Falso sentimiento del yo

Vamos a hablar hoy un poco sobre el sentimiento de sí mismo. Vale la pena que reflexionemos sobre esta cuestión del sentimiento de sí mismo. Conviene que entendamos a fondo la cuestión del falso sentimiento del “yo”.
Todos en el fondo aquí de nuestro corazón, tenemos siempre el sentimiento de sí mismos. Mas conviene saber si este sentimiento es correcto o equivocado. Es necesario pues, entender lo que es este sentimiento del “yo”.

Ante todo, urge entender que las gentes estarían dispuestas a abandonar el alcohol, el cine, el cigarrillo, las pachangas, etc., menos sus propios sufrimientos. La gente adora sus propios dolores, sus sufrimientos. Se despegarían más fácilmente de un rato de alegría que de sus propios sufrimientos; sin embargo, parece paradójico que todos se pronuncian contra los mismísimos sufrimientos, que se quejan de sus dolores; mas cuando en verdad hay que abandonarlos, en modo alguno están dispuestos a semejante renunciación.

Ciertamente, tenemos una serie de fotografías vivientes de sí mismos. Fotografías de cuando teníamos dieciocho años, fotografías de cuando erramos muchachos, fotografías de cuando éramos hombres de veintiún años, fotografías de cuando teníamos veintiocho o treinta, etc., etc., etc. A cada una de estas fotografías psicológicas le corresponde toda una serie de sufrimientos -eso es ostensible-, y gozamos examinando tales fotografías, nos deleitamos en narrar a los demás los sufrimientos de cada edad, las dolorosas épocas por las que pasamos, etc.

Hay un gusto bastante exótico, bohemio -dijéramos-, cuando narramos a otros nuestros dolores; cuando les decimos que somos gente de experiencia; cuando les contamos las aventuras de muchachos; la forma como tuvimos que trabajar para ganarnos el pan de cada día; la época más dolorosa de la existencia cuando andábamos por ahí buscando los centavos para subsistir, ¡Cuantos dolores, que tormentos! En todo eso gozamos.

Cuando estamos haciendo ese tipo de narraciones, somos verdaderamente bohemios, entusiastas. En vez de deleitarnos en este caso con el alcohol o con el cigarro, nos deleitamos con la historieta, con la novela, con lo que nos pasó, con lo que dijimos, con lo que nos dijeron, con la forma en que vivimos, etc., etc.

Es una especie de bohemia bastante exótica, que nos gusta. En modo alguno parece que estamos dispuestos a abandonar nuestros propios sufrimientos. Ellos son pues el narcótico que a todos gusta, el deleite que a todos agrada. Y mientras más accidentada una vida, parece que nos sentimos más exóticos, más bohemios con nuestros dolores; cosa absurda, por cierto.

Pero observen ustedes que a cada situación corresponde un sentimiento. Un sentimiento del “yo”, del mí mismo. Sentimos que somos, sentimos que existimos.

En este momento están ustedes reunidos aquí escuchándome, yo estoy hablándoles. Ustedes sienten que sienten, tienen aquí en el corazón el sentimiento de si mismos, ¿y están seguros de que ese sentimiento es el correcto?

Posiblemente que sí están seguros de eso. Acaso ese sentimiento que en este momento tienes, el sentimiento de existir, el sentimiento de ser y de vivir, ¿será el verdadero o será un falso sentimiento?

Conviene que seamos un poquito reflexivos en estas cuestiones. Cuando andábamos por ahí tal vez en las cantinas, o cuando ambulábamos por los cabarets, ¿tendríamos sentimiento? Sí, es obvio que lo tenemos, y ¿ese sería el correcto? A cada edad corresponde un sentimiento, porque uno es el sentimiento de uno cuando tiene dieciocho años y otro el que tiene cuando tiene veinticinco, otro es el sentimiento de los treinta y otro el de los treinta y cinco, y un anciano de ochenta años indudablemente tendrá su propio sentimiento, ¿cuál de ellos seria el verdadero?

Es algo muy tremenda esta cuestión del sentimiento de sí mismos. Es que uno siente que siente, uno siente que existe, uno siente que vive, uno siente que es, uno siente que siente. Tiene corazón y siente, y dice: “yo, yo, yo”. Pero son muchos los “yoes”, ¿cuál de los sentimientos será pues el exacto? Reflexionen ustedes un poco en esta cuestión, ¡piensen! Vale la pena tratar de comprender esta cuestión.

Si uno desintegra un “yo” cualquiera -tengamos el del resentimiento con alguien-, está contento de haberlo desintegrado; pero si el mismísimo sentimiento continua, hay algo que está fallando en el trabajo. Sencillamente esto nos indica que el tal “yo” que creíamos haber desintegrado, no se ha desintegrado, puesto que el sentimiento del mismo continúa.

Si perdonamos a alguien, y más aún, si cancelamos el dolor que ese alguien nos ha producido, pero continuamos allá con un sentimiento igual, pues esto nos está indicando que no hemos cancelado pues, ese agravio o ese mal recuerdo o esa mala acción que alguien nos produjo. El “yo” del resentimiento continúa vivo.

Estamos tocando un punto muy delicado puesto que todos estamos en el Trabajo de sí mismos y sobre sí mismos. ¿Cuantas veces hemos creído por ejemplo, que hemos desintegrado un “yo” de la venganza? -Suponiendo-, pero el sentimiento aquel que teníamos continúa, esto nos indica que no logramos entonces desintegrar tal “yo”, eso es obvio. De manera entonces, que en nosotros existen tantos sentimientos cuantos agregados psíquicos o “yoes” tenemos en nuestro interior. Si tenemos diez mil agregados psíquicos, indubitablemente tendremos diez mil sentimientos de sí mismos. Cada “yo” tiene su propio sentimiento.

Así pues, una pauta a seguir en nuestro trabajo sobre sí mismos, es esta cuestión del sentimiento. Intelectualmente podremos haber aniquilado el “yo” del egoísmo, pero ¿continuará acaso existiendo en nosotros el sentimiento del egoísmo, ese sentimiento de primero “yo”, y segundo “yo” y tercero “yo”?

Seamos sinceros consigo mismos, y si continúa existiendo tal sentimiento, es porque el “yo” del egoísmo aún existe.

Así pues, hoy les he invitado a ustedes a comprender esta cuestión del sentimiento. Cuesta mucho trabajo que las gentes, pues, se resuelvan a entender la necesidad de desintegrar el Ego, pero más trabajo cuesta que entiendan lo que es el sentimiento. Suele ser tan fino que se escapa, es tan sutil.

Samael Aun Weor

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