El SENDERO METAFÍSICO al INMANIFESTADO 5/5 (2)

Se ha hablado de -Vía del Fuego» refiriéndose a la Cábala, al Advaita Vedanta y al Asparsa Yoga y, aunque nuestros lectores hayan ya entendido su significado, sin embargo, es mejor aclararlo.

La -Vía del Fuego- no tiene, obviamente, relación alguna con el elemento fuego propiamente dicho; quiere ser sólo la “Vía” a recorrer (sadhana) para realizar la propia Esencia. También se puede decir en términos yoga que el fuego Kun­dalini, que reside en la base de la espina dorsal, debe unirse con el de Siva en el extremo de la cabeza. Es, pues, vía experi­mental, operativa, realizativa.

Podremos usar también el término «Vía del Sonido» (sabda marga) porque también el Sonido se somete a la manifestación y el discípulo se realiza como sonido, y finalmente como Esen­cia no-sonora.

 

Según la Cábala, la Luz-verbo emergió de las profundidades de las tinieblas. Así pues, la «Vía del Fuego» es el sendero que cada discípulo recorre en cada rama de la Tradición; es la Vía del «Retorno».

Sendero metafísico

«La Cábala describe también el proceso cosmogóni­co de otros modos, por ejemplo, recurriendo a la imagen del Pargod o “cortina” cósmica. El Zohar dice que el “Viejo de los viejos” arrojó delante de sí una cortina sobre la cual se formó la imagen de Su reino … Se puede decir, por tanto, que en la medida en que Dios pone delante de Sí Su “cortina”, se “retira” sobre sí mismo. La cortina se alza delante de Él como una oscuridad, que esencialmente se identifica con su receptividad cósmica, en la cual Su luz infinita se interrumpe o se apaga como por un velo, donde aparece sólo como un lejano y lamentable reflejo de Él mismo, como la “vana” existencia de todo lo que es finito.

Dios está oculto en todo lo que crea, casi como la luz en los innumerables reflejos de un engañoso espejismo. En las confrontaciones del “Uno sin segundo” la creación entera con sus arquetipos -en cuanto no son absorbidos por el único Real, sino que emanan las cosas creadas- asume la apariencia ilusoria de un “segundo”.

(…)

 

Los diez sephiroth representan «modificaciones» ideales de Kether, y el mismo Kether no es más que un reflejo de Ain Soph.

Si a la palabra Realidad se le quiere dar la acepción del Infinito, Indeterminado, Constante, Absoluto, fuera del tiempo-espacio-causa, entonces ella puede ser atribuida sólo a la Ain Soph.

Kether es una simple «armónica» espacio-temporal de la infinita posibilidad de Ain Soph. Kether es lo Inmóvil no-mani­fiesto principal, y los diez sephiroth son el movimiento; más allá del movimiento y no-movimiento existe Ain Soph, lo Absoluto sin segundo, el sustrato indiferenciado del cual par­ten y se propagan los reflejos objetivados.

  • Si nos encontramos en la tríada inferior Nezach-Hod-­Yesod, estamos en la sombra y en el fenómeno esencialmente evanescente;
  • si nos encontramos en la tríada media Chesed­-Geburah-Tiphereth, estamos en el mundo de las Ideas o de los Arquetipos;
  • si nos encontramos en la tríada superior Kether-­Chokmah-Binah, estamos en el mundo de los principios, cau­sal, generador;
  • si, por fin, nos encontramos en la Ain Soph, estamos más allá de la Sombra, de la Idea y del Principio, esta­mos en lo Infinito y en la sola y única Realidad; así pues, esta­mos en la más profunda Pax profunda, en la Felicidad sin objeto, en la Calma de lo Incondicionado y de lo Ilimitado.

La «Vía del Fuego» se desarrolla a lo largo de la línea o del pilar central, toca Malkuth, Yesod, Tiphereth, Da’ath, Kether y, por fin, Ain Soph. Son cinco centros que hay que quemar den­tro del propio espacio psíquico, cinco esqueletos que es nece­sario incinerar.

Se ha dicho anteriormente que el Sendero que va de Yesod a Tiphereth es el 25º, el de las tentaciones o de las prue­bas. Lo que implica que, descendiendo, el mundo individuali­zado representa una fuerte tentación y una prueba para el alma que se aventura.

Sobre la línea de ascenso para hallarse a sí mismo en Tiphe­reth se necesita:

  1. Resolver las cristalizaciones efectuadas por Hod(emociones negativas); son formas-imágenes vivientes que residen en el espacio individual psíquico, y que vuelven la vida inerte.
  2. Parar el movimiento descendiente de las energías. Lo que implica constituirse como centro neutro en el flujo y reflujo energético(Control de energías).
  3. Reorientar hacia lo alto el movimiento psíquico, resol­viendo, de esta manera, la vía horizontal de la indivi­dualidad. En otros términos, es necesario operar haciendo una curva en U. Lo que quiere pasar de un estado exteriorizado a uno interiorizado(Pensamientos superiores).

Este ascenso de disolución(emociones negativas), de fijación(energías) y de reorientación(pensamiento) no puede ser descrito porque concierte sólo al sujeto particu­lar que opera el ascenso. Cada discípulo tiene su propio esta­do de conciencia, su karma, su bagaje energético, etc., y el ascenso se hace con referencia a estos datos.

De todos modos se pueden dar algunas notas sintéticas para aquellos que están preparados.

No hay forma o cualidad que no tienda a su extin­ción, a su muerte, a su anulación.

Se intenta perpetuar el mundo de la forma, y de las cualida­des que él expresa, con un gran gasto de energía; sin embargo, su conclusión -a pesar de cada esfuerzo contrario– es la transfor­mación (más allá de la forma) y la transcualidad (incalificación).

  • En términos físicos, el ser es forma (cuerpo-volumen);
  • en términos psicológicos, es cualidad (psique);
  • en términos teo­lógicos y filosóficos, es Conciencia-Vida (Principio);
  • en térmi­nos metafísicos, es Uno-sin-segundo, Constante absoluto, Infi­nito incalificado e indeterminado.

Se pueden sentir las reacciones de la forma, se pueden sentir las cualidades haciendo abstracción desde la forma, y uno se puede sentir Vida en quietud, entretejida de Silencio; Vida que reposa en sí misma y por sí misma, esto depende de la perspectiva en la que te ubicas. 

Cuando se ha alcanzado el gran Silencio, entonces la Con­ciencia, habiendo resuelto el movimiento, es atraída por Ain Soph.

El Uno es la Conciencia, el dos la cualidad, el tres la forma; estos tres no están separados, pero representan diver­sas modalidades de expresión vital de la Unidad indivisa.

  • el Uno es el Silencio-unidad (Kether),
  • el dos el movimiento (Che­sed-Geburah-Tiphereth),
  • el tres la prisión (Nezach-Hod-­Yesod).

La -Vía del Fuego» consiste en romper la prisión, resolver el movimiento y trascender el mismo Silencio primordial.

Si se está atraído por la Acción o por las Cualidades (que impulsan a la acción), o por el Silencio principal que envuelve y compenetra todo, no se está preparado para seguir la «Vía del Fuego».

 

  • Si se está identificado con la Acción, se es esclavo de los acontecimientos; (RAJAS)
  • si se está impulsado por las Cualidades, se es esclavo de los goces; (TAMAS)
  • si se está atraído por el Silencio, se es prisionero del Nirvana, de la Felicidad o del Paraíso. (SATTVA)

La vía hacia Ain Soph es una vía de negación (de las apariencias) y de afirmación (del Ain Soph), es una vía de muerte y despertar, es una vía de soledad, de valor y de com­prensión.

Muchos aman entretenerse con las Potencias, pocos aman dominar las Potencias, poquísimos aman trascender las Potencias.

La tríada inferior es la flor, la tríada media es el tallo y la tríada superior es el Semen: la -Vía del Fuego- es la extinción o la disolución del Semen.

Un Semen-principio es uno de los infinitos Sémenes que Ain Soph puede proyectar sobre su misma pantalla sin límites. Un Semen-principio, visto desde Ain Soph, es ya determina­ción, prisión, condicionamiento. La Realidad absoluta es más que un simple Semen-principio, por cuanto pueda ser indefi­nido en sus expresiones vitales.

Quien se pone en el Semen-principio se pone sobre el plano de la Necesidad; quien se pone, o, mejor dicho, se resuelve en Ain Soph ha realizado la Libertad total y absoluta.

La verdadera Libertad no es aquella de -hacer-, sino aquella de ser libres de «hacer» y de «no hacer»

Es esa Libertad que pertenece sólo al aspecto metafísico.

En la tríada inferior, el «hacer- obliga al individuo; en la tríada media se dirige al obrar (mas no se puede más que obrar); en la tríada superior se está en el «no obrar»; sólo en el plano de Ain Soph se está totalmente Liberado de la necesidad de hacer y no-hacer.

En la tríada inferior se está bajo la Ley, en la media se es la Ley, en la superior se es causa de Ley, en Ain Soph se está más allá o por encima de toda Ley; se trasciende, pues, las Leyes del Ser.

Quien está de cualquier modo contra la Ley, quien está fuera de toda Ley, quien viola la Ley, no está en Ain Soph.

La mente, en su extensión total, puede llegar hasta la Causa primera, pero si quiere caminar más allá debe pararse, porque Aquél (Ain Soph) no puede ser objeto perceptivo men­tal sino fruto de realización.

Lo Infinito no procede de un centro, de un punto, porque es sin centro y sin punto, pero proyecta un centro-punto que se llama Kether.

La mente, si se resuelve en el centro-punto, no produce más «pensamiento representativo», ya que en el centro-punto el sujeto y el objeto desaparecen. NO DUALIDAD

Si uno se -piensa- centro-unidad, cae en un gran equívoco, típico de la mente que no comprende su mismo funciona­miento. La mente empírica puede sólo representarse el centro-­unidad o Punto principal; para ser Punto, es necesario abando­nar el volumen, el plano y la línea, es necesario resolverse en la Esencia, es necesario no pensarse centro. Muchos piensan o se representan el Silencio, pero no son Silencio. El Silencio es la más alta realización sobre el plano de lo manifiesto.

Es necesario distinguir entre representarse y ser.

Toda representación se refiere siempre a alguna cosa, pero el Ser no se refiere a nada sino a sí mismo en cuanto puro Ser, precisamente.

Detrás de la representación está Aquel que representa, y cuando Aquel que representa no representa más queda el Silencio, queda el Ser o Conciencia sin superposiciones o ima­ginaciones.

 

Lo imperfecto y lo perfecto, lo relativo y lo absoluto, el mal y el bien, lo inferior y lo superior, etc., son representa­ciones de Hod, el cual opera a través del -imaginario polar».

Ain Soph no se deja imaginar, sino simplemente realizar.

Imaginar es más fácil que realizar, por lo que muchos imagi­nan Kether, Chokmah y hasta Ain Soph.

Quien sigue la -Vía del Fuego- debe abandonar las imagi­naciones, las representaciones y las conceptualizaciones; debe morir con valor a todo tipo de objetivaciones mentales. La única ley que debe seguir es aquella que conduce a la Libertad.

En la Vía del Retorno es necesario extinguirse para Ser ver­daderamente.

Para apagar el triple Fuego (triple tríada) se necesita tener Madurez, Dignidad, Osadía y Conocimiento intuitivo.

Quien ha apagado el triple Fuego -teniendo todavía un cuerpo- es un -cadáver viviente- (jivan-mukta = liberado viviente).

Un “cadáver viviente” no deja huella o impronta; no tiene mira que alcanzar, ni deber que cumplir.

Lo Cumplido vive sólo del Cumplimiento, y de la Plenitud, y esta Plenitud prescinde de toda determinación, de toda acción, de toda finalidad.

Tiphereth (Alma) es Comprensión universal, es armonía vital, es también Conocimiento, es por eso que reviste _la figura del Instructor, pero debe saber encontrar el atrevimiento y la deter­minación para atravesar el Abismo y de no entretenerse más, aunque no a fines individuales, en el mundo de las «sombras».

Su vuelo hacia Kether debe ser de golondrina, sin agitación o estrépito, debe dejarse -atraer-, debe planear sin esfuerzo alguno, sin resistencia alguna hacia el Uno sin movimiento.

En este vuelo que lleva siempre más alto, hacia el confín de lo no formal, no se ven «otros»; las palabras faltan, los pen­samientos callan, los propósitos no tienen sentido; no hay res­puesta para ninguna pregunta; en tal vuelo, las circunferencias comienzan a difuminarse, porque gradualmente se descubre que no existe nada excepto el «Ser».

Al fulgor de los rayos del Sol polar las -sombras- se disipan, se vuelven límpidas y se resuelven en puntos sin dimensión.

  • ¿Con quién hablar si los «otros» no son? (Desapego de personalidades)
  • ¿Con qué pensar si no hay una mente proyectante y, ni siquiera, problemas que resolver? (Desapego de conceptos)
  • ¿A quién «aferrarse» si no hay un segundo como apoyo?(Desapego de formas)

La «Vía del Fuego» es la Vía del que no tiene apoyo, del que no tiene referencia, porque la Verdad última, o la Realidad, se apoya sólo sobre sí misma. La -Vía del Fuego- es la Vía de los Fuertes, de aquellos que osan zambullirse en el Océano sin nombre, dejándose morir felizmente, descomponer, despolari­zar, como un fragmento de sal que se disuelve en el agua.

Un instante de descuido y uno se vuelve a encontrar mirando abajo: las -sombras-, así, reaparecen, se recortan sobre el horizonte-pantalla, y el movimiento de relación nos vuelve a tomar.

Algunos estarían preparados, pero faltos de decisión; deci­sión que no es deseo, ni aspiración, y tampoco voluntad, es algo que nace del conocimiento de saber que el Todo existen­te no es … existente.

No hay técnicas a ciertos niveles, ni filosofías, ni Dioses para adorar, ni cualidades energéticas para expresar. Para -resolverse- se necesita la Dignidad y el Conocimiento que son consustanciales con el Ser que ha comprendido.

La Vía del Abismo es una Vía de reencuentro, de reintegración y de descubrimiento de la verdadera, suprema e inconmensurable Libertad.

 

Para quien ama la Libertad (no ciertamente la del yo-sombra) no hay más camino que el del Ain Soph; quien ama la Libertad, que es paz y calma de plenitud, el Abismo le espera. Abismo que sabe romper las cadenas que durante largo tiempo le han constreñido en la identificación y el extravío.

Para quien ama la Libertad hay un Sendero de Fuego que sabe extinguir el deseo de potencia y de existencia (individual y universal); deseo que, como sucedáneo, intenta desespera­damente suplir aquella Libertad que no es fruto de proyeccio­nes humanas ni divinas.

Quien entrevé la verdadera Libertad no puede aceptarse más en la necesidad, aunque ésta pertenezca a la tríada media y superior.

Quien quiere ser libre de todo engañoso dualismo, no puede permitirse debilidades, titubeos, aplazamientos, coarta­das, aunque sean nobles e intachables.

Quien ama la Libertad deja que el mundo triple de la nece­sidad se extinga irremisiblemente, sin añoranzas, sin lamentos, sin estupor: cuando la clarificante luz del sol brilla en el hori­zonte, ¿quién osaría agarrarse al débil reflejo de la luna?

Lo que se llama vida es muerte, necesidad y tinieblas; lo que se define como muerte es Libertad y plenitud de Ser.

Binah es creadora de necesidad, pero también de Libertad; si se sabe ser osado, el Fuego destructor de Binah puede que­mar la vida-muerte a la que se aferra infantilmente, por igno­rancia metafísica.

Si es de los débiles el vivir formal, es de los débiles acoger­se a los múltiples apoyos corporales, es de los débiles el pre­servar; es, por el contrario, de los fuertes el morir consciente­mente, es de los fuertes extinguir el Fuego suministrador de cualidad y de corporeidad.

Thiphereth, Kether, Ain Soph: ésta es la Vída del Fuego.

Thiphereth(alma), como humilde reflejo, debe reintegrarse en Ke­ther(unidad), Kether, como simple determinación o Punto de Ain Soph,(infinitud) debe morir a sí mismo y reencontrarse como Libertad absoluta.

Hay almas que descienden(deseo), almas que conservan lo que tienen(moralistas) y almas que dejan caer el lastre(anelantes), de cada orden y grado y, en silencio animoso, toman la Vía metafísica del Infi­nito incalificado.

Si Ain Soph es la Realidad absoluta y la Libertad sin cons­tricción, entonces, ¿qué hay que temer? ¿Qué puede retener en el mundo de la necesidad?

Hay almas que defienden el propio egoísmo, hay almas que defienden la propia «misión», la propia acción desinteresa­da y la propia instancia ksatriya (orden de los legisladores y gobernantes), y más aún hay almas que se resuelven en el Silencio metafísico habiendo trascendido toda clase de hacer y no-hacer, de obrar y no-obrar, de ser y no-ser.

La Vía del Abismo es la Vía del Silencio; pero, atención, el rumor podría volver a seducir; aquellos que fueran nuestras sombras-compañeras de caída podrían ofrecernos sofismas estimulantes y hacernos recaer en el rumor aprisionante. Es necesario vigilar; lo que para algunos es manjar, para otros puede ser veneno.

Estamos exponiendo la vía por Ain Soph, no por Yesod o Malkuth; estamos proponiendo la vía de la -despolari­zación-, no la de la «polarización»; estamos indicando la vía de la Reintegración, no la de la extraversión y generación.

Si el compuesto hierro (masa) quiere resolverse en energía, debe llegar al silencio y morir en sí mismo (en cuanto elemen­to hierro).

La Vía del Retorno es Vía de disolución, de dispersion, de la desimantación. La Vía del Retorno es vía de madurez, de conversión, de desapego. Pero no es vía de abandono, de fuga, de contraposición. Es bueno reflexionar sobre ello.

la voluntad es sed de Ser (SAT),

el conocimiento es sed de Verdad (CHIT),

el amor es sed de Unión-identidad (ANANDA),

el Ain Soph está más allá del conocer, del amar y del querer ser.

 

El hombre es un ser con inquietudes, y se ha sentido siem­pre impulsado a superarse, o sea, a saltar sobre su misma con­dición natural, a conquistar un más allá a menudo difícil de definir, pero que representa, en efecto, negación o rechazo de toda limitación y, por ello, negación del mundo compuesto finito de las apariencias.

“El secreto del método –dice Descartes- consiste en bus­car, con atención, en todo aquello que es absoluto.”

La exigencia de lo Absoluto es una exigencia primaria e implica que en todos los órdenes de realidad debe haber un Primer término (adhi) que sea condición de todo el resto -como tal, independiente, al menos en su orden- que en el sentido más propio del término pueda considerarse absoluto y el único absoluto, sin ningún segundo.

Se puede notar que la filosofía (sobre todo moderna y occidental) que niega al hombre la capacidad de descubrir lo Absoluto, no hace más que transferir al mundo de la experien­cia sensible el carácter de absolutismo.

El metafísico va por el camino directo del conocimiento integral y de la reintegración cognoscitiva en el Ser absoluto del que todo promana. No le interesa las estructuras de este mundo fenoménico y  más que mirar como está hecho «el obje­to-universo», sus leyes o más que conquistar una potencial formal, él se dirige al Ser absoluto sin principio, o No-Ser, al Indiferenciado, al Inefable, al Desconocido (por los sentidos).

La metafísica se interesa por lo que está “más allá de la físi­ca”, de la naturaleza, de las formas toscas, sutiles y causales, de lo sustancial, del Uno-principio mismo, del Dios-persona; más allá de lo objetivo y de lo subjetivo, más allá de cada posi­ble polaridad. Lo que implica que la metafísica trata de lo Absoluto, de lo Constante, de lo Infinito, del No-Ser en cuanto puro y único Ser, de lo Incondicionado, del Uno-sin-segundo (advaita). La metafísica va, de esta manera, más allá de lo físi­co, de lo psíquico y de lo espiritual. Todo lo que tiene relación con lo individual, y por ello con lo general, se refiere a la cien­cia; todo lo que tiene relación con lo universal, con la unidad trascendente, con la totalidad, se refiere a la metafísica.

Si la metafísica es búsqueda de lo Absoluto o de la Reali­dad sin segundo, entonces no puede ser esquematizada, con­ceptualizada, o hacerla penetrar en ciertos cuadros mentales individuales. Lo Absoluto, o Realidad suprema, no puede ser circunscrito, representado o llevado sobre el plano de un rela­tivismo empírico, ni puede constituir propiedad exclusiva de un individuo o de un pueblo.

 

Para la Realización metafísica, sin duda, se necesitan cier­tas cualificaciones -la primera de todas, una mente capaz de síntesis y de comprender lo atemporal. Gran parte de los indi­viduos están sometidos al tiempo-espacio-causalidad, y así, verdaderamente, es difícil salir de esto, pero si se quiere reali­zar el conocimiento metafísico hay que volar, es necesario · trasladarse más allá del tiempo y del espacio, más allá de lo contingente, de lo individual y de lo general; es necesario, en otros términos, saber permanecer sin apoyos. De ahí el nom­bre asparsa que significa no-contacto, privado de relaciones, de conexión y de apoyo. De ahí, además, la justa atención que hay que concederle, teniendo de frente un tipo particular y especial de conocimiento que no opera de manera conforme al conocer discursivo o empírico comúnmente usado. Ella constituye la verdadera “Vía del Fuego”, porque con su con­tacto arde cada posibilidad objetiva de maya, y porque el ente se desvela y se muestra en su autorresplandor. Recoger en la inmediatez la atemporalidad significa no apoyar sobre ningu­na práctica empírica yóguica ni ejercicio psicofísico, significa hundirse repentinamente en el Presente omnicomprensivo y omniabarcante. La Realidad metafísica puede ser ejercida a tra­vés de ese particular tipo de mente que se puede llamar mens infama/is …

La dificultad de comprender lo absoluto es grande porque no es con la mente, que siempre opera en el dominio del suje­to-objeto, cómo se puede comprender la no-dualidad. Son vanos los esfuerzos de aquellos que tienden a poner lo Abso­luto como simple objeto de representación mental. Se puede decir que el asparsa, para ser verdaderamente comprendido, impone necesariamente y sin equívocos, un “acercamiento” de Identidad. En otros términos, siendo un yoga sin relación, es, obviamente y sobre todo, un yoga sin apoyos. Así se exige un ponerse inmediato en el “Ser”, sin apoyarse ni en objetos externos ni en calificaciones de la misma individualidad como el sentir, el querer o el conocer empírico. Los otros tipos de yoga requieren una aspiración, un empuje vertical, un impul­so, que surjan siempre de la individualidad en cuanto efecto, y se dirijan hacia su trascendencia; necesitan, pues, del deseo. En el sendero metafísico puro no es el deseo el que determina, sino el conocimiento mismo de “encontrarse”, de Ser. El discí­pulo no es impulsado, es retenido; se puede decir, necesitado no a la adquisición de algo inferior o superior, sino a la resolu­ción de cada instancia mayáhica, incluso la de la Unión comúnmente entendida.

El discípulo del asparsa yoga se interioriza y comprende lo Absoluto, que se despliega en toda su majestad, en el hueco secreto de su corazón. Más allá de toda idea, concepto, ideal, ídolo, fenómeno, está Aquél, que es la Totalidad, no sujeto o dependiente de ningún concepto o cambio. El “Reintegrado metafísico” tiene la virtud y el privilegio de ver todos los fenó­menos de la vida a la luz del Cero metafísico.

El asparsa yoga lleva a la liberación o, mejor dicho, a la reintegración activa (efectivamente, no se puede hablar ni siquiera de liberación en este tipo de yoga) y realiza la Esencia única, indiferenciada e increada, o aquel estado no causal, no manifiesto e impersonal del que cada universo-objeto emerge como cadena de percepciones de luces mayáhica. El Ser es, y no se le puede añadir otro, porque decir que el Ser es “esto o aquello” significa que ese Ser no es. Sostener aún que pueda ser distinto de lo que es, significa afirmar que un dato es y al mismo tiempo no es. Además, si el Ser se “vuelve” esto o aque­llo, debe también venir de un Ser o de un no-ser. Si viene de un no-ser, se afirma lo absurdo porque de la nada, nada se crea; si viene del Ser, entonces se debe convenir que el Ser nace del Ser, lo que significa que permanece siempre idéntico a sí mismo en su indivisibilidad, y, en tal caso, no se puede hablar de “devenir” o “nacer” o encontrarse en otra condición, porque el Ser que permanece idéntico a sí mismo no sufre movimiento, nacimiento o cambio alguno.

Se necesita cierta forma de entender, no de orden senso­rial, y considerar que lo que es universal, absoluto, no formal, no puede ser traspasado a una perspectiva dialéctica particu­lar, ni a una conceptualidad racional dogmática. El sendero metafísico se pone sobre el plano de la inteligencia informal, por lo que la esfera emocional queda completamente exclui­da. Este tipo de yoga, el del puro intuir las cosas o las aparien­cias, va más allá de toda fenomenología, de toda razón común, de todo tipo de religión, de moral social cambiante, y de experiencias sensoriales, siendo todas estas cosas fruto de lo conocible mediato. La verdad metafísica no puede encon­trar esquemas, conceptos o construcciones mentales analíticas ya que trasciende toda experiencia física. Por otra parte, medi­tar sobre lo que no responde a un dato sensorial-formal no es fácil; la mente sensorial tiene necesidad de concebir toda reali­dad en relación a una forma, a una imagen, y la mayoría de las veces la misma imagen aprisiona al pensador que, por el con­trario, debería ser siempre independiente. El sendero metafísi­co presenta dificultades ya que se debe abandonar el proceso normal de pensar y replegarse a condiciones de comprensión no dimensional, no formal, inusitadas. Requiere, obviamente, un abandono del inconsciente personal y colectivo.

Un prematuro acercamiento a este sendero podría paralizar el proceso normal de la percepción y del pensamiento sensoria­les, sin conseguir el acceso o la posibilidad comprensiva supe­rior. Resultaría una inercia mental y una confusión sin límites con estados de conciencia aberrantes que desembocarían en el ani­quilamiento de la dinámica mental representativa. Este peligro puede volverse agudo aquí en Occidente, ya que se tiende más a un tipo de mente sensorial-formal, reconociéndole, entre otros, un valor único e insustituible. El metafísico es ciertamente un camino que comprende lo Infinito con sus posibilidades virtua­les manifestantes y manifestadas; pero esta comprensión es Rea­lización integral en cuanto que el adepto logra una Identidad efectiva, consciente, no teorética (puesto que en este caso el conocimiento sería sólo de orden sensorial o racional-formal, o sea, eruditiva), ni virtual, porque tal condición ha existido siem­pre y nunca ha faltado. Al asparsa yoga no se llega por disciplina autoimpuesta ni por fe ni por devoción ni por ninguna acción impulsada por la expresión individual-sensorial, sino por un autoconocimiento interior profundo, por el que todo movimien­to energético extravertido tiende a agotarse, quedando el espíritu completamente liberado. Una vez que se alcanza el Punto indivi­so, la noción de movimiento de traslación deja de existir; el espi­ritu, eliminando la forma o apagándose su reflejo, vuelve a entrar en su esencia, privada de causa, tiempo y espacio.

El asparsa yoga representa el último grado y la meta de toda experiencia y posibilidad realizadora humana. Más allá de toda experiencia está el “momento” de la comprensión total de nues­tra misma esencia; es la madurez del equilibrio perfecto y de la no condición preexistente. El individuo común está ligado a los conceptos de tiempo y espacio, o sea, a lo manifiesto, al objeto envolvente; son pocos los que pueden desvelar aquel eterno presente, alfa y omega de lo que comúnmente se llama muta­ción. El metafísico, no satisfecho de haber conocido y trascendi­do el sujeto-objeto limitado, osa trepar hasta el último grado informal de la escala vibratorias universal para … descubrirse.

El asparsa yoga puede considerarse la más alta expresión del conocer espiritual, aquel conocer, más bien, aquel “comprender” por identificación autoexistencial que íntegramente va de lo irreal a lo Real, de la muerte a la Vida, de lo finito a lo Infinito, de lo relativo (humano-divino) a lo Absoluto incalificado sin segundo, de la diferenciación ilusoria a la Identidad suprema …

Libro: La vía del fuego según la cabala de Raphael

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