Sólo en estado de alerta novedad, con mente espontánea, libre del peso del pasado, en estado de plena receptividad, podemos realmente escuchar sin la intervención de ese pésimo secretario de mal agüero llamado Yo, Mí mismo, Sí mismo, Ego.
Cuando la mente está condicionada por la memoria solo repite lo que tiene acumulado.
La mente condicionada por las experiencias de tantos y tantos ayeres solo puede ver el presente a través de los lentes turbios del pasado.
Las mentes toscas, rudas, deterioradas, degeneradas, jamás saben escuchar, jamás saben descubrir lo nuevo. Esas mentes solo comprenden, solo entienden en forma equivocada las traducciones absurdas de ese secretario satánico llamado Yo, Mí mismo, Ego.
Si queremos saber escuchar, si queremos aprender a escuchar para descubrir lo nuevo, debemos vivir de acuerdo a la filosofía de la momentaneidad.
Debemos aprender a vivir de momento en momento, sin los prejuicios y preconceptos adquiridos en el pasado. Debemos aprender a ver la vida
con mente abierta.
Los niños y los jóvenes, varones y mujeres, tienen mentes más elásticas, dúctiles, prontas, alertas, etc.
Muchos son los niños y los jóvenes que gozan preguntando a sus padres y maestros sobre tales o cuales cosas. Ellos desean saber algo más, quieren saber, y por eso preguntan, observan, ven ciertos detalles que los adultos desprecian o no perciben. Conforme pasan los años, conforme avanzamos en edad, la mente se va cristalizando poco a poco. La mente de los ancianos está fija, petrificada, ya no cambia ni a cañonazos.
Se hace urgente que los maestros y maestras encargados de formar la personalidad de los alumnos y alumnas estudien muy a fondo la mente, a fin de que puedan orientar a las nuevas generaciones inteligentemente. Es doloroso comprender a fondo cómo a través del tiempo se va petrificando la mente poco a poco.
La mente es el matador de lo real, de lo verdadero. La mente destruye el amor.
Necesitamos libertar la mente, pero a la gente le agrada la esclavitud. Es muy raro encontrar a alguien en la vida que no tenga la mente bien embotellada. Los maestros y maestras deben enseñar a sus alumnos y alumnas todas esas cosas. Deben enseñar a las nuevas generaciones a investigar su propia mente, a observarla, a comprenderla. Solo así, mediante la comprensión de fondo, podemos evitar que la mente se cristalice, se congele, se embotelle.
Es necesario comprender en forma íntegra lo que son los procesos de la mente en estado de acumulación de experiencias.
El maestro, la maestra, regañan muchas veces en forma justa, pero a veces estúpidamente y sin verdadero motivo, sin comprender que todo regaño injusto queda depositado en la mente de los estudiantes. El resultado de semejante proceder equivocado suele ser la pérdida de amor para el maestro, para la maestra. La mente destruye el amor, y esto es algo que los maestros y maestras de escuelas, colegios y universidades no deben olvidar jamás.
El Yo es un manojo de recuerdos, apetencias, temores, odios, pasiones, experiencias, egoísmos, envidias, codicias, lujuria, etc., etc.
Sólo comprendiendo cada defecto por separado, sólo estudiándolo, observándolo directamente, no sólo en la región intelectual, sino también en todos los niveles subconscientes de la mente, va desapareciendo cada defecto, vamos muriendo de momento en momento. Así, y solo así, logramos la desintegración del Yo.
Desgraciadamente, la gente quiere que el amor se comporte de acuerdo con sus propios hábitos, deseos, costumbres, etc. La gente quiere que el amor se someta al Yo, y eso es completamente imposible, porque el amor no le obedece al Yo. Las parejas de enamorados, o mejor dijéramos apasionados, suponen que el amor debe marchar fielmente por los carriles de sus propios deseos, concupiscencias, errores, etc., y en esto están totalmente equivocados.
Quien contempla una bella puesta de sol y la compara con otra no sabe realmente comprender la belleza que tiene ante sus ojos.
Quien contempla una bella montaña y la compara con otra que vio ayer no está realmente comprendiendo la belleza de la montaña que tiene ante sus ojos.
Donde existe comparación no existe el amor verdadero.
El padre y la madre que aman a sus hijos de verdad jamás los comparan con nadie, los aman y eso es todo.
El esposo que realmente ama a su esposa jamás comete el error de compararla con nadie, la ama y eso es todo.
El maestro o la maestra que ama a sus alumnos y alumnas jamás los discrimina, nunca los compara entre sí, los ama de verdad y eso es todo.
La mente dividida por el batallar de los opuestos no es capaz de comprender lo nuevo, se petrifica, se congela.
La mente tiene muchas profundidades, regiones, terrenos subconscientes, recovecos, pero lo mejor es la Esencia, la Conciencia, y está en
el centro.
Cuando el dualismo se acaba, cuando la mente se torna íntegra, serena, quieta, profunda, cuando ya no compara, entonces despierta la Esencia, la Conciencia, y ese debe ser el objetivo verdadero de la educación fundamental.
Es necesario comprender el complejo problema de la mente si es que de verdad queremos recorrer el camino del Amor.
En nuestro hogar y en la escuela los padres de familia y maestros nos dicen lo que debemos pensar, pero jamás en la vida nos enseñan cómo pensar. Saber qué pensar es relativamente muy fácil.
Nuestros padres, maestros, tutores, autores de libros, etc., etc., etc., cada uno es un dictador a su modo. Cada cual quiere que pensemos en sus dictados, exigencias, teorías, prejuicios, etc.
Los dictadores de la mente abundan como la mala hierba. Existe por doquiera una tendencia perversa a esclavizar la mente ajena, a embotellarla, a obligarla a vivir dentro de determinadas normas, prejuicios escuelas, etc. Los millares y millones de dictadores de la mente jamás han querido respetar la libertad mental de nadie. Si alguien no piensa como ellos es calificado de perverso, renegado, ignorante, etc., etc., etc.
Todo el mundo quiere esclavizar a todo el mundo; todo el mundo quiere atropellar la libertad intelectual de los demás. Nadie quiere respetar
la libertad del pensamiento ajeno.
Se ha abusado demasiado de la mente. La propaganda comercial se hace en forma dictatorial: “¡Compre Ud. jabón tal!, ¡zapatos tal!, ¡tantos pesos!, ¡tantos dólares!, ¡compreahora mismo!, ¡inmediatamente!, ¡no lo deje para mañana!, ¡tiene que ser inmediatamente!”, etc. Solo falta que le digan: “Si no obedece usted lo metemos en la cárcel o lo asesinamos”.
El padre quiere meterle al hijo sus ideas a la fuerza, y el maestro de escuela regaña, castiga y pone bajas calificaciones si el muchacho o la muchacha no aceptan dictatorialmente las ideas del maestro. Media humanidad quiere esclavizar la mente ajena de la otra media humanidad. Esa tendencia a esclavizar la mente de los demás resalta a simple vista cuando estudiamos las páginas negras de la negra historia.
Sangrientas dictaduras que dictan lo que la gente debe pensar. ¡Desgraciado aquel que intente pensar libremente! Ese va inevitablemente a los campos de concentración, a la Siberia, a la cárcel, a los trabajos forzados, a la horca, al fusilamiento, al destierro, etc. Ni los maestros y maestras, ni los padres de familia, ni los libros, quieren enseñar el cómo pensar.
A la gente le encanta obligar a otros a pensar de acuerdo a como cree que debe ser, y es claro que cada cual en esto es un dictador a su modo.
El marido quiere meterle a la mujer sus ideas en la cabeza y a la fuerza, su doctrina, sus ideas, etc., y la mujer quiere hacer lo mismo. Muchas veces el marido y la mujer se divorcian por incompatibilidad de ideas. No quieren los cónyuges comprender la necesidad de respetar la libertad intelectual ajena. A los niños y niñas de la escuela se les obliga a pensar a la fuerza en tales o cuales ideas, pero no se les enseña a manejar la mente. A los niños y a los jóvenes se les puede enseñar cómo pensar. A los viejos es muy difícil enseñarles cómo pensar, porque ellos ya son como son y así mueren. Es muy raro encontrar en la vida algún viejo interesado en cambiar radicalmente.
La mente de las gentes es moldeada desde la niñez. Eso es lo que los padres y maestros prefieren hacer. Ellos gozan dándole forma a la mente de los niños y jóvenes. Mente metida en un molde es, de hecho, mente acondicionada, mente esclava.
Los maestros deben comprender la necesidad de enseñar a los alumnos y alumnas el camino del análisis, la meditación, la comprensión.
Ninguna persona comprensiva debe aceptar jamás en forma dogmática nada. Es urgente primero investigar, comprender, inquirir, antes de aceptar.
En otras palabras diremos que no hay necesidad de aceptar, sino de investigar, analizar, meditar y comprender. Cuando la comprensión es plena, la aceptación es innecesaria.
De nada sirve llenarnos la cabeza de información intelectual si al salir de la escuela no sabemos pensar y continuamos como autómatas vivientes, como máquinas repitiendo la misma rutina de nuestros padres, abuelos y tatarabuelos, etc.
Eso de aceptar o rechazar alguna doctrina o concepto revela falta de madurez mental. Cuando rechazamos o aceptamos algo es porque no lo hemos comprendido. Donde hay comprensión la aceptación o rechazo salen sobrando. La mente que cree, la mente que no cree, la mente que duda, es mente ignorante. El camino de la sabiduría no consiste en creer o no creer, o dudar. El camino de la sabiduría consiste en inquirir, analizar, meditar y experimentar.
La Verdad es lo desconocido de momento en momento. La Verdad nada tiene que ver con lo que uno cree o deja de creer, ni tampoco el escepticismo.
La Verdad no es cuestión de aceptar algo o de rechazarlo, la Verdad es cuestión de experimentar, vivenciar, comprender.
Todo el esfuerzo de los maestros debe, en última síntesis, llevar a los alumnos y alumnas a la experiencia de lo real, de lo verdadero.
Samael Aun Weor