surge el pensamiento o concepto de “yo soy” en la Conciencia Impersonal, en la que aparece el mundo como un sueño viviente.
  3. La conciencia, para manifestarse, necesita una forma, un cuerpo físico, con el cual se identifica y empieza así el concepto de “esclavitud”, con la objetivación imaginaria “yo”. Siempre que uno actúa y piensa desde el punto de vista de esta autoidentificación, podría decirse que comete el “pecado original” de transformar la subjetividad pura (la potencialidad ilimitada) en un objeto, en una realidad limitada.
  4. Ningún objeto tiene existencia independiente y, por lo tanto, un objeto no puede despertar por sí mismo del sueño viviente; sin embargo, y esto es lo gracioso, el fantasma individual (un objeto) busca al “Absoluto” o la “Realidad” o como quiera que se le llame, como si fuera otro objeto.
  5. Si esto se comprende debe darse marcha atrás y volver a encontrar lo que uno era en un principio, y siempre ha sido, antes de que la conciencia surgiera.
  6. En ese momento llega el “despertar” en cuanto a que uno no es el cuerpo ni la conciencia tampoco, sino el estado innombrable de potencialidad total, anterior a la aparición de la conciencia (en la conciencia, ese estado, sea cual sea su nombre, no puede ser más que un concepto).
  7. Y de esta forma el círculo se completa; el buscadores lo buscado.

En conclusión, dice Maharaj, debe entenderse de manera cabal que, en tanto Yo, somos nouménicos. La condición actual de fenomenalidad (cuya semilla es la conciencia) es temporal, es como una enfermedad o un eclipse de nuestra condición inmutable original de noúmeno y todo lo que podemos hacer es vivir el tiempo que tenemos asignado, con cuyo final termina el eclipse de la fenomenalidad y prevalece otra vez la noumenalidad en su unicidad pura, inconciente por completo de su conciencia en sí.

Durante todo el tiempo que duró esta exposición, el visitante no se movió en ningún momento, como si estuviese bajo los efectos de un encantamiento. Hizo uno o dos intentos infructuosos de hablar, que Maharaj interrumpió de inmediato con gesto firme, y permaneció sentado ahí en perfecta paz hasta después de que los demás visitantes presentaron sus respetos a Maharaj y se marcharon uno por uno.

Extracto: El buscador es lo buscado, Ramesh Balsekar

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