Para comprender el concepto de alma que tiene la Cábala es preciso distinguir, en primer lugar, dos visiones distintas del universo y del hombre: la visión creacionista y la visión emanatista:
El creacionismo, defendido por religiones como el Cristianismo y el Islam, considera que el universo y el hombre son algo creado por Dios, algo sustancialmente distinto a El. La distinción entre Creador y Criaturas es absoluta, y el alma inmortal, en caso de ganar el Cielo, solo puede aspirar a contemplar a Dios, a estar junto a El, pero no a fundirse con El.
Esta visión se acompaña con una concepción dualista del ser humano como compuesto por cuerpo y alma, ambos creados por Dios una vez y para siempre. Al morir el hombre, su alma inmortal conserva su individualidad y personalidad, y tiene un destino eterno en el más allá según hayan sido sus obras: Cielo o Infierno (o Purgatorio como morada temporal de purificación).
El emanatismo es una doctrina filosófica neoplatónica según la cual el conjunto de los seres, incluidos los seres materiales, derivan de la realidad originaria (Dios, lo Uno) mediante un proceso de emanación.
Plotino defiende esta posición: a partir de la superabundancia de lo Uno (la realidad subsistente y originaria) y mediante un proceso espontáneo, se irradian las formas de ser inferiores, organizadas jerárquicamente, en un proceso descendente que culmina en la producción de la realidad material. La Cábala basa su teogonía en este emanatismo que se concreta en los 4 Niveles de Manifestación y en las 10 Sefirot del Arbol de la Vida. Este movimiento “descendente”, de la unidad a la multiplicidad, del espíritu a la materia, se conoce como Involución. La diferenciación absoluta entre Dios y sus criaturas que vemos en el creacionismo implica la existencia separada de la divinidad: el Dios único, y la no divinidad: toda su creación. La Cábala no lo ve así, en el Zohar leemos que “La divinidad es la totalidad de lo que es y existe, por ello se denomina En Soph, Infinito”. Esto implica que toda la manifestación material (y no material) contiene la divinidad, ya que emana de ella. El Evangelio de Tomás lo expresa de un modo muy hermoso: “Parte un leño y allí Estaré, levanta una piedra y Me Encontrarás.”
El emanatismo como involución del espíritu en la materia tiene un movimiento contrario, un movimiento “ascendente” de Evolución, que en el Arbol de la Vida se representa como el camino que recorre el alma desde su encarnación en la materia en la sefirá de Malkut, hasta su fusión en la Unidad representada por Kether. Y este peregrinaje no se realiza en una única vida, sino que requiere múltiples encarnaciones, pues la Cábala admite la transmigración de las almas conocida Guilgul Haneshamot, “retorno de las almas”. La palabra guilgulגלגול proviene de “galgal” que significa rueda. Los guilgulim son rotaciones de la esencia espiritual, que atraviesa en su evolución diversos estados o niveles de la Luz del Infinito. Ya en la Biblia está escrito: “Y el hombre volverá a la tierra” (Job 34:15)
Es importante señalar que la reencarnación solo se hará como ser humano, sin embargo podemos encontrar algunos textos en la Cábala que hablan de niveles vegetales o animales, pero en este caso no se refieren a la encarnación física como tales, sino a niveles de desarrollo. Shimon Halevi lo explica muy bien en su obra Kábala y Psicología: el nivel vegetal de la humanidad hace referencia a las personas cuya individualidad no está desarrollada y cuya vida se centra en la supervivencia. En su mayor parte comparten la psique colectiva de tribus, pueblos y naciones. El nivel animal en cambio indica personas ambiciosas que ante todo quieren sobresalir, y a menudo utilizan la agresividad si es necesario, convirtiéndose a veces en auténticos depredadores. Su prioridad es ejercer el poder, y los resultados dependen del nivel ético alcanzado. El nivel que podríamos llamar humano implica un mayor grado de evolución, alcanzado por lo general tras haber vivido muchas vidas. Estas “almas viejas” no se preocupan solo de la supervivencia ni de la posición a alcanzar en la sociedad, sino que saben que la vida es algo más y que el universo debe tener un propósito, propósito que anhelan conocer, centrando su vida en la búsqueda de ese conocimiento. Estos buscadores son los auténticos outsiders de la sociedad, pues sienten que “su reino no es de este mundo” y por ello a menudo tienen dificultades en integrarse en él. Sin embargo, la individuación requiere afrontar y dominar tanto el mundo interior como el exterior, y completar debidamente la Triada de Inserción en el Mundo antes de emprender el “camino de vuelta” a casa, a la Tierra Prometida, efectuando la más hermosa metáfora de la Cábala: la evolución del alma ascendiendo por el Arbol de la Vida.
Extracto del artículo: el alma en la Cábala