La Gnosis es en realidad la suma y la fuente primordial de todo el saber esotérico, por lo que comprende cualquier realidad, ya sea física, psíquica o espiritual, por lo tanto intentar ilusoriamente definir esta inmensa entidad es obra de locos. Se tiende en general a confundir los términos de Gnosis y Gnosticismo, utilizando de forma indiferenciada uno u otro para designar la gran corriente de pensamiento religioso que tuvo su aparición en los siglos primero y segundo de nuestra era, y que muchos críticos del pasado a menudo han considerado como un reflejo desviado del pensamiento cristiano.
Pero la Gnosis en su acepción real significa CONOCIMIENTO PURO, un Conocimiento-Sabiduría por el cual conocer es, al mismo tiempo, SER.
Es un conocimiento catártico que lleva a la Metanoia, y es totalmente diferente y distinto de lo que se entiende por Cultura y Erudición. Reizenstein la define como “El Conocimiento inmediato de los Misterios de Dios, recibido a través de comunicación directa con lo Divino”; Liechtenhan escribe, “Gnosis equivale a Conocimiento de lo interno y revelación oculta no velada que es, al mismo tiempo, comprensión de la revelación externa velada”, lo que equivale a decir “Doctrina Secreta”, “Misterio”, en el que pueden participar solamente aquellos que han experimentado una “Myesis”, una iniciación que les distingue de los demás hombres.
La Gnosis entendida así, como un conocimiento directo, es la suma de todas las iniciaciones precristianas y en este sentido es la Tradición Sagrada de todos los tiempos, o también la Ciencia integral transmitida por los Colegios Iniciáticos de Oriente y Occidente. La Gnosis por consiguiente es precristiana, y (con la suma de todas las enseñanzas recogidas de todas las fuentes) confluye en el Cristianismo original, del que constituye precisamente la verdadera esencia.
En vez de ser una herejía del Cristianismo, la Gnosis de los siglos I y II fue el resultado de un encuentro y de una fusión entre la religión naciente y toda una corriente de principios esotéricos y sentimientos religiosos anteriores a ella, los cuales forman parte integral de su misma esencia original. De hecho muchos de los dogmas que el catolicismo posterior impondría por fe a sus seguidores, e incluso su ritual, descienden en línea directa de los iniciados gnósticos, de los neoplatónicos y de los hierofantes de los misterios paganos.
El Cristianismo se transformó en una religión intolerante, atribuyéndose la exclusividad de lo sagrado una vez que llegó a ser un fenómeno de masas, dirigido indiscriminadamente a todos. Por ser imposible una “democratización” del pensamiento esotérico, el sacerdocio profesional del catolicismo utilizó la característica de la gradualidad en la concesión del secreto (o verdadero sentido de la posibilidad del contacto con lo divino), degradando los conceptos iniciáticos para poderlos explicar como fábulas a los niños eternos. Cuando posteriormente una evolución relativa de la masa produjo una reacción negativa, las fábulas comenzaron a hacerse embarazosas y onerosas para la jerarquía católica, y muchos de ellos comenzaron a funcionar como cuando se oculta el polvo debajo de la alfombra, porque el sentido velado de las mismas era ya desconocido.
La realidad esotérica, en su lógica iluminante perfecta, racional y suprarracional, fue conservada por un sacerdocio iniciático que continuó su ministerio en silencio y en la sombra, para que la tradición única e inmutable se conservase y se transmitiese de siglo en siglo. Los Gnósticos, herederos directos de los Misterios, transmitieron directa e indirectamente al Cristianismo todo el ritual y la simbología de las antiguas tradiciones y religiones, pero su auténtico significado fue dispersado poco a poco o distorsionado, como sucede cuando se intenta confiar un concepto iniciático a la masa.
Los sacerdotes del Cristianismo perdieron las claves y también la memoria, al mezclarse con los intereses profanos y profanarse ellos mismos. Hay que tener en cuenta que en las antiguas religiones, por encima del culto popular, constituido por símbolos y ceremonias, existía un culto reservado o secreto que fue conocido como “Misterios”, en los que eran admitidos e iniciados solamente los que se constataba poseían cualificaciones particulares, después de un adiestramiento especial y pruebas de idoneidad. Esta enseñanza particular y de elite (que hasta época reciente ha sido transmitida sólo oralmente) se puede definir como Gnosis Perenne, donde está condensada la Sabiduría Primordial y Eterna, que en los Misterios era comunicada y transmitida no sólo con representaciones alegóricas o símbolos, sino con experiencias directas y personales.
En el mundo antiguo, más cercano a la edad de oro en la que la Tradición encontró su verdadero ámbito, los componentes esotéricos vivían ocultos y protegidos en el interior de las religiones. El Cristianismo, en su ímpetu y voluntad de poder material y espiritual, endemonió todos los componentes esotéricos, inclusive los suyos propios, para afirmar su conceptualidad antielitista, para poner a su clero como único intermediario entre el pueblo y la divinidad, y para negar toda posibilidad de libre contacto con el plano metafísico. Fueron además destruidos los textos externos del pensamiento gnóstico, así como perseguidos sus autores, a menudo sólo se conservaron algunos pasajes de los doctores gnósticos, citados por los Padres de la Iglesia en sus refutaciones. La interpretación que estos hacían era lógicamente parcial, así como sus tendenciosas y calumniosas narraciones de los rituales gnósticos.
El descubrimiento en Diciembre de 1945, en el promontorio de Nag Hammadi, de una biblioteca gnóstica completa, ha dado la posibilidad de conocer el pensamiento gnóstico directamente de sus autores, que probablemente habían escondido estos textos para evitar su destrucción. De los textos resulta claro lo que acerca del principio del siglo II habían afirmado los esoteristas, que la Gnosis era una síntesis y suma del pensamiento iniciático tradicional y no una herejía cristiana. Aparte de cualquier diferencia y contradicción aparente de doctrina, derivada de la vía personal de cada autor.
El Gnosticismo es en la práctica una actitud existencial totalmente particular, es decir, un tipo especial de experiencia metafísica verídica y por lo tanto superior a la fe de las religiones y a los argumentos de la filosofía, por medio de la cual el hombre puede unirse a la sabiduría primordial, fuente y fundamento de las religiones y de la filosofía.
Es propio de este conocimiento integral que sobrepase a todas las formas de conocimiento parcial, en cuanto existe una universalidad asombrosa de ciertos símbolos y mitos. La realidad es que el Espíritu humano reacciona de la misma forma ante las mismas condiciones, por lo que no es extraño encontrar siempre las mismas aspiraciones, aún sin tener en cuenta la realidad de la tradición universal, conservada siempre en los centros iniciáticos.
La caída de los grandes mitos en los siglos XIX y XX, así como la universalidad y el gradual ascenso del progreso y de la evolución, la igualdad espiritual de los hombres, la fe en la bondad natural del ser, está llevando a la humanidad, en su eterno ciclo, a la interiorización espiritual, a la verdadera y última libertad: al individuo que libremente busca su Uno. Muchos se vuelven hacia la espiritualidad oriental (Budismo-Hinduismo-Sufismo) y con ellos nos sentimos íntimamente unidos como hermanos en la búsqueda común; otros buscan las raíces de la propia espiritualidad occidental y esto es lo que la Ecclesia Gnóstica busca en la Gnosis pre y cristiana, en su enseñanza, sus rituales y su praxis, en cuanto cree que en nuestros genes y en nuestros zigotos occidentales están las huellas verdaderas del cristianismo primitivo, como expresión nueva en la síntesis actual de la tradición antigua.
“Sin embargo hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez, y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios, en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de Gloria.” Corintios (Carta I, 2, 6/8)
Gnosis proviene del griego e indica el Conocimiento, pero no el conocimiento profano, que no va más allá de la información; pues se trata de un conocimiento superior y puro que presupone unión, comunión, es decir, identificación entre el que conoce y lo conocido, por lo que conocer es ser.
Un Conocimiento por lo tanto independiente de toda forma particular de saber del cual sin embargo constituye la esencia y, precisamente por esto, trasciende todas las formas del saber, teniendo sus raíces profundas en el corazón mismo del hombre. Así pues se puede decir que siempre ha existido como aspiración natural en lo más profundo del ser hacia la realización, hacia la perfección.
Es un Conocimiento que (superando en gran manera el plano racional) tiene el poder de universalizar al hombre mediante la comunión mística de su yo individual con el Sí mismo universal.
En el concepto gnóstico, Gnosis es inseparable de Sophia, es decir, un Conocimiento-Sabiduría divina, recompensa para los iniciados solitarios, para los cuales, más que conocimiento en el verdadero sentido del término se trata de una revelación directa, secreta y misteriosa. Es un hecho, que las distintas y variadas escuelas y corrientes gnósticas han afirmado siempre ser poseedoras de Escrituras y Enseñanzas, cuyos orígenes eran sobrenaturales; los gnósticos cristianos después de los primeros siglos de nuestra era estaban convencidos de estar enlazados por vías misteriosas con las enseñanzas secretas de Jesús, dadas en privado a sus discípulos.
En Oriente el término sánscrito que corresponde a Gnosis es Vidya, que al mismo tiempo indica ver y saber; y si ver es el medio principal en el orden sensible para saber, en el orden invisible, o intelectual puro, se trata de un saber asequible por medio de una visión interior, lo que equivale a “iluminación interior.” Los Hindúes la llaman Yoga ( = unión) y el esoterismo cristiano “el Cristo en nosotros” y en el mundo precristiano de los Misterios indicaba la parte más alta de la enseñanza esotérica, la cual es identificable con la Doctrina Secreta, Tradición o Religión Una, que con diversos lenguajes y bajo los más variados velos era dada en símbolos a la masa y transmitida de boca a oído en la cadena iniciática de todos los tiempos y lugares. Cualquiera que sean los rasgos característicos en los que la Gnosis se exprese en las distintas épocas, su posición de fondo es siempre una actitud existencial, una experiencia interior de la que procede y se manifiesta, por lo que si el saber racional puede ser objeto de una didáctica.
La Gnosis o experiencia interna es un hecho exquisitamente íntimo e individual, en el que la Verdad se muestra cara a cara sin intermediarios.
Es precisamente por este carácter suyo de experiencia viva por lo que la Gnosis manifiesta su verdad original y se hacen posibles las vías de acceso hacia el mundo interior, por lo que puede ser también definida como una ascesis gradual para el contacto directo y comunión con lo divino, que está en nosotros y alrededor de nosotros.
Por eso frecuentemente los textos herméticos la llaman devoción interior que lleva a la contemplación o visión de Dios mediante los ojos del corazón y es precisamente por estas razones, exactamente por esta naturaleza suya, por lo que es indecible e incomunicable.
Es precisamente el secreto inefable de todas las Tradiciones y de la Tradición Única, por lo que alguien prohibió difundirlo debido a que es inexpresable.
Soro escribe acerca de la Gnosis como el conocimiento directo e inmediato de los Misterios de Dios, Misterios que deben permanecer ocultos para el hombre común y que son revelados a algunos por medio de la comunicación directa con lo divino.
Este Conocimiento directo es en la práctica una experiencia viva, que tiene el poder de hacer al hombre consciente de su verdadera realidad, de tal forma que le hace encontrar su auténtica dimensión (la divina)
Conocimiento análogo a experiencia viva, mediante la cual, en el curso de una iluminación (que es al mismo tiempo regeneración y divinización) el hombre vuelve a conocerse tal como es verdaderamente y por lo tanto a encontrarse en su auténtica realidad con la consiguiente certeza de que él (por dolorosa y mísera que pueda ser su condición presente) siendo por esencia y por naturaleza de estirpe divina, es por ello mismo inmortal y destinado desde el comienzo de los tiempos a heredar el Reino.
El drama del hombre consiste en su actual existencia (del latín “existere”, es decir, estar fuera), en inclinarse hacia abajo constriñéndose su alma en un cuerpo hecho de carne y de ignorancia (= el instrumento creado por su consciencia para poder experimentar la dimensión material).
Es precisamente esta ignorancia suya de la propia esencia real y destino la que lo lleva poco a poco a identificarse con el cuerpo, es decir, su naturaleza inferior, lo cual le induce a considerarse el producto finito de la evolución natural (simplemente y nada más que un animal superior), en vez de colaborador e instrumento de Dios para la construcción de nuevos cielos y nuevas tierras (= el Reino de Dios en lo físico).
Verdad es que la consciencia para individuarse, y obtener experiencia de nuestro plano, ha debido necesariamente crearse un vehículo físico, encerrándose en una forma en la que se encuentra velada y como aprisionada; ha sucedido pues – a causa del poder de dicha forma – que su naturaleza esencial ha sido olvidada y la consciencia ha resultado como si se hubiese dormido en ésta su aparente separación de la Unidad.
Por lo tanto la meta de la Gnosis (y de cualquier iniciación auténtica) es el despertar para una reconquista de la propia naturaleza y esencia olvidada; y hacer posible el despertar significa encontrarse en la propia plenitud y dignidad integral: es un encontrarse para reconquistarse y ser aquello que en el fondo hemos dejado de ser, porque igualmente hemos perdido la consciencia.
Es esta incomprensión formal de su verdadera realidad (perfecta y completa más allá de nacimiento/muerte/placer/dolor) la que empuja al hombre no despierto a la continua y afanosa búsqueda de la perfección y de la integración en la dirección equivocada hacia el exterior, realizando proyecciones mentales y persiguiendo espejismos ilusorios, prolongando así indefinidamente su situación trágica actual.
En lenguaje gnóstico conocimiento (Gnosis), regeneración, liberación y adivinación son asimilables, en cuanto medio y fin son inseparables, ya que la liberación de lo finito, de lo condicionado, de la necesidad, del sufrimiento y de la muerte, es el fruto de este conocimiento salvífico, el cual al transferirse sobre el plano existencial puede romper todos los lazos y límites por el hecho mismo de disipar la ignorancia (= causa primera y última de nuestra permanencia en la deficiencia y en la prisión de lo limitado) y así mostrar las cosas en su luz verdadera.
En virtud y gracia a esta toma de consciencia, el hombre llega a desvincularse de los lazos condicionantes del mundo y se libera finalmente, por lo que (aún quedando anclado al mundo) no está condicionado nunca más, ya que desde ahora es un ser esencialmente completo, integrado en sí mismo por el hecho mismo de que se ha dispersado en él la ilusión de la separatividad e identificación con el cuerpo y así percibe todas las cosas como Una, ya que fuera de la Unidad nada puede existir para él y todos los hombres y las cosas que le circundan no son más que las diferentes formas o aspectos del Uno.
Este Conocimiento Salvífico es ante todo una actitud existencial, una praxis de la vida que implica a todo el ser y lo realiza dignificándolo, y que en todos los tiempos puede ser identificado con la Tradición Perenne, o también con aquel filón de pensamiento que ha impregnado todas las concepciones religiosas, filosóficas y míticas de todas las tradiciones parciales, si bien ninguna puede reivindicar su posesión exclusiva.
Es en este Conocimiento integral (= Gnosis) donde han tenido origen todas las religiones o filosofías particulares por lo que se puede considerar la fuente común de los diversos esoterismos religiosos, los cuales necesariamente se expresan en las distintas culturas y épocas por medio de las grandes religiones esotéricas, de las cuales forman la esencia básica.
La Gnosis como conocimiento vivo, puesto que es expresión experimental de la Vida Divina, está en la base y opera de formas diferentes en todas las religiones y filosofías religiosas. Durante milenios, desde el amanecer de la civilización y bajo todos los cielos, los hombres han tratado de dar respuestas a su agnosis preguntándose sobre el por qué de su ser, de su origen y de su destino.
Muchos han sido los Maestros que han llevado mensajes y la masa en general ha acogido con entusiasmo esos mensajes y también se ha esforzado en burlarse de ellos, pues en el fondo su ánimo está siempre sujeto a la duda, con la sensación de que también las respuestas a estos no han sido tan completas y profundas como parecían haber tenido que ser en su origen; la masa reemplazó con el tiempo la duda por la confianza en otros y se privó de una experiencia directa. Es cierto que la mayor parte de las religiones han sido de gran ayuda (si no degeneran en superstición y fanatismo con la consiguiente división de los hombres entre si) mientras la humanidad estaba en un estadio por así decir infantil, pero cuando creció y se hizo adulta no pudo contentarse más con verdades a medias o incompletas, o impuestas de cualquier forma, o proviniendo del exterior; ocurrió que en cierto momento de su desarrollo el hombre advirtió que debía conquistar por sí mismo la propia verdad y certeza, que debía encontrar por sí mismo la luz.
Y la Gnosis es precisamente la experiencia interior de esa Luz; es el estado en el que el pensador piensa él mismo, la vida vive ella misma.
Es solamente mediante la Gnosis por la que el hombre puede abrir un paso en su prisión y liberarse en cuanto toma consciencia de cómo es realmente; de cómo ha sido producido, de su origen y de su verdadera naturaleza: se conoce o mejor se reconoce a sí mismo bajo las más variadas denominaciones y expresiones.
Se ha demostrado en las más recientes investigaciones y a la luz de los últimos descubrimientos arqueológicos que la Gnosis es un fenómeno religioso que se pierde en la noche de los tiempos, y el Cristianismo no es más que la representación sintética y sincrética de las creencias que ya profesaban por ejemplo los chinos cuatro mil años antes. Gnosis en efecto es un término precristiano como precristiana es la esencia (como suma de todas las enseñanzas iniciáticas de los Santuarios) que confluyó en el Cristianismo, del cual constituye su esencia interna. Ella es en verdad la Tradición Sagrada de todos los tiempos, transmitida como Ciencia integral por los Colegios Iniciáticos de Oriente y Occidente, y no una herejía del Cristianismo. La Gnosis de los siglos I y II de nuestra Era fue el resultado de un encuentro y fusión de la Nueva Religión en medio de todas las corrientes de ideas y de sentimientos religiosos del pasado.
Este Conocimiento tuvo su inicio apenas el hombre tomó consciencia de su Realidad esencial; pero el término Gnosis como búsqueda interior le viene del mundo helenístico y especialmente de las Religiones de Misterios y de aquellas formas de religión personal en las que estaban fusionados elementos orientales y griegos. En el mundo griego precristiano, Gnosis designaba también las enseñanzas secretas y transcendentes impartidas por los filósofos en las sesiones esotéricas de sus escuelas y por ello igualmente Doctrina Secreta, la cual (sintetizando las distintas corrientes indo-egipcias con el helenismo) se sincretizó en las antiguas fórmulas “Conócete a ti mismo” y “Dios en nosotros y nosotros en Dios.”
Sucesivamente el hebreo Felone injertó la filosofía platónica en el vetusto tronco del esoterismo hebraico, haciendo así del Neo-platonismo el centro de polarización de todas las doctrinas secretas que habían venido desde distintas fuentes a saturar de pensamiento místico el clima alejandrino y por tanto, en la víspera inmediata del apostolado cristiano. La Gnosis estaba preparada para efectuar la síntesis de todas las iniciaciones precristianas, la suma de todos los conocimientos sobre los Misterios de Dios, del hombre y de la naturaleza, en suma, la Tradición Sagrada, transmitida desde los monasterios tibetanos, a través de los colegios iniciáticos caldeos y egipcios, a la comunidad interna de Israel y a la Academia filosófica de Grecia, la Ciencia Integral, elaborada a través de todas las escuelas secretas de Oriente y Occidente, la colección general, en fin, de los elementos y de los valores de los cuales el Cristianismo inminente debía hacer la revisión y la síntesis para una Doctrina Única.
El Cristianismo habría debido ser la presentación o mejor la representación de la Única Religión que (con distinto lenguaje y bajo diferentes velos) habían enseñado los Grandes Instructores reunidos y colegiados, en forma de un cuerpo sintético (Alfa y Omega de todas las doctrinas precedentes) que resumiese y unificase en una nueva enunciación más actual y viva para ofrecer a la humanidad afligida de aquel tiempo una Buena Nueva o Anuncio de Justicia y de Amor. La Gnosis es pues el preludio y la preparación del Cristianismo y en verdad el Cristianismo de los orígenes no es más que la Gnosis antigua adaptada a los nuevos tiempos.
Hablando de Gnosis en el sentido que le fue asignado hace veinte siglos, es oportuno tener presente que se refiere aquí a una tradición derivante, distinta de la predicación de los Evangelios, de tradiciones precedentes, que proviene de las más variadas fuentes; y de hecho la Gnosis es de todos los tiempos y lugares por encima de todo credo y filosofía particular, por lo que el Cristianismo es considerado una de sus variantes doctrinales y sacramentales. Refiriéndose así a la Gnosis Cristiana debemos considerarla como la introducción (dentro del Cristianismo) de todas las especulaciones teogónicas y cosmológicas que han formado la parte prevalente de las antiguas Religiones del Oriente y que los neoplatónicos habían adoptado en Occidente.
También las fuentes primitivas de la Gnosis cristiana tuvieron su origen en el momento de la deportación de Israel a Babilonia, donde algunos de los más iluminados Rabinos asimilaron la doctrina secreta que los Magos Persas habían tomado de los Vedas y condensado en el Avesta (Zend = conocimiento y Avesta = libro que transmitido después oralmente se manifiesta en la Escritura Bíblica / = el Libro del Eclesiastés, los Libros de Daniel y de Enoch). Depositarios de esta tradición fueron en los siglos I y II ante de J.C. los Esenios, de los cuales precisamente la recibe Jesús, que llegará a ser luego el Cristo.
El Maestro enseñó a Juan, el discípulo predilecto, la parte más trascendente de la Doctrina que se revela en el cuarto Evangelio. En efecto, mientras que los tres primeros Evangelios canónicos cuentan la vida externa de Jesús, el cuarto dice lo que El es en sí mismo y en el seno del Padre. No se trata de la historia del hombre llamado Jesús, sino la historia simbólica del Hijo de Dios, el Verbo eterno en el que está oculto el Misterio del Cristo y del Reino: así los primeros tres Evangelios son para todos y el cuarto está reservado solamente a los iniciados.
En su origen el Cristianismo asumió todos los caracteres de una orden iniciática, con los tres grados de Oyentes, Catecúmenos y Fieles, esto es, un noviciado que una vez terminado se pasaba al orden de catecúmenos, es decir, al vestíbulo del Templo, a las ceremonias, y por último participando como fieles y entrando en el Sancta Santorum.
El Gnosticismo fue la adaptación de la Gnosis a los distintos sistemas y corrientes filosófico-religiosos en épocas diversas, por lo que se pueden considerar como gnósticos todos aquellos que profesaron la Gnosis desde los tiempos más remotos; pero después del principio de nuestra era, tal término fue usado para indicar aquellos movimientos que en la Iglesia Cristiana naciente (en la mitad del siglo primero) enseñaron junto con la enseñanza del Maestro Jesús la síntesis de la Gnosis precristiana.
Pablo fue un iniciado de la Gnosis precristiana y también un divulgador independiente, con su propia gnosis interior madurada en los contactos con el pensamiento de las escuelas internas así como de la comunidad gnóstica externa. El no predicó el Jesús histórico, sino el Cristo místico, que es el misterio básico de la Gnosis.
Sus epístolas tienen intercalados conceptos y términos de los que no se encuentran trazas en la tradición del Cristianismo ortodoxo, sino que son, al contrario, fundamentales en la transmisión de la Gnosis. El cuadro que presentan las Epístolas de Pablo se refiere a la anatomía oculta del hombre y otras cosas propias de un gnóstico independiente, fue debido a la obra de Pablo que el Cristianismo se difundió como una mancha de aceite y la explicación de tal prodigiosa difusión entre los paganos se debe al hecho de haberse propagado hasta Alejandría, cuna del Neoplatonismo, donde se reunieron todos los exponentes mayores de la inteligencia de la época, la Nueva Palabra fascinó las almas porque los sabios reconocieron la continuación de la Gnosis perenne, por la cual la filosofía de Platón se fundía en la tradición esenia y de esta ósmosis entre la rosa y la cruz floreció el Cuarto Evangelio.
En realidad los Evangelios constituyen una biografía del Jesús histórico encuadrada en el esquema del ritual iniciático, en los que se han omitido a propósito todos aquellos particulares personales irrelevantes respecto al esquema mismo de manera que todas las partes del Evangelio tienen un significado oculto universal.
Desgraciadamente la Gnosis ha sido vista durante mucho tiempo como una degeneración del Cristianismo original cuando por el contrario precisamente los gnósticos, y únicamente ellos, fueron los verdaderamente originales, por lo que el Cristianismo, que nos ha llegado con su aparato eclesiástico y su estructura política, debe ser considerado una distorsión y una degeneración de la Gnosis Esotérica.
Libro: La gnosis europea por Tau Johannes